Marketing: Las redes sociales le dicen adiós al ‘postureo’

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Puede que antaño para ser un influencer de relumbrón en las redes sociales hubiera que lucir tableta de chocolate, muslos prietos y cutis de porcelana, pero al «postureo» (y a la impostada perfección a él solapada) se le están agotando al parecer las pilas.

En las plataformas 2.0 gozan de cada vez más prosélitos los prescriptores que se presentan frente a sus fans sin una gota de maquillaje, con el pelo sucio y haciendo gala de una brutal honestidad donde no tienen cabida los filtros y sí los granos, los michelines, las estrías y todo tipo de imperfecciones (las que tiene todo hijo de vecino).


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Aunque en los últimos años el influencer marketing se ha pegado como una lupa a cuerpos de ensueño, casas de ensueño y viajes de ensueño, lo cierto es que lo que hay en la trastienda de esta disciplina dista de ser de color de rosa. Y la perfección (forzada) que los influencers inoculan en sus publicaciones en los social media puede acabar resultando tan soporífera como lacerante para sus fans.

La aparente perfección de la que hacen gala los influencers en las redes sociales puede ser extraordinariamente peligrosa para los usuarios más jóvenes de las plataformas 2.0. Al fin y al cabo, durante la pubertad la imagen que tenemos de nosotros mismos es fuertemente deudora del «feedback» que tienen a bien hacernos llegar los demás. Y compararnos con la imagen pluscuamperfecta que proyectan de sí mismos los prescriptores en las redes sociales puede llegar a ser muy doloroso.

El influencer marketing parece dispuesto a desintoxicarse del a menudo ponzoñoso «postureo»

Si los jóvenes de entre 12 y 17 años invierten hasta dos horas y media cada día en las redes sociales y frente a sus retinas desfilan casi única y exclusivamente cuerpos apolíneos convenientemente retocados con Photoshop, es casi inevitable perder el contacto con la realidad.

Quizás por ello y conscientes del daño que infligen en no pocos adolescentes, los influencers ya no fuerzan tanto el «postureo». Y no solo se toman la molestia de ser más naturales sino que celebran incluso la fealdad, poniendo bajo los focos su acné, sus michelines y sus cabellos grasientos.

«Si los influencers mostramos que tenemos los mismos problemas que los demás, generamos sentimiento de seguridad en nuestros fans y nos ganamos también su comprensión», explica la influencer austriaca Antonia Schulze en declaraciones a T3N. En Instagram Schulze muestra a menudo sin prurito alguno las secuelas del acné hormonal que padeció durante mucho tiempo.

A ojos de Jacqueline Bourke, Head of EMEA Creative Insgihts de Getty Images, es obvio por qué la naturalidad de la que hacen gala cada vez más influencers es tan bien recibida por sus fans. «El consumidor tiene un fuerte anhelo de representaciones más auténticas en la publicidad. No en vano, a 8 de cada 10 consumidores les gustaría que las marcas mostraran en sus anuncios cuerpos de todas las formas, tipos y tamaños. Además, más de 50% de las personas son confrontadas cada día con imágenes que distorsionan la realidad y que se traducen a menudo en discriminación en base al físico», explica Bourke.

La gente agradece que los influencers se muestren sin filtros en las redes sociales

«Sé de primera mano lo que sufren la psique y la autoestima cuando te enfrentas a determinados problemas», apunta Schulze. «En este sentido mi consejo para todos aquellos que dudan de vez en cuando de sí mismos que es no están solos», dice.

Teniendo en cuenta que solo el 6% de los consumidores se siente adecuadamente representados en lo que ven en la publicidad, no sorprende en modo alguno que cada vez más gente se refugie en redes sociales como Instagram para encontrar a personas (ajenas al «postureo2) con las que poder identificarse.

¿Ha llegado la naturalidad para quedarse a las redes sociales? Aún es pronto para decirlo, pero para que ésta eche raíces profundas en las plataformas 2.0 es necesario también que los influencers sean leales a sus propios principios y no se vendan al mejor postor (algo que resulta extraordinariamente tentador cuando hay cheques con muchos ceros de por medio).

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