Para que la ciudadanía realmente migre hacia una movilidad sustentable se necesita infraestructura, estaciones de carga pública y repensar la dinámica urbana
A medida que se suceden las noticias respecto de la transición hacia energías limpias, y especialmente acerca de la electrificación en materia de movilidad, sobreviene la sensación de que el auto a combustible convencional tiene los días contados.
Aunque, en un fenómeno de semejante complejidad, las cosas ocurren de manera dispar según qué región, país o ciudad miremos. Además, la eliminación del automóvil, tanto como la transformación en la alimentación de los motores, implican un viraje de proporciones incalculables en una industria que supo ser estratégica en el impulso del capitalismo durante buena parte del siglo XX, así como en el diseño de ciudades que han sido pensadas, planificadas y diseñadas, más para los autos que para las personas.
Lo cierto es que a partir de que diversos organismos e iniciativas internacionales van tejiendo acuerdos con los gobiernos en los que se asume el compromiso de reducir la huella de carbono y el impacto ambiental del consumo de combustibles fósiles, se apunta a la movilidad particular y se concentra la atención en el automóvil.
Panorama internacional
En 2021, Noruega fue el país con más autos eléctricos per cápita del mundo. Para impulsar la transición hacia energías limpias, se exime de impuestos la fabricación de autos eléctricos, mientras que se grava fuertemente a las empresas que producen vehículos diésel o gasolina.
En Estados Unidos, el plan de Biden para reformar la infraestructura del país podría dar un impulso sin precedentes a los vehículos eléctricos, pues incluye fondos para estimular la producción de automóviles, baterías, piezas y materiales en las fábricas nacionales y nuevos incentivos fiscales y reembolsos en el “punto de venta” para que se fabriquen coches eléctricos y camiones más asequibles.
Por su parte, la Unión Europea lanzó el Plan Verde, propuesta que tiene como objetivo poner fin a motores de combustión a partir de 2035 y que pretende lograr que los aviones usen solo biocombustible. En esta línea, las automotrices aumentan su oferta de automóviles híbridos y 100% eléctricos y dan a conocer sus compromisos de poner fin a la fabricación de autos a combustión fósil. Así, empresas como Volvo y Ford han anunciado que para 2025 y 2030 respectivamente solo venderán autos eléctricos.
En Latinoamérica, México lidera la venta de autos eléctricos. Chile concentra la mayor flota de buses eléctricos de la región -y la segunda a nivel mundial después de China-, seguida por Colombia.
Infraestructura urbana readaptada a una nueva movilidad urbana
Para que estas iniciativas se fortalezcan, y la ciudadanía realmente migre hacia una movilidad eléctrica, se necesita de infraestructura, la cual en la mayoría de los países, y principalmente de Latinoamérica, aun es escasa. Por ello, la infraestructura urbana debe hoy comenzar a adaptarse para el futuro de la movilidad eléctrica.
Estaciones de carga pública, en rutas, calles y espacios públicos, así como en espacios privados –shoppings, aeropuertos, estacionamientos de locales comerciales o estaciones de servicio- son clave para prepararse para ese camino hacia el futuro que ya ha comenzado, así como estratégicos para tornarse más competitivos frente a usuarios que adoptan este tipo de movilidad.
Es que en el contexto actual, la innovación es sostenible o no lo es y las ciudades inteligentes deberán pensar en términos de sostenibilidad o poco tendrán de inteligentes. Y en esa búsqueda por la innovación sostenible e inteligente, la movilidad urbana juega un rol clave porque movernos es esencial en cualquier ciudad y la forma en que lo hacemos, y el impacto que ello genera en el ambiente, tiene el enorme potencial de influir en la calidad de vida de quienes transitamos las ciudades todos los días.
