El 60% de los compradores son checos; fue clave usar su idioma para crecer; el emprendimiento es de cuatro socios y empezó con un aporte de 280 euros de cada uno.
Algunos se conocían de antes, con otros se encontraron de casualidad, pero terminaron uniéndose en “Malá Argenta”, un delivery de empanadas y chipas congelados y listos para comer en mercados de Praga, la capital de la República Checa.
“Malá” significa “pequeño” en checo y hace referencia no sólo a que el emprendimiento es una suerte de rincón de sabores argentinos, sino a que el proyecto comenzó en Malá Strana –el “distrito pequeño” de Praga- donde vivían todos los fundadores cuando llegaron al país.
Los socios son Santiago Pérez Izquierdo, Federico Greco, Mauro Gomelsky y Gustavo López Monfrinotti. Todos vienen de actividades diferentes salvo los dos últimos, que tenían experiencia como chefs y se encargan de la cocina. En común tienen que los atrajo la idea de un país diferente al resto de los de la Europa occidental.
“En algún punto son parecidos a los argentinos, sí son muy defensores de lo propio y reconocen el esfuerzo y el trabajo”, dice Pérez Izquierdo a LA NACION. Él, Greco y Gomelsky se conocieron en Nueva Zelanda, “en diferentes tiempos, con intervalos” y cuando llegaron a la República Checa sumaron a López Monfrinotti al grupo.
La iniciativa empezó con una propuesta de la pareja de Pérez Izquierdo que trabajaba en eventos en un castillo de la ciudad y los invitó a sumarse con un stand de empanadas argentinas. Hicieron una “buena tanda” y fueron. “Nos llamó la atención el recibimiento que tuvimos, que fue muy bueno, fue una sorpresa para nosotros”, apunta Greco.
A las semanas llegó la primera cuarentena por el coronavirus; les había sobrado producción porque pensaban seguir en otros festivales. Una amiga les pidió que le vendieran. “Se las dimos congeladas, envueltas en papel metálico; así empezó la otra parte del emprendimiento”, recuerdan.
Arrancaron con un aporte de 280 euros cada uno para las habilitaciones y la compra de insumos. Después fueron invirtiendo lo que ganan en los freezers. Para cocinar alquilan espacios comunes de gastronomía que son “accesibles” y permiten no tener local propio.
En seis meses, la ciudad estuvo en tres veces completamente cerrada; recién ahora volvieron los mercados abiertos y “Malá Argenta” volvió con las empanadas y los chipás para comer en el momento.
“El mercado de congelados crece todo el tiempo y es atractivo, hay supermercados sólo de estos alimentos, por eso vimos la oportunidad -agrega Pérez Izquierdo-. Lo argentino les cae bien, sobre todo la comida; incluso hay empresas que ponen esa nacionalidad en el nombre porque vende. Para los checos es sinónimo de buena gastronomía”.
Otro aspecto que los ayudó es que en Praga son “amantes de la carne; comen mucha” y entonces pudieron entrar con esas variedades a las que después sumaron de pollo y jamón y queso y otras “menos tradicionales” que idearon los cocineros.
Mencionan que fue clave para crecer “entrar” en el público checo para lo que empezaron a usar el idioma en las redes y publicidades. En los primeros ocho meses los clientes los clientes eran básicamente británicos y latinos.
“A los checos les gusta que hablen su idioma y ese fue el vector con el que llegamos a ellos, que hoy representan el 60% de nuestros compradores”. Sumaron los chipás por dos razones: Gomelsky es misionero y el pan con queso es muy aceptado por los locales. En 18 meses las ventas se duplicaron.
Ya trabajan con la consultora argentina 384 -que tiene clientes de perfil similar en otros lugares- para “dar los siguientes pasos, para crecer”. Pérez Izquierdo señala que la empresa se expande “más de lo que somos capaces nosotros cuatro, así que buscamos asesoría externa”. Entre las ideas está la de seguir sumando productos argentinos al “kiosco” virtual que tienen, además de continuar con los congelados.
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