Opinión: «Si despides a mil personas es que has fracasado como líder de tu empresa»

Después de hablar con Bob Chapman uno sólo puede pensar dos cosas: o «este hombre vive en la luna» u «ojalá trabajara en la empresa de este hombre». El presidente de Barry-Wehmiller -grupo de soluciones tecnológicas basado en San Louis (Missouri), con 115 empresas, 11.000 empleados e ingresos anuales de 3.000 millones de dólares- tiene una curiosa filosofía del liderazgo empresarial que ha explicado en su último libro, Todo el mundo es importante (Ediciones Obelisco, 2019), coescrito con el profesor Raj Sisodia. Una filosofía resumida en una frase: «Los jefes deben tratar a sus empleados como si fueran miembros de su propia familia». Chapman estuvo recientemente en Madrid invitado, entre otros, por el Center for Corporate Learning Innovation del IE Business School, y la consultora MRC Training.

El libro de Chapman señala cosas preocupantes. Por ejemplo, que el 88% de los trabajadores estadounidenses, 130 millones de personas, se marchan a su casa cada día con la sensación de que trabajan para una empresa que ni los escucha ni se preocupa por ellos. Y que los lunes por la mañana los ataques al corazón se disparan un 20%. «Nadie discute estos datos. Y todo esto se está produciendo en un momento en que el paro de EEUU es el más bajo desde los años 50. Si hay paz y prosperidad, ¿por qué la gente se siente así?», se pregunta Chapman durante una conversación con EXPANSIÓN. «Le echamos la culpa al tabaco, a las drogas, a la tecnología… Pero no es así: lo cierto es que la mayoría de la gente no se siente valorada, se siente usada sólo por razones económicas, porque en nuestras universidades no se ha enseñado a tratar bien a los demás», se responde el ejecutivo, que cita una conclusión de la Clínica Mayo, una organización investigadora sin ánimo de lucro de Minnesota: «Tu jefe influye en tu salud mucho más que tu médico de cabecera».


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Chapman alerta de la onda expansiva de un maltrato en el entorno laboral: «Es muy difícil llegar a casa y tratar bien a tu esposa, a tu marido o a tus hijos si a ti te tratan mal en tu trabajo. Si se produce lo contrario y se logra un trato más cercano y comprensivo, es más fácil ser mejor amigo y mejor padre». Es decir, lo de aquella vieja máxima católica: nadie puede dar lo que no ha recibido antes.

Chapman, que heredó la empresa de su padre cuando apenas superaba la treintena, comenzó a aplicar estos principios en 1997, cuando se prometió cumplir este principio: «Quiero que mis empleados regresen cada día a casa con una sensación de plenitud. No de alegría sino de plenitud, que es una palabra más profunda». Desde entonces, él y sus colaboradores de Barry-Wehmiller viajan por todo el mundo como apóstoles de un gobierno corporativo de rostro muy humano. «Nuestro enfoque del liderazgo es la tutela, la auténtica preocupación y la profunda responsabilidad que sentimos hacia las vidas de las personas que se ven afectadas por nuestro liderazgo. A veces, estas personas están pasando por un mal momento por culpa de una cultura tóxica o de un liderazgo abusivo. Nosotros aspiramos a aliviar su situación y a devolverles una humanidad plena y gozosa», dice Chapman en su libro. Asimismo, directivos de gigantes como McKinsey o profesores de Harvard peregrinan a la sede de la compañía y, según el CEO, «se quedan realmente sorprendidos». Asegura Chapman que una profesora le dijo: «Nunca había visto nada igual. Tu empresa es lo más cercano a la utopía que he visto nunca».

Malos momentos

La filosofía de Chapman no puede ser más encomiable, pero la vida es complicada. ¿Qué pasa con el ejecutivo que debe despedir a mil empleados para que la empresa sobreviva? Chapman cita al motivador inglés Simon Sinek, que estudió las dinámicas de liderazgo en el ejército y en la empresa: «En el primero se condecora a aquellos que se entregan por los demás, mientras que en la segunda se pagan bonus a los que echan a los demás en beneficio propio». Según Chapman, «si las empresas hacen bien los planes a medio y largo plazo en los que se contemple la disminución natural de parte de la plantilla (por jubilación) y se advierten los cambios del sector que pueden afectar a la empresa, nunca deberían hacer un despido súbito de mil personas». «Hay un viejo dicho empresarial que dice que hay que seleccionar a los pasajeros adecuados para el autobús, pero no estoy de acuerdo: lo que debes hacer es fabricar un buen autobús, que es tu modelo de negocio, y disponer de un buen conductor, que es un buen líder. Entonces el viaje irá bien y todos los pasajeros estarán a salvo. El que despide a mil personas ha fracasado como líder».

Chapman admite que a veces se producen situaciones impredecibles que requieren de decisiones duras, y que en ese caso el despido debe realizarse «con humanidad y dignidad», ya que «la mayoría de las empresas son muy cuidadosas a la hora de fichar pero muy frías para despedir. Y al que despides debes tratarle como lo harías con tu propio hijo, porque para muchas personas ése es el momento más amargo de su vida».

El directivo recuerda la anécdota de un grupo de profesores a los que ofreció una conferencia de una hora, y que se sorprendieron de que no hubiera hablado del producto de su empresa. Él respondió: «He hablado durante una hora de nuestro producto: las personas». Sostiene Chapman que «su mayor orgullo» no son las cosas que ha fabricado su compañía, «sino las personas que lo han fabricado». Lo dice en su libro: «Unas cuantas personas apasionadas y con experiencia pueden tener un rendimiento muy superior a cualquier grupo de estrellas de los negocios (…) Cada individuo tiene unas capacidades únicas; los grandes líderes son aquellos que saben descubrirlas»

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