Educación sostenible para el desarrollo

Educación

Por: Patricia Rincón Mazo

Avanzar en la formación de personas no solo académicas, sino con fuertes cimientos éticos y morales.


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Carolina, con 21 años, tiene 7 meses de embarazo y no puede seguir asistiendo a clases, solicita que le aplacen la línea de crédito dos semestres y poder retomar sus estudios dentro de un año. Marcela estudia arquitectura, lleva 6 semestres con promedios impecables, pero su mamá enfermó y ella ha tenido que cuidarla; sus notas cayeron, solicita que su línea de crédito no sea cancelada y se le dé la oportunidad de avanzar en su carrera.

Estas eran algunas de las historias que llegaban al comité de crédito del Icetex cuando era vicepresidenta financiera de la entidad. Salía preocupada de las sesiones y comenzamos a ver oportunidades de mejora al esquema de financiación que ofrecíamos; así se hicieron modificaciones como el ahorro programado para que las familias no se endeudaran en el 100 % de la carrera, sino que pudieran ahorrar tres o cuatro semestres y consiguieran financiación para el resto. También diseñamos el esquema de financiación contingente al ingreso, para que cuando el estudiante se graduara contribuyera con un porcentaje mensual de su salario para pagar estudios de nuevas generaciones.

Cambios que pretendían mejorar las condiciones de financiación de la educación superior, pues parte de los desafíos de esa financiación se han venido cargando al Icetex, cuando su función inicial era ofrecer créditos de estudios de posgrado en el exterior. Y es que no es lo mismo prestar para una maestría de cuatro semestres a un profesional con experiencia que prestar para un pregrado de 10 semestres a un bachiller recién graduado. El costo de los programas es diferente, el pregrado es por más tiempo y, por tanto, el costo de matrícula y manutención requiere un esfuerzo mayor.

Sigue siendo un asunto pendiente el diseño de un esquema de financiación de educación superior, así como la reestructuración y consolidación de una propuesta de un sector de educación superior con una institucionalidad robusta que promueva el acceso y la permanencia de los jóvenes en las instituciones. Falta estructurar una política pública que sea capaz de recoger a los diferentes actores en pro de la educación superior, además de un esquema de financiación que sea equitativo, incluyente y sostenible en el largo plazo.

Es importante separar la financiación de la educación superior de pregrado de la de posgrado, porque los modelos son distintos. Para pregrado puede pensarse en esquemas de gratuidad porcentual de acuerdo con los diferentes estratos, como fase transitoria a una gratuidad total. Pero el esquema debe plantear también la forma en que los jóvenes retribuyen al país el beneficio que reciben al estudiar con los impuestos ciudadanos, por tanto, podrían comprometerse a terminar sus carreras, o a prestar servicios sociales por ciertos períodos, o a trabajar en investigación en las universidades públicas por cierto tiempo. El posgrado puede financiarse con acuerdos de cooperación internacional, becas a los mejores talentos deportivos, culturales, académicos y minorías, además de créditos educativos a tasas preferenciales.

Entendiendo la autonomía universitaria y pensando en la calidad de la educación básica y media, hay que avanzar en la formación de personas no solo académicas, sino, además, con unos fuertes cimientos éticos y morales, capaces de pensar en los otros como comunidad para que sean, además de profesionales o técnicos que guían la senda de crecimiento económico, personas responsables con la sociedad y con una ética que nos permita transitar fuera de los esquemas de corrupción y delito con los que hemos vivido en el país y avanzar así en el desarrollo social.

 

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