Siete destinos de lujo para aficionados de la moda

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Siete destinos de lujo para aficionados de la moda. El ojo tiene que viajar, decía la editora estadounidense Diana Vreeland, y utilizó la ropa como pasaporte, contextualizándola en los escenarios más singulares del planeta. Promesa de escapismo: todos los viajes arrancan cuando hacemos las maletas; Louis Vuitton construyó su identidad sobre su inconfundible equipaje. Tiramos del hilo para trazar el recorrido contrario, siguiendo los pasos de esos creadores cuya leyenda casi supera su legado. Así arranca esta travesía.

Flechazo en Marruecos

Dicen que los diseños de Yves Saint Laurent adquirieron pasión cuando conoció Marruecos. En Tánger, su idílica Villa Mabrouka acaba de abrir como hotel de lujo: el interiorista Jasper Conran ha recuperado sutilmente su esplendor, conservando su estética modernista de los 40 y las vistas a unos exóticos jardines, llenos de plataneros y bugambillas.


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Pero el mayor legado del diseñador lo encontramos en Marrakech, la ciudad que le descubriría el caftán y colores como el naranja azafrán que hoy tiñe su museo en el barrio de Guéliz, obra de Studio KO. Al lado, entre la riqueza vegetal del jardín Majorelle, Pierre Bergé esparciría las cenizas de su pareja. Ambos adquirieron este oasis azul en los 80 para salvaguardar esa geometría islámica y art decó. El hotel La Mamounia los refugió de las lluvias torrenciales en su primera visita, en 1966. Una localización perfecta para visitar la mezquita Koutoubia y la plaza de Jemaa el Fna, con sus artistas y puestos callejeros.

La moda capital

Francia ha sido el destino de quienes querían hacer carrera entre costuras, y París ejerce de capital. Custodia del legado de Yves Saint Laurent en su museo de la Rue de Cambrai, también es la albacea de Azzedine Alaïa, el modisto que inventó (e hizo reír) a las supermodelos. Su taller en la residencia de Madame de Pompadour, con un increíble techo de cristal, actúa como una metáfora de la destreza del tunecino. Para alojarse, el Hotel de Berri se levanta sobre la antigua mansión de Elsa Schiaparelli, a la que rinden homenaje con una decoración extravagante y colorista que captura el art de vivre de la época.

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Frente a la plaza Vendôme, el Hotel Ritz todavía conserva (a 18.000 € la noche) la impoluta suite de su rival, Gabrielle Chanel, quién la decoró a su antojo. Los nostálgicos de la elegancia clásica peregrinan a la primera tienda Chanel de la Rue Cambon y continúan por la ribera del Sena, hasta el 30 de Avenue Montaigne.

El estilo parisino también tiene mucho de provincias. Coco elevó a esencial la camiseta de los marineros de Deauville: una placa recuerda su boutique en este pueblo de verano, entre el casino y el hotel Le Normandy. Frente a la bahía de Cannes, las formas extraterrestres de Le Palais Bulles influirían en los diseños futuristas de su dueño, Pierre Cardin.

La locura belga

Amberes vivió una revolución en los 80, a raíz de seis estudiantes de nombres impronunciables (Lagerfeld dixit): Dries van Noten, Ann Demeulemeester, Walter van Beirendonck, Dirk Bikkembergs, Dirk van Saene y Marina Yeepor. En la ciudad de los diamantes, los Seis de Amberes acercaron la moda flamenca a las tendencias, con una visión intelectual y experimental.

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