Opinión: Mentalidad emprendedora

Mano sosteniendo bombillo rojo digital

Los emprendedores, comentaba mi interlocutor, suelen plantear modelos de negocio desde la observación curiosa de su entorno.

 

Los emprendedores son, en las actuales circunstancias, valiosos maestros para la práctica de la estrategia empresarial. Siempre lo han sido, es pertinente ahora observarlos con mayor atención.


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Más allá de sus metodologías o marcos de referencia, sobre los cuales afortunadamente hay abundante literatura disponible, uno de sus rasgos más atractivos es su mentalidad.

El interés por el asunto me ha llevado a conversar con emprendedores en diversas etapas de su proceso. Uno de ellos me compartió sintéticamente su visión al emprender desde tres conceptos muy sencillos, cosechados desde un excelente libro escrito por Randy Komisar y John Mullins.

Los comparto en tanto observo su utilidad para los empresarios, y eventualmente para todos como ciudadanos en la coyuntura actual.

Los emprendedores, comentaba mi interlocutor, suelen plantear modelos de negocio desde la observación curiosa de su entorno.

En las grietas de esa realidad es donde habitan las oportunidades, tanto de creación como de mejora. Dos herramientas les resultan útiles para validar conceptualmente tales modelos: analogías y antilogías.

Las primeras, los llevan a observar otras industrias para identificar en ellas similitudes con su modelo teórico, y aquello que puedan imitar o trasplantar, de tal manera que son una fuente de evidencia que genera confianza.

Las segundas, suelen provenir de su propia industria y hacen referencia a eso que no funciona bien en ella para los clientes o que ofrece la oportunidad para su disrupción, bien desde la innovación o acudiendo a la importación de análogos en otras industrias.

Una prueba significativa de su mentalidad se da en un tercer elemento: los saltos de fe. Mientras que para analogías y antilogías hay evidencia cierta o al menos observable, para estos últimos aquella no existe y por eso no clasifican en estas dos categorías.

Un salto de fe es la primera variable por validar una vez se asume el reto de llevar a la práctica ese nuevo modelo de negocio.

Tales saltos, que no son al vacío, representan la fuente más poderosa de innovación y disrupción, así como de riesgo, y caracterizan el terreno desconocido del que gustan aquellas personas con mentalidad emprendedora en tanto en aquel se materializará su apuesta educada hacia la evolución de una industria.

Esta forma de pensar cultiva, por ejemplo, la capacidad de observación con sentido crítico de la propia industria y con curiosidad de otras.

Así mismo, el deseo de mejorar una industria, aun a costa de asumir riesgos e incomodarnos, y recoge actitudes tan loables como la propensión para experimentar y la empatía por los clientes que se beneficiarán del nuevo modelo.

Si en lugar de una industria estuviésemos hablando de un país, quizás también la mentalidad emprendedora, creativa y sensible, nos ayudaría a construir juntos un mejor futuro.

Carlos Téllez
[email protected]

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