La inteligencia artificial: límite en emociones, todo lo demás responde

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“Como modelo de lenguaje de inteligencia artificial, no tengo la capacidad de sentir emociones o sensaciones físicas”. Esta es la respuesta que entrega el formato virtual ante una pregunta mucho más emocional. Sin embargo, ¿podría cambiar esta realidad digital en un futuro?

 La película “Her” trata sobre la historia de Theodore; un escritor desanimado que escribe cartas emotivas para otras personas. Durante la trama, desarrolla una relación amorosa especial con el sistema de inteligencia artificial de su teléfono: una intuitiva y sensible entidad llamada Samantha. Un relato que, antes parecía una fantasía, mañana podría ser real.


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Históricamente, los escenarios de ficción entre la IA y el ser humano han demostrado lo cerca que estaban de la realidad actual. Crear contenido inteligente a un solo click es algo que se puede lograr con aplicaciones y plataformas digitales. No obstante, existe un punto de distinción respecto a la expresión emocional por parte del sistema digital.

Carlos Ramírez, Data Engineer de Zenta Group, comenta que el algoritmo detrás de las respuestas humanizadas por parte de la IA, funciona en base a una disciplina, “para lograr entender y responder la duda humana, el Procesamiento del Lenguaje Natural o PLN, solicita a las estructuras inteligentes responder de forma coherente, en línea con la capacidad humana, asociando palabras y términos”.

El amor en tiempos de máquinas

 Actualmente, sí existen aplicaciones que responden a la comprensión sentimental humana. Estos sistemas llevan el nombre de Affective Computing y tienen la capacidad de comprender la emoción gracias a las señales como expresiones faciales, el tono de voz o incluso el lenguaje corporal.

Finalmente, el uso de estas configuraciones se relaciona directamente con trabajar experiencias o asistencias al cliente. Por ejemplo, gracias a que logran comprender la emoción de la persona, la IA puede responder adecuándose a esto y lograr, por ejemplo, que la persona baje los niveles de ansiedad o enojo.

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Sin embargo, aún no existe un modelo inteligente que pueda imitar en su totalidad el sentir humano. “Es muy probable que más adelante los algoritmos y la tecnología avancen hasta imitar con autenticidad sentimientos tan fuertes como el amor. Existen muchas formas de amar que son desconocidas, y no sería extraño ver una relación entre una inteligencia artificial y un ser humano” enfatiza Ramírez.

El experto explica que, si bien, la tecnología nos permite avanzar y potenciar nuestras habilidades en la cotidianidad, es importante tener una regulación respecto al acceso que tienen los ciudadanos “comunes” a esta.

 

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