Innovación: La preocupación medioambiental es un motor de innovación

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Arancha Martínez, fundadora de la ONG Itwillbe.org, estaba trabajando en un proyecto de cooperación en la India cuando observó que la colaboración entre entidades, la eficiencia y la transparencia eran las tres grandes asignaturas pendientes de un sector basado en la confianza como era el suyo, y que, precisamente, dependía de esta para conseguir donaciones con las que operar. Decidió centrarse en cómo desarrollar estos tres conceptos y vio que la solución estaba en la tecnología.

Fue entonces cuando se topó con una tecnología desarrollada por Fujitsu que permitía aplicar biometría para identificar menores que no tenían otra manera de hacerlo y, con ello, evitar la esclavitud infantil. Con el paso del tiempo, aprendió sobre blockchain y vio que era una herramienta excelente no solo para trazar las donaciones, sino también para gestionarlas de manera más eficiente, pues se reducían los intermediarios. Así nació ComGo, un ecosistema que emplea la tecnología de cadena de bloques para que los ciudadanos y las organizaciones interactúen en favor de iniciativas con trasfondo social. Pero este caso es solo uno de los miles de ejemplos de cómo el foco social o medioambiental puede impulsar el desarrollo tecnológico. Sobre muchas de estas iniciativas se debatió este jueves, en el marco de la jornada Sostenibilidad como generador de innovación, organizado por Icemd, el instituto de innovación de ESIC.


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La búsqueda del impacto social a través de la tecnología es también lo que motivó el nacimiento de Ecoalf en el año 2009. “Queríamos hacer una marca que fuera sostenible desde el principio. Crear productos a partir de materiales reciclados, pero que tuvieran la misma calidad y diseño que los que no lo eran”, explicó la responsable de marketing y comunicación de la firma, Carolina Álvarez-Ossorio. Gracias a la innovación han conseguido desarrollar deportivas y abrigos a partir de objetos desechados tan variados como neumáticos o redes de pescar, pero para la directiva, la principal barrera no estaba en la tecnología, sino en los consumidores. “Al principio la gente no llegaba a entenderlo y automáticamente pensaba que lo sostenible era de peor calidad. Con el tiempo han visto que no”, concluyó.

La mentalidad a largo plazo es una de las máximas cuando se trabaja con innovación y sostenibilidad, ya que la investigación suele tardar en dar sus frutos. Lo importantes es mantenerse en el buen camino. Así lo ve también el responsable de relaciones institucionales de Michelin, Hugo Ureta. La compañía comenzó destinando los neumáticos viejos para hacer carreteras y parques infantiles y fue desarrollando la tecnología hasta conseguir reutilizar las ruedas para la confección de otras nuevas. De hecho, su portavoz aseguró que actualmente recogen más neumáticos viejos de los que fabrican. Muchos de estos proyectos aún no tienen un impacto real en la cuenta de resultados, pero el directivo aseguró que no es algo que le preocupe en este momento. “Algunos no son rentables porque aún estamos empezando, pero hay que tener una mentalidad global del ciclo de vida del producto. Creemos que en el futuro serán rentables, pero es que tampoco tenemos otra opción que preocuparnos por la sostenibilidad”, apuntó.

En este sentido, Miguel López, director corporativo de comunicación de Gestamp y presidente de la comisión de negocio responsable en Sernauto, reconoció que la legislación ayuda a marcar objetivos ambiciosos, un aspecto en el que España y Europa son líderes, pero se mostró partidario de dejar cierta flexibilidad. “La regulación tiene que marcar los objetivos, pero no el camino. Hay que dejar que el mercado, con innovación, llegue hasta ellos, porque hay veces que las empresas darán soluciones que ni el regulador conoce. Es una forma mucho más eficiente”, concluyó.

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