Más allá de la maravilla, tal vez, esté la perfección. Y, en una tarde de julio en París, se encuentra en la orilla izquierda del Sena. La galería de los impresionistas del Musée d’Orsay está abierta exclusivamente para un grupo de afortunados invitados. Bernard Arnault, mecenas del coloso del lujo LVMH, camina radiante entre Monet, Renoir y los demás, a quienes conoce y ama más que cualquier otro coleccionista.
De hecho, la espléndida pintura La partie de bateau de Gustave Caillebotte lleva una placa especial que explica que la obra está allí, disponible para el mundo, gracias a su gesto de mecenazgo. Junto a monsieur Arnault, el joven hijo Jean: adorable, directo, impecable en un saco cruzado de un azul no demasiado oscuro y zapatos Loro Piana. También de ojos azules, debuta como gerente del grupo que reúne a 75 de las marcas más importantes del mundo del lujo, entre ellas Louis Vuitton.
En la sala cercana, bajo uno de los relojes gigantes de la gare (la antigua estación que ahora alberga el museo) y entre las copas de Ruinart (una de las etiquetas del grupo), aparecen Bradley Cooper, Antoine Arnault, el hermano mayor de Jean, con su esposa Natalia Vodianova, Alicia Vikander y su esposo Michael Fassbender, quienes hablan con Pietro Beccari, CEO de Louis Vuitton. Tout se tient, dicen los franceses.
Como en una película, el guion está formado por muchos elementos, todos dirigidos a un solo objetivo: “Ha llegado la hora de abrir un nuevo capítulo en la historia de la relojería”, anuncia Jean Arnault, director de relojería de Louis Vuitton. “Después de 21 años de éxito, nuestro Tambour evoluciona y luce una caja más delgada, con líneas elegantes y estilizadas. El savoir faire tampoco tiene precedentes”.
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Existen dos las versiones en acero, el material elegido para el nuevo Tambour, que, con un diámetro de 40 mm, es unisex: un modelo tono sobre tono con carátula gris plateada y otro con carátula azul en contraste. La caja, de 8.3 mm de grosor, sigue la anatomía de la muñeca con el brazalete integrado y está equipada con un movimiento, el calibre LFT023, automático y de nueva fabricación, diseñado por La Fabrique du Temps LV de Ginebra. Una nueva identidad, una pequeña y, a la vez, gran revolución que marca la entrada de la maison en la categoría de los relojes sport elegance.
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