Chile: Empresa textil Karmy se va a quiebra dejando a más de 90 desempleados

Cincuenta y seis años. Cuatro tiendas. 95 empleados. Un gran taller en 1 Norte, en Viña del Mar. Decenas de máquinas de coser, centenares de telas de algodón pakistaní, unos cuantos pares de maniquís desnudos en el suelo, puertas con acceso biométrico en un edificio sin luz eléctrica. Prácticamente toda una vida de trabajo. «Karmy», muy bien conocida por la famosa ropa interior «Carter`s», se va a la quiebra tras su gran éxito entre los `70 y `90, años a los que, por varias razones que explicará su dueño, le siguieron otros tantos de una agonía económica que los terminó ahogando.

Eso llevó a que la tradicional textilera local se acogiera a la nueva ley de quiebras o Ley de Insolvencia y Reemprendimiento, y su liquidación fue dictada el pasado viernes 8 de febrero.


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Roberto Karmy forma parte de una familia de tradición textil. Su padre, del mismo nombre, estableció a comienzos de los años 60` una fábrica de pantys, calcetines, ropa interior y pijamas que comercializaba productos bajo la marca Carter`s. La alta calidad de las prendas de confección nacional impulsó este negocio familiar que creció rápidamente hasta lograr ventas de Arica a Punta Arenas. Comercializaba a clientes especialistas y multitiendas regionales, y también a través de su red de tiendas propias en Viña del Mar, Valparaíso y Santiago.

El camino nunca fue fácil. La empresa logró diferenciarse de los productos a bajo costo provenientes de oriente, pero con márgenes muy reducidos. Con esta fórmula logró sobrevivir a las diferentes crisis económicas y recesiones en el país, pero muchas veces endeudándose hasta que no pudo más.

A fines de la década del 2000, la empresa familiar enfrentó el primer gran golpe, aunque poco antes debió combatir la irrupción de los malls en Viña del Mar, las nuevas demandas del retail y la reducción de proveedores de tres grandes tiendas a las que suplía de productos, lo que le generó las primeras deudas: la marca estadounidense del mismo nombre, controlada por The William Carter Company, quiso ingresar al mercado chileno e inició contra ellos una larga disputa marcaria. Pese a ganar este litigio, finalmente vendieron la marca a la norteamericana, dinero que utilizaron para pagar deudas, construir una nueva y costosa planta en 1 Norte, cuya inversión alcanzó los $ 900 millones, y así proyectar el negocio familiar, que comenzó a comercializar sus productos desde ese entonces con el nombre «Karmy».

Al hablar de esto, Roberto Karmy recuerda la muerte de su madre en 2006, unos años antes del cambio de marca. Ella, dice, estaba agobiada por la situación que vivían. «Hubo un tiempo en que cayó un 30% la venta y ahí nos endeudamos harto para poder resistir y cambiar el giro del negocio. Pero además hubo un hecho que nos abatió bastante: mi mamá se suicida cuando mi papá trabajaba en el negocio por las deudas, y mi papá quedó muy abatido. Se suicida un sábado, el domingo Caffarena nos hacía una devolución de producto y el lunes estábamos en el banco pidiendo plata, sin hacer duelo ni nada. Fue muy bravo», cuenta.

El gerente y representante legal de «Karmy», mientras relata todo esto, revisa un cuaderno con anotaciones que solo él entiende, pero que para sus ojos son claras. Son dos planas, enfrentadas y divididas por una línea imaginaria que habla del antes y después de la textil. «Nos metimos a un triángulo de las bermudas, porque compramos productos chinos que se encogían, ya no era la misma calidad de nuestros textiles, perdimos la marca y gastamos mucho dinero en esta planta de primer nivel; además, los ingenieros que trajimos nos dijeron que ampliáramos los productos a ropa deportiva, lo que nos debilitó más… no los vendimos, los tuvimos que liquidar», se queja, respecto a la segunda mitad de su mapa del desastre.

De hecho, para explicar estos cambios, Roberto recorrió Chile visitando a sus clientes, pero los productos importados no fueron bien recibidos y perdieron clientes, con lo cual las ventas cayeron en un 40% respecto al año anterior.

La suma de malas decisiones condujo a que las deudas superaran las ganancias de la empresa. Alcanzaron una pérdida promedio anual por $350 millones, lo que provocó que sumaran deudas por más de $1.100 millones al cierre de sus puertas, hecho que se realizó en diciembre del año pasado, con el despido de trabajadores y el corte de los servicios de luz y otros.

Aunque Karmy adquirió la participación de sus anteriores socios para dar continuidad a la marca, y pese al apoyo de la consultora viñamarina Astur, que ordenó la contabilidad y finanzas de la compañía logrando reducir las pérdidas, eso no fue suficiente y en agosto del año pasado no pudo más. Karmy y su padre -únicos socios de la compañía a esa fecha- se acogieron a la Ley de Insolvencia y Reemprendimiento luego de quedarse sin capital para continuar inyectando a la empresa y después que la banca les cerrara las puertas para nuevos créditos.

El 30 de enero se presentó la quiebra y el trámite fue acogido el pasado viernes. Karmy, tras todo este largo proceso, dice que tiene un primer gran objetivo una vez que se vendan o rematen los bienes: pagar a los trabajadores. Luego, a los bancos y demás acreedores.

Antes de cerrar los portones de la planta que espera vender a buen precio, recorre sus pasillos. Esta vez no con la alegría y esperanza que tenía cuando niño, al correr entre los recovecos de la primera sede de «Carter`s» en Condell, Valparaíso, mientras veía a su padre comenzar una empresa desde cero. Ahora ve el fin de una más de las firmas de producción nacional que pierden la guerra ante la globalización.