Claudio Muñoz: Sostenibilidad, cambios a toda velocidad que no se detienen

El concepto de sostenibilidad tiene casi 35 años, apareciendo por primera vez en un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1987. Hoy lo entendemos como “garantizar las necesidades presentes sin comprometer a las generaciones futuras”, es decir, sin olvidar la protección medioambiental, el desarrollo social y el crecimiento económico. Todo debe darse en un equilibrio.

Desde entonces se ha venido generando consciencia respecto a la necesidad de la incorporación de la sostenibilidad dentro del modelo de negocios de las empresas. El mundo se tardó un poco en adoptarlo, pero en los últimos años es “trending topic” y una preocupación urgente que llegó para quedarse; ya no es una moda, es un estilo de vida, una forma de ver y hacer las cosas.


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Uno de los hitos más importantes tiene relación con la Gestión del Cambio, ya que las empresas están asumiendo que las soluciones tradicionales a los problemas de negocios dejaron de ser válidas y que en la actualidad se requieren de nuevas alternativas, que por cierto están resultando más complejas en este proceso de aprendizaje.

Asimismo, deben asumir que el cambio cultural al interior de la organización debe ser transversal para evitar conflictos y resistencias. Desde las áreas operativas hasta los directores y accionistas deben tener una misma visión. Para lograrlo es indispensable incorporar la sostenibilidad como un pilar estratégico y que tenga peso en la asignación de recursos, las decisiones de inversión y los objetivos que se declaran. Esta consistencia es muy importate para ver resultados; de lo contrario, será un esfuerzo permanente que nunca verá un logro significativo.

Pero debemos considerar que para ejecutar actividades asociadas a la sostenibilidad se requiere inversión. Entonces, si a un área que está gestionando la sostenibilidad se le asigna un presupuesto para ello, éste debe ser respetado íntegramente y no solo considerarlo cuando ocurre algún imprevisto en otra área. Si esto no ocurre, las áreas de sostenibilidad nunca llegarán a sus objetivos ni podrán hacer un cambio real en las organizaciones.

Por eso se produce una dicotomía entre los objetivos desafiantes que se les asigna a las áreas de sostenibilidad y la real disponibilidad de recursos con que cuentan para ejecutar las acciones necesarias. Hoy vemos frecuentemente que su gestión depende de planillas electrónicas, con todos los errores que éstas contienen y la dificultad que significa tenerlas actuallizadas. Ni pensemos en los riesgos de que una persona se cambie de trabajo, se corrompan los archivos o que se pierda un computador: se sacrifica toda la sostenibilidad de la empresa.

Por todo lo anterior es esencial e inaplazable que el cambio provenga desde los accionistas, hacia los directores y finalmente se traduzca en objetivos concretos para la administración de la empresa: sus gerentes, que son quienes llevan el día a día en función de las directrices y objetivos que reciben. Fuera de Chile hemos visto que esto ya está ocurriendo, donde la autoridad posee las mejoras herramientas tecnológicas, están a la vanguardia por lejos y eso ha provocado que las empresas comiencen a incorporar tecnología como una necesidad y le asignen los recursos necesarios para la transformación digital.

Si bien hoy los entes reguladores están siendo cada vez más estrictos con la normativa, también están incorporando más tecnología en sus procesos de gestión que incluso permiten fiscalizaciones remotas. En este contexto, si las empresas enfrentan estos procesos con menor tecnología que los agentes reguladores, parten inmediatamente en desventaja y ello se traducirá en multas que, en definitiva, son más caras que la incorporación de herramientas tecnológicas de software.

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