Neuromarketing: ¿Realmente afecta a nuestro cerebro la falta de compasión?

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En unos diálogos que llevaron a cabo científicos con el Dalai Lama en torno al poder de transformación de la meditación y la compasión, se menciona el caso de una prisión de California donde se ofrecieron cuarenta horas de entrenamiento en meditación compasiva a presos condenados a cadena perpetua por asesinato. El ejercicio consistía en una meditación simple para propiciar una relajación mental. Uno de los participantes, jefe de una banda, en esas cuarenta horas de meditación llegó a la conclusión de que su vida pasada había girado únicamente entorno al odio. Desde entonces cambió radicalmente su comportamiento. Pese a que un año después falleciera asesinado por uno de sus compañeros, logró convertirse en una persona completamente diferentedando muestras de mayor generosidad y compasión con los demás.

Otro ejemplo similar, es el de otra prisión que ofreció aprendizajes en prácticas meditativas a criminales condenados por cometer abusos infantiles. Mediante estas prácticas los presos pudieron conectar con la perspectiva de las personas a las que habían dañado, conectando con esa empatía que carecían cuando cometieron sus delitos.  De esta manera lograron dar el primer paso para alcanzar la compasión: sentir empatía por quien sufre.


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«Los sistemas cerebrales pueden modificarse hasta convertirse en un estado de ánimo frecuente e incluso modificar la personalidad».

A través de las prácticas de meditación o respiración consciente, se aprende a emplear la imaginación para modificar el funcionamiento fisiológico, alcanzado más fácilmente un estado provisional de emociones positivas o compasión. Las investigaciones muestran que si se ejerce de una manera continuada, y se convierte en un hábito, los sistemas cerebrales pueden modificarse hasta convertirse en un estado de ánimo frecuente e incluso modificar la personalidad. De hecho,  en el primer ejemplo de la prisión bastaron cuarenta horas de ejercicio meditativo para conseguir un cambio en el comportamiento.

Y este cambio tiene su reflejo en el cerebro. Uno de los científicos, Francisco Valera, confirma que el cultivo de la compasión produce un cambio en la plasticidad del sistema nervioso. De tal manera que se produce una transformación neurológica que hace a las personas diferentes de las que eran antes de iniciar la práctica compasiva. Cuando se practica la compasión se activa el sistema de calma y confort de manera que nuestro cuerpo genera las hormonas oxitocina y endorfina, provocando un sentimiento de paz interior y conexión social.

«Se puede afirmar que la compasión se puede entrenar y un primer paso son las técnicas meditativas.»

Con su práctica repetida es posible transformar nuestro cerebro y por ello nuestra forma de entender la vida. La práctica de la compasión reporta un equilibrio emocional propiciando una sensación de confort, fortaleciendo nuestra seguridad y aumentando nuestra predisposición a experimentar emociones positivas, aquellas que repercuten en nuestro cuerpo de una manera positiva. Esto hace de vital importancia incluirlas en la educación desde temprana edad.

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