El rostro como preludio de confianza

Ivette Estrada, Escritora, Periodista y RP

«El rostro como preludio de confianza», es el tema que nos propone Ivette Estrada, Escritora, Periodista y RP.

La confianza y amabilidad logran repuntar ventas de 7 a 12%. Y en ambas, las características del rostro tienen un papel crucial. ¿Increíble? No tanto.


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Aunque la confianza es un valor trascendental que se construye en el tiempo, bastan 100 milisegundos, menos de la mitad del parpadeo, para decidir si confías en la persona frente a ti. Este nuevo dato rebasa con mucho la creencia ancestral de los tres minutos, de ahí la importancia de los discursos de apertura y cierre en los juicios orales. La realidad muestra que “una ojeada” basta para establecer nuestros juicios preliminares.

¿Paradójico? Si, y erróneo tal vez, porque en un breve tiempo puedes ser víctima de estereotipos sociales o sucumbir ante una sonrisa y generar una percepción errónea de tu interlocutor. Es el sesgo primigenio que nos aterra en la inteligencia artificial.

Ahora: alguien digno de confianza posee una llave muy poderosa: la influencia social, lo que se traduce en  ser electos, ostentar influencia, obtener préstamos o hasta sentencias penales más indulgentes.

No es sorprendente que un elemento clave de los estereotipos que subyacen a la confiabilidad es el atractivo, conocido durante un siglo por los científicos como el «efecto halo». En ausencia de éste, los rostros que parecen más felices o accesibles y los calificamos de “confiables”.

Las computadoras y los humanos concuerdan en ello: los rostros que parecen más felices y accesibles se perciben como más confiables.

La buena noticia es que los rostros más comunes son los que inspiran mayor confianza respecto a los muy bellos. Pero si suponíamos que una clara manifestación de felicidad nos acercará a generar confianza estamos equivocados: los rostros con una clara predisposición a una emoción: enojo, sorpresa, asco, alegría o entusiasmo, suelen “frenar” a los otros. Marcan un notable distanciamiento y, por ende, no resultan confiable.

Sin embargo, diversos estudios son concluyentes: la sonrisa es un signo inequívoco de confianza. A quien la ostenta le damos la máxima puntuación de credibilidad y confianza.

A la par, los rostros iracundos son los más sospechosos e instintivamente tratamos de apartarnos de ellos.

Muchos estudios asocian la confiabilidad a los pómulos marcados y mentón ancho. Otros mencionan que el extremo de las cejas sea más alto. En realidad, cada rasgo está asociado a nuestros propios estereotipos de confiabilidad. Se trata de un sesgo cultural muy arraigado y altamente arbitrario.

Sabemos que los juicios sobre una persona son inmediatos, pero hay mucho más atrás de un rostro: la auto confianza, la sonrisa genuina, el mirar directamente a los ojos del interlocutor, un interés verdadero por el otro…

El verdadero “halo” en realidad no se asocia a una forma o color predeterminado, sino al carisma o la gracia que poseen quienes se interesan en los demás y los consideran personas únicas. En la capacidad de descubrir la unicidad de cada consumidor subyace nuestra verdadera confiabilidad y atractivo social.

Sonreír es un maquillaje instantáneo, que puede acentuarse cuando empleamos la sonrisa de Duchenne se caracteriza por el levantamiento bilateralmente simétrico de los labios y la activación de los músculos orbiculares, esos que actúan para abrir y cerrar los párpados y son importantes en la expresión facial. Este movimiento crea un efecto de “pata de gallo” en las comisuras de los ojos, es el símbolo de la sonrisa verdadera.

No es el rostro un imán. Es lo que realmente somos lo que puede o no atraer a los otros. Es la autenticidad y respeto.

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