El impacto del emprendimiento femenino

Gustavo Cruz de Moraes – Gerente general de Natura

 Según el Women’s Entrepreneurship Report 2020-2021 del Monitor Global de Emprendimiento (GEM por sus siglas en inglés), una de cada tres emprendedoras es mujer. A nivel local, el último estudio sobre Género y Microemprendimiento del Ministerio de Economía (2020) indica algo similar: que las mujeres representan el 38,6% del universo microemprendedor, equivalente a alrededor de 800.000 microemprendedoras chilenas. En ese sentido, queda más que claro que las iniciativas lideradas por mujeres constituyen una gran proporción de los negocios que impulsen la creación de empleo, la innovación y el crecimiento económico del país. Sin embargo, persisten brechas que suplir en este ámbito.


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Con certeza la participación de la mujer en este tipo de actividades va subiendo a nivel global y me alegra pensar que Chile no sea ajeno a esta tendencia. Sin embargo, detrás de esta data también se esconde otra realidad, pues -en la mayoría de los casos- no se trata de una opción, sino más bien de una necesidad. Y si vamos a la base de los microemprendimientos, por lo general, está muy presente el género femenino, mientras que, al subir en escala dentro de estas empresas, su presencia va disminuyendo.

Nadie podría negar que el poder femenino es un tremendo aporte a la sociedad y con ellas, se genera un impacto positivo en nuestros mercados, industrias y comunidades no solo a través de la creación de empleo sino en el ámbito del crecimiento económico del país y en sus hogares. Mueven el país.

Conozco de primera mano el modelo de negocios de la venta directa. Haciendo mi pasantía, pasé un mes día a día con una maravillosa mujer emprendedora y su familia, quienes me abrieron las puertas de su casa y me permitieron ver el empuje, esfuerzo y dedicación que existe detrás de cualquier emprendimiento.

Hoy, ad portas el 2030, cuando nos queda menos de una década para cumplir con los objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidos, vemos cómo el movimiento en pro de la equidad de género ha adquirido fuerza. Y si bien puede considerarse una de las metas más ambiciosas, es fundamental que tanto entidades públicas como privadas ofrezcamos soluciones para que ellas dejen de ser las más perjudicadas en este ámbito.

Afortunadamente vivimos tiempos emocionantes para el emprendimiento femenino, donde el llamado es a que los organismos facilitadores del ecosistema aprovechen la oportunidad de elevar a las emprendedoras a nuevas alturas. Recordemos que el progreso hacia los objetivos globales sufrió serios reveses durante la pandemia y el tipo de apoyo que brindamos a las emprendedoras podría tener un impacto significativo en nuestra capacidad colectiva de crear un mundo más sustentable y equitativo para todos.

En un momento cuando estamos escribiendo las reglas de la nueva normalidad y discutimos del contrato social, sigamos con una búsqueda continua por mejorar la calidad de vida de las personas además de brindar respuestas a los desafíos que hoy enfrentamos como sociedad. Chile ha impulsado un ecosistema emprendedor vibrante que pone en el centro el valor de las personas. Por eso es clave que se siga enmendando la tendencia cultural para que vaya en la dirección correcta y podamos ir cerrando la brecha de género.

Necesitamos mayor velocidad para acelerar los cambios que requiere el país. Empujemos para que la actual cultural coyuntural evolucione -como todo- para que el ecosistema de emprendimiento nacional siga siendo diverso… pero más equilibrado en temas de género.

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