Repensando el desarrollo en América Latina para el 2024

Roberto Busel, Presidente del Consejo de Administración NMC Chile en NMC sa

«Repensando el desarrollo en América Latina para el 2024», es el tema que nos propone Roberto Busel, Presidente del Consejo de Administración NMC Chile en NMC sa.

Si bien no hay signos de una retirada generalizada de la globalización, están surgiendo líneas de fractura a medida que la fragmentación geoeconómica es cada vez más una realidad. Si la fragmentación se profundiza, podríamos encontrarnos en una nueva Guerra Fría. Agreguemos que la guerra en curso en Gaza ha intensificado las tensiones en el Medio Oriente con la escala del conflicto con efectos en cadena que se intensifican en el Líbano, Irak, Siria y el Mar Rojo, lo que genera un llamado a la acción para los actores globales. Las guerras y conflictos en curso en varios sectores del planeta han encendido conversaciones diplomáticas y sociales que podrían tener consecuencias electorales reales en un año en el que la mitad de la población mundial acudirá a las urnas, donde los conflictos podrían seguir dando forma a la política mundial en 2024.


Banner_frasco-suscripcion-800x250

Con esta nueva realidad geopolítica, las autoridades mundiales deberán buscar soluciones que minimicen los costos de la fragmentación y la atención debería centrarse en enfoques pragmáticos que salvaguarden la solución de los desafíos globales y al mismo tiempo logren objetivos internos de seguridad y resiliencia. Los costos económicos de la Segunda Guerra Fría podrían ser grandes. El mundo se ha vuelto mucho más integrado y enfrentamos una variedad sin precedentes de desafíos comunes que un mundo fragmentado no puede abordar.

En este contexto, los países latinoamericanos enfrentan una encrucijada que exige un cambio profundo en su paradigma de desarrollo. En las últimas cuatro décadas el crecimiento económico, la inversión y la productividad han mostrado un desempeño deficiente. Esto ha hecho imposible romper con la heterogeneidad productiva que caracteriza a la región y su dependencia de sectores productivos de bajo valor agregado y estructuras exportadoras dependientes de productos básicos. Si bien ha habido un avance positivo en el desarrollo humano, en los países de la región han persistido altos niveles de desigualdad, pobreza, exclusión social y alta informalidad en el mercado laboral. A estos problemas estructurales se suma la necesidad de enfrentar el cambio climático, que tiene importantes efectos distributivos y sociales y requiere una importante inversión en adaptación y mitigación y requerirá un cambio en el paradigma de desarrollo.

América Latina ha llegado al final de su segunda década perdida de desarrollo. El crecimiento anual promedio se mantuvo ligeramente por debajo del 0,9% durante el período 2014-23, peor que la tasa del 1,3% de los años 1980. Sin embargo, se prevé que el PIB per cápita sea ligeramente superior en 2023 que al de 2013, debido a un crecimiento demográfico más lento.

Sin duda, el desempeño económico ha variado entre los países. La CEPAL estima que México, América Central y el Caribe superaron a América del Sur en 2023. A México, Brasil y Colombia les fue mejor que a Chile y Perú, que no registraron crecimiento, mientras que la debilitada economía argentina se contrajo un 2,5%.

La inversión extranjera directa se ha mantenido sólida, el financiamiento externo privado ha sido limitado y los costos de endeudamiento han aumentado. La emisión de bonos en América Latina y el Caribe creció un 30% en los primeros diez meses de 2023 con un rendimiento promedio del 8%, en comparación con aproximadamente el 5% del año 2021.

La deuda pública de los países de la región permanece en niveles elevados respecto al PIB, lo que, junto al aumento de las tasas de interés externas e internas y a una caída esperada de los ingresos tributarios producto del menor crecimiento, lleva a un limitado espacio fiscal para el conjunto de la región.

Otro factor que contribuye al pobre desempeño económico de América Latina es el limitado dinamismo y la desaceleración del comercio mundial junto a la caída de los precios de las materias primas que han afectado negativamente el crecimiento en la región, especialmente el de América del Sur. La actual fragmentación de la economía mundial ha tenido un impacto económico limitado hasta ahora, sin embargo, los líderes latinoamericanos no deberían subestimar el riesgo de que las crecientes tensiones mundiales que podrían provocar un desacoplamiento mayor.

La región también está lidiando con una profunda agitación política y social con una Argentina que se ha embarcado en un programa de reformas económicas radicales; Chile, Colombia y Perú se encuentran en medio de sus propias crisis políticas, y el camino de Venezuela hacia la democracia sigue sin estar claro. Además, se anticipa un menor dinamismo en la creación de empleo, y crecientes demandas sociales.

En este contexto, las economías latinoamericanas deben reevaluar sus actuales modelos de desarrollo. Tras la adopción generalizada de reformas de mercado en torno a 1990, el crecimiento promedio anual de la región ha sido aproximadamente del 2,5%, en comparación con el 5.5% alcanzado entre 1950 y 1980.

La CEPAL informa que el crecimiento potencial anual de la región ha sido del 1.6% desde 2010, lo cual convierte a América Latina en la región en desarrollo con peor desempeño de los últimos 30 años.

Los gobiernos latinoamericanos podrían tomar varias medidas para acelerar el crecimiento económico, aumentando el financiamiento en ciencia y tecnología, un área en la cual la región está significativamente rezagada. De acuerdo a los últimos datos de la UNESCO, las inversiones regionales en esta área ascienden al 0,6% del PIB, que es aproximadamente una quinta parte de lo que los países de altos ingresos gastan en investigación y desarrollo y una cuarta parte de la inversión en I+D de China. Adicionalmente, deberían desarrollar estrategias activas de desarrollo productivo, centrándose en sectores en los que la región tiene una ventaja significativa y en aquellos que están a la vanguardia de la revolución industrial en curso. El primer grupo incluye la producción de alimentos y minerales esenciales para la transición verde, especialmente cobre y litio, junto con sus cadenas asociadas de valor. El segundo grupo incluye las tecnologías digitales, que deben ser ampliamente adoptadas e integradas en las economías de la región.

La transición a la energía limpia es prometedora, especialmente para los países latinoamericanos con abundantes recursos solares y eólicos. Este cambio también puede beneficiar a las empresas cuyos procesos de producción consumen grandes cantidades de energía, como los fabricantes de acero y aluminio.

Por último, pero no menos importante, los países latinoamericanos deben reafirmar su compromiso con la democracia. La agitación económica de la década de 1980 debilitó a los regímenes autoritarios y condujo a una rápida democratización. Pero el creciente autoritarismo plantea una amenaza significativa a lo que se había convertido en la región en desarrollo más democrática del mundo. Para acelerar el desarrollo económico, los líderes políticos deben identificar e instrumentar medidas eficaces para mitigar la creciente polarización que pone en peligro la estabilidad tanto nacional como regional.

Las proyecciones para 2024 indican que se mantendría el bajo dinamismo económico en la región. Se prevé que el contexto internacional continúe siendo poco favorable, con un crecimiento del PIB y el comercio mundial muy por debajo de los promedios históricos. A su vez, en el ámbito interno se mantendrá el reducido espacio de política fiscal, aunque la reducción en la inflación en la región abre más espacio para la política monetaria en los países.  Ante estas circunstancias, se proyecta para 2024 un crecimiento promedio del 1,2% para América del Sur, 2,1% para Centroamérica y México, y 2,8% para el Caribe.

Tras una segunda década convulsa, de crisis económica, final de ciclo político, desdibujamiento regional y la afectación por la pandemia, los resultados electorales de los últimos años; no parecen inspirar nuevos y promisorios tiempos para el devenir latinoamericano.

El modesto crecimiento del 4,2% del PIB chino en 2024 afectará particularmente a Chile, Panamá, Perú, Brasil y Uruguay. China absorbe el 39% de las exportaciones de bienes de Chile, el 32% de las de Panamá y Perú, y el 27% de las de Brasil y Uruguay. Se prevé que las exportaciones de productos agrícolas y minerales y metales de América Latina generarán menos ingresos en 2024, con la reducción prevista de los precios de estos artículos en un 4% y un 2% respectivamente.

En conclusión, el año 2024 tendrá mucho de continuidad con lo sucedido en 2023.

Banner_azules
Reciba las últimas noticias de la industria en su casilla:

Suscribirse ✉