Estudios: El consumidor no volverá a ser el mismo y por eso la recuperación se retrasará

 

La nueva normalidad será de todo menos normal. La actividad económica irá dando pequeños pasos hacia la reapertura pero el comportamiento de hogares, empresas y gobierno será diferente. Y esa es una de las razones por las que “la economía no se recuperará rápidamente en forma de ‘V’”, sostenía un informe de Deutsche Bank hace unas semanas.

Si el coronavirus no fuera tan inédito, muchos esperarían volver a la normalidad tomando un café en una terraza, cenando en su restaurante favorito, yendo de compras, al cine,  de viaje… “Intuitivamente podríamos esperar esperar un pico del consumo inmediato, pero cuanto más largo sea el confinamiento, mayores cambios estructurales veremos en nuestros hábitos de consumo”, explica Pedro Rey Biel, profesor de economía del comportamiento en ESADE.


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Muy al principio, cuando se pensaba que esto del coronavirus iba a ser otra historia completamente diferente, muchos economistas argumentaban que algo llamado “demanda embalsada” nos sacaría rápidamente del pozo del confinamiento. Se referían a todas esas decisiones de compra y de inversión que se habían tenido que paralizar. Esas operaciones se irían acumulando, como el agua de un pantano, a la espera de poder materializarse. Serían como un chute de energía a la economía en cuando se pudieran retomar.

Con el coronavirus no es que no exista esa demanda embalsada, es que no sabemos exactamente como será (pero casi seguro que mucho menor de la esperada inicialmente). “El consumo puede ser menos impulsivo y mas razonado, fruto de lo que hemos hecho en estos días. También el habernos dado cuenta de que esto puede repetirse y ser más precavidos”, apunta Rey. A lo mejor el que se iba a comprar un coche, espera. La reforma del baño, se retrasa. La instalación de una nueva maquinaria en la fábrica, se cancela… La prudencia (y también el miedo a que la situación se repita) se apodera de nosotros.

Si tomamos como referencia lo que pasó en la Gran Depresión de los años treinta, los hogares aumentaron sus ahorros como medida preventiva. “¿Qué sentido tiene que rebajemos ahora impuestos a la gente?”, preguntaba hace unas semanas un miembro del Gobierno. “Si todo ese dinero se va a ir al ahorro…”, añadía. Y en la cuenta corriente ahora mismo no vale para sacarnos del agujero. En otro momento diríamos: “fenomenal, aumenta el ahorro de los hogares”. Pero… en tiempos del coronavirus, no.

Existe otra posibilidad totalmente opuesta: que la gente se lance a funcionar en modo ‘carpe diem’. “Si el futuro tiene visos de no llegar o es muy incierto, como sucede en contextos duros e impredecibles, tendemos a responder priorizando el corto sobre el largo plazo”, argumenta Antonio M. Espín, economista del departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada.

“Hay evidencia del efecto en el comportamiento tras desastres naturales como huracanes, terremotos o incluso fenómenos más lentos como la sequía: la gente se vuelve más impaciente”, explica Pablo Brañas-Garza, director de Loyola Behavioral Lab. 

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