Las peripecias de peras y manzanas al garete en alta mar y de un buque-verdulería prefiguran el riesgo de que naufrague uno de los grandes mercados externos de la fruta local
La invasión rusa y la guerra en Ucrania gatillaron fuertes cambios en la geopolítica y la economía mundiales.
No todos los países ni todos los sectores fueron igualmente tocados. En el caso argentino, dos efectos son bien conocidos: el aumento del precio internacional de las principales materias primas agrícolas amortiguó el impacto de la sequía que afectó la campaña 2021/22, y el de los hidrocarburos expuso la fragilidad de la situación energética. Del tercero, en cambio, se habló menos: el golpe a producciones regionales de las que Rusia y, en menor medida, Ucrania y Bielorrusia, son clientes de peso.
“Nada menos que 20% de los limones y 38% de las mandarinas argentinas van a Rusia y no es posible redireccionar esa mercadería, porque hace dos años no se abre ningún mercado. Por falta de voluntad política; hay un montón de negociaciones sanitarias y comerciales que están en el limbo”, dijo a Infobae Jorge Amigo, gerente general de Federcitrus, la federación que agrupa a las distintas cámaras citrícolas del país, en un reciente foro organizado por la Fundación Alem, vinculada a la UCR.
Golpe a producciones regionales de las que Rusia y, en menor medida, Ucrania y Bielorrusia, son clientes de peso
Si bien los sucesivos embargos a Moscú excluyeron el comercio de alimentos y medicinas, la exclusión de Rusia del Swift (sistema de mensajes interbancarios por el que circula el grueso de los pagos internacionales), y las complicaciones logísticas, con las grandes navieras y/o sus gobiernos plegándose al cerco comercial y financiero, complicaron el envío y cobro de mercadería. Encima, claro está, de las trabas internas.. “Lo que se le está pidiendo ahora al gobierno nacional, ya que sobre las navieras no puede, es que actúe sobre las terminales portuarias, para recortar las moras en aduana, por trámites y requerimientos de la AFIP”, explicó Amigo.
En el caso de la “mandarina temprana”, contó a Infobae Santiago Caprarulo, director ejecutivo de la Cámara de Exportadores de Citrus del Noreste Argentino (Cecnea), Rusia llega a absorber entre 35% y 50% de la exportación argentina, sobre todo al inicio de la campaña. Se trata de variedades pequeñas como Okitsu y Satsuma (genética japonesa) y las locales Nova y Clemenules, que todavía se están cosechando en Entre Ríos, Corrientes y Misiones.
Ante la decisión de grandes navieras, como Maersk y Hamburg Sud, de no ir más a Rusia y la falta de contenedores, el sector recurrió a una solución de apuro, la exportación en buques-bodega de Baltic, una naviera rusa, que saliendo de la Terminal EuroAmérica del puerto bonaerense de Campana hace en 20 a 21 días la ruta directa a San Petersburgo.
Como en bodega
“Se carga en pallets y va en bodega; en términos de seguridad fitosanitaria lo ideal es mandar en contenedores refrigerados, pero para viajes de menos de 30 días es una solución correcta, aunque no sirve para llegar a China o los mercados del sudeste asiático”, explicó Caprarulo.
En el caso de la mandarina temprana, Rusia llega a absorber entre 35% y 50% de la exportación argentina, sobre todo al inicio de la campaña
Al tratarse de mercadería perecedera, el trayecto recorta los tiempos de logística y comercialización en destino, pero los rusos están ansiosos por la fruta argentina, que pagan bien, al punto de absorber costos de flete que en el último año se duplicaron en dólares. Ayudó la impensada evolución del rublo, que tras caer abruptamente al inicio del conflicto bélico y las sanciones se revaluó y cotiza hoy mejor que antes de la invasión rusa a Ucrania, incluso contra el dólar. Otro empujoncito a favor fue que Moscú eliminó los aranceles a la importación. El día de la primera carga por Baltic, en la que también se enviaron limones y peras, “el buque parecía una verdulería”, destacó Caprarulo.
Adonde ya no va mercadería es a Odesa, ciudad-puerto ucraniana vejada por la agresión rusa que concentraba los envíos a la Comunidad Económica Euroasiática (Rusia y países limítrofes). En cualquier caso, las exportaciones a Rusia “son muy conversadas”, dijo Santiago Caprarulo. Ante la incertidumbre sobre el arribo y cobro de la mercadería no se carga sin pago total o parcial por adelantado.
Sin Swift
La exclusión de Rusia del Swift complicó las operaciones, pero igual se están pudiendo hacer. “Los rusos no quieren quedar desabastecidos y el sector frutícola argentino está acostumbrado al riesgo”, explicó Caprarulo, camino a una reunión con Jorge Argüello, embajador argentino en EEUU, y el gobernador entrerriano, Gustavo Bordet, para que los cítricos argentinos puedan ingresar, contraestación, al mercado norteamericano. Allí el desafío es otro: superar la resistencia de los lobbies de California y Florida, principales estados citrícolas de EEUU.
Los rusos no quieren quedar desabastecidos y el sector frutícola argentino está acostumbrado al riesgo (Caprarulo)
Jorge Thefs, gerente de Productores Argentinos Integrados (PAI), brazo exportador de la producción de peras y manzanas de Río Negro y Neuquén, precisó que entre las dos provincias producen 1,1 millones de toneladas de peras y manzanas. En el caso de la manzana, 12% de las exportaciones tienen a Rusia como destino, y 24% en el de la pera.
Nada menos que 70% de las peras que se consumen en Rusia llegan de la Argentina, dijo Thefs: Y la ventas de ambas frutas al mercado ruso arrima unos USD 65 millones al año, suma importantísima para la economía del Comahue.
Hasta febrero, la exportación salía, normalmente, por el puerto de San Antonio Oeste, tocaba primero el puerto de Santos (Brasil), donde abordaba un “buque-madre”, y llegaba a Rusia previo trasbordo en Rotterdam (Holanda) o Bremen (Alemania). El 24 de febrero, día de la invasión rusa, ya se habían enviado 4 cargas, pero tras el inicio de la guerra y las sanciones, las navieras Maersk y Hamburg Sud tomaron la decisión de no ir a Rusia, aunque alimentos y medicinas no estaban bloqueados.
Sin rumbo en alta mar
Unos 450 contenedores de peras y manzanas quedaron sin destino cierto en alta mar. “Nos pedían que los redireccionemos, pero era muy difícil, por el volumen y la calidad que va al mercado ruso”, dijo Thefs. Gracias a una larga negociación que involucró también a la embajada argentina en Dinamarca (Maersk es danesa), los exportadores lograron que se hiciese el trasbordo y las peras y manzanas llegaron a San Petersburgo tras 60 días de navegación, casi una odisea, recompensada con “precios muy satisfactorios”.
Hacia adelante “la cosa se complicó”, prosiguió Thefs. El mercado ruso seguía pidiendo esas frutas, pero durante marzo no se pudo enviar nada. A partir de abril, peras y manzanas emprendieron una nueva odisea, esta vez por tierra, para salir ya no de San Antonio Oeste, en Río Negro, a menos de 400 kilómetros del Valle, sino desde Campana, a unos 1.100 kilómetros, para hacerle compañía a las mandarinas, naranjas y pomelos del NEA y a los limones de Tucumán en el buque verdulero de Baltic que refirió Caprarulo, y a través de una naviera suiza.
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