En educación no es innovación todo lo que reluce

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A principios de este siglo, parecía que las pizarras digitales iban a revolucionar el sistema educativo. Su potencial, la interactividad, iba a permitir transformar los enfoques de enseñanza. En 2014, un estudio del ONTSI consultó a los docentes sobre el uso que se le daba a las pizarras digitales en ese momento. El 87,1 % la usaba para explicar y hacer preguntas en clase. Algo que ya podíamos hacer con las pizarras de tiza.

Hace casi una década de los datos recopilados de este estudio, pero resulta muy útil para ejemplificar que, si la tecnología no va acompañada de una mejora metodológica, no hay innovación educativa real. Después de las pizarras digitales llegaron otros recursos: robótica educativa, realidad aumentada, aplicaciones de gamificación, etc. Diversas herramientas que tienen mucho potencial, pero que a veces usamos para hacer lo mismo de siempre.


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La imagen de @yo_runner lo ejemplifica muy bien. Van pasando los años y las tecnologías, pero si la actividad que hacemos es básicamente la misma, no podemos llamarlo innovación educativa. Como alertan algunos expertos, nos estamos centrando en aplicar la última tecnología de moda, dejando de lado los cimientos de la Tecnología Educativa y el análisis de por qué incorporar estos medios. Es decir, hacemos innovación vacía, que más que mejorar, no sirve para nada o incluso perjudica el proceso de enseñanza y aprendizaje.

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