A inicios del siglo XX, las mujeres que abogaban por el derecho a voto en EEUU usaban un labial rojo. En una época en la cual el uso del labial rojo era asociado a mujeres “de dudosa reputación” (su uso había sido incluso castigado socialmente en la época victoriana), estas mujeres inteligentes, educadas, reflexivas, llenas de fuerza y capaces de hacer que las cosas sucedieran, usaron un labial rojo como una provocación al sistema y así de forma desafiante, pero con un elemento asociado desde siglos a la femineidad, visibilizaron su causa, pero por sobre todo visibilizaron a todas las mujeres.
Hoy, más de cien años después, las mujeres hemos ido ganando cada vez más espacios. Con la misma fuerza de esas pioneras, cientos de mujeres cada día trabajamos por nuestras causas, sean estas públicas (como por ejemplo, más espacios de participación y toma de decisiones para la construcción del bien común), como privadas (la mujer que cada día lucha por sacar adelante a su familia). Todo esto, haciendo muchas cosas a la vez, conectando con miles de mundos y requerimientos al mismo tiempo, cuestionadas, con más de alguna renuncia personal, y la enorme capacidad de trabajo que nos caracteriza.
A lo largo de las décadas, en el mundo ejecutivo, por ejemplo, fuimos ganando espacios. Y las pioneras, quienes abrieron camino, tuvieron que constantemente mostrarse fuertes, “con carácter”, golpear la mesa y volverse de hierro, desarrollando en ellas características que se asemejaban al único estilo de liderazgo del cual se tenía noción en ese momento: un estilo de liderazgo más bien asociado a lo masculino, lo cual se observa incluso en los códigos de imagen usados en décadas pasadas.
Hoy, en un mundo VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), con múltiples demandas, actores y desafíos, abunda la literatura que habla de la necesidad de liderazgos distintos: más dialogantes, capaces de llegar a acuerdos, de conectar, escuchar, entender al otro y construir teniendo sobre la mesa todos los impactos y actores. Un liderazgo más cercano a lo femenino.
Aún hay tareas pendientes en términos de equidad de género (un reciente informe de la CMF (Comisión para el Mercado Financiero) habla de la brecha en términos de la poca participación de mujeres en directorios), pero el primer paso es estar conscientes y reflexionar. O mejor aún, pasar a la “refle-acción”. En la Cámara de la Industria Cosmética de Chile, una industria que es clave para casi medio millón de emprendedores (mayoritariamente, mujeres), la mayoría del Directorio son mujeres (5 de 9), hemos tenido 2 presidentas (María López Vargas e Ivón Abuawad) y a contar de este año tenemos por primera vez una presidenta ejecutiva. Más que importar cuánto tiempo tuvo que pasar, lo importante es que hoy es una realidad.
Los tiempos actuales exigen complementariedad en los liderazgos, lo cual implica fuerza, pero también aspectos como los que mencionaba anteriormente. Liderazgos sin dejar de ser lo que somos, liderazgos desde lo femenino… con el poder de un labial.
Por Lucía Martínez Caro, Presidenta Ejecutiva Cámara Industria Cosmética
