Omnicanalidad: Esta mueblería mexicana ha cambiado su estrategia omnicanal y es todo un ejemplo

Darle el valor agregado a algo suena muy abstracto, pero si hablamos de convertir una maderería en una mueblería y luego en una tienda que ofrece soluciones para el hogar, todo empieza a cobrar sentido. Fue exactamente lo que pasó con lo que hoy se ha convertido en Tamarindo.

Se trata de una empresa familiar que hace 40 años comenzó operaciones como un negocio que vendía madera en Monterrey, Nuevo León. En 1985, el fundador de lo que entonces se llamaba Maderarte dijo: “hay que irle agregando valor a la madera, ¿por qué no empezamos a vender muebles?”, recuerda Miguel Madrazo, director de Expansión Estratégica de Tamarindo.


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Fue la primera transformación del negocio y comenzaron a fabricar muebles de madera con diseño rústico. Este modelo de negocio duró de 1985 al 2000. El 5% de lo que se producía iba al mercado local, comercializándolo a través de tiendas departamentales como Liverpool y Sears, y el 95% restante se destinaba al mercado de exportación, en países como Australia, Nueva Zelanda e Inglaterra.

“En determinado momento se vendió al mayoreo a los grandes retails como Walmart y Target, teníamos 400 trabajadores haciendo muebles rústicos, pero llegó el momento en que ya no gustaban, ni se movían, es decir, teníamos la capacidad instalada, pero no la demanda en el mercado”, cuenta Miguel, así que a principios del nuevo milenio acordaron apostar por el mueble contemporáneo y dejar atrás el estilo tradicional.

Cambio de chip
Con los cientos de expertos en la producción de muebles rústicos, los empresarios pensaron que sería muy sencillo dar el salto a la fabricación de muebles contemporáneos. No contaban, sin embargo, con que el chip de lo rústico estaba muy arraigado entre los carpinteros y que los nuevos productos debían tener un diseño y acabado perfecto, contrario a la tendencia anterior.

“Hicimos varios intentos de fabricar en casa y no pudimos. Eran 400 carpinteros que trataban de imponer su moda. Si queríamos crecer, nos dimos cuenta de que no sería por el tema de la fabricación”, recuerda Miguel.

Como parte de la cultura del negocio, los fundadores procuran estar al tanto de las tendencias en su industria. Fue así que salieron al mundo a ver quién tenía el expertise y la tecnología para concretar la nueva apuesta.

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Lo encontraron en algunos países asiáticos y, de ser fabricantes, se transformaron en comercializadores. “Donde había máquinas comenzamos a levantar racks. Nuestra fábrica se convirtió en almacén siguiendo un modelo de importación”, recuerda el directivo.

Pasaron así cinco años, pero para que este modelo fuera rentable necesitaban volumen y ya no era suficiente satisfacer a las grandes departamentales. “Entonces se nos metió en la cabeza abrir una tienda, un negocio totalmente diferente al que hacíamos. Vendíamos, sabíamos diseñar y fabricar en otras partes del mundo y comercializar al mayoreo, pero nunca habíamos hecho retail”, reconoce Miguel.

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