¿Qué supone el ‘power dressing’ en 2022?

De acuerdo al portal de noticias vogue.es

Las tendencias apuntan a unos códigos de oficina cada vez más dispares. ¿Qué supone el ‘power dressing’ en 2022?

Edith Head, la icónica figurinista de cine, solía decir que una persona puede conseguir todo lo que se proponga en la vida si se viste para conseguirlo. Las formas que se empleen a fin de lograr tal objetivo ya resultan otro cantar.


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En términos de poder, actualmente los códigos para la mujer pueden variar entre un traje con corbata, un jersey y una falda con transparencias o una americana llevada a modo de microvestido. Esta temporada o/i 2022-23 el sector ha puesto el foco en el power dressing, en el poder que tiene la ropa para definir el estatus de alguien. Y su fórmula es la de una bestia camaleónica, con la capacidad de adaptarse a los guardarropas más polarizados.

Tradicionalmente, la imagen profesional siempre se ha articulado en torno a un lenguaje muy específico: masculinizar el atuendo, el lenguaje corporal e incluso la puesta en escena era la manera que tenían las trabajadoras de decir que podían equipararse a cualquier compañero de oficina.

Aquel fenómeno fue trascendental en los momentos de posguerra del s. XX y también en los 70 y los 80, coincidiendo con la incorporación masiva de la población femenina al trabajo. Pero, ¿qué sentido y relevancia tiene en 2022? “Ahora estamos intentando proyectar otro tipo de imagen de poder”, expone Patrycia Centeno.

El filósofo Georg Simmel recogía en Filosofía de la moda que esta acentúa dos tendencias contrapuestas, la de imitar y la de distinguirse. La misma idea podría aplicarse a la ropa de poder: en la otra cara de la moneda, además de estatus también serviría como vehículo de autoexpresión. “La generación Z está abordando el cuerpo vestido de una forma completamente diferente”, declara McClendon. “Creo que el power dressing, con sus proporciones exageradas, es una herramienta poderosa para jugar y experimentar con las normas de género”, apunta.

A la hora de hablar de las colecciones de alta costura de invierno, The New York Times aludía a una especie de ‘consenso’ entre las firmas: el mejor favor que podían hacer a sus clientes era infundirles una sensación de poder a base de “hacerles sentir bien”. Un buen ejemplo se podría encontrar en Viktor & Rolf, cuya propuesta de oficina pasaba de la estructura rígida al drapeado. “Sin la construcción que crea una ilusión de poder, surge una nueva perspectiva”, comentaban los diseñadores.

Sin esa ‘tensión’, su sastrería era más suave y cómoda, pero igual de potente. El cambio también radicaría en el matiz entre poder y poderío que distingue Patrycia Centeno: “Para mí, antes, el power dressing consistía en demostrar a los demás que tenías poder, según las reglas de otros. Ahora no necesitas que nadie te lo otorgue, sino que nace de ti. Es el orgullo o la autoestima para poder reivindicar quién eres tú, cómo eres y cómo deseas expresar tu estilo”, concede.

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