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El negocio Frankenstein: mantener centros comerciales con respiración asistida para venderlos por partes

  • El e-commerce ha condenado a muchos de estas instalaciones

El auge del comercio electrónico ha modificado los hábitos de consumo. Mucha gente opta por las aplicaciones online para seleccionar y adquirir los productos que desean, en lugar de acudir presencialmente a las tiendas donde son vendidos. Además, la experiencia traumática de la pandemia continúa afectando negativamente a aquellos servicios donde pueden producirse aglomeraciones, como es el caso del cine, cuyo número de visitas este año sigue por debajo de las cifras de 2019. Esta combinación ha sido demoledora para los centros comerciales templos del consumismo que, en EEUU, están cayendo poco a poco en el abandono. Sin embargo, algunas agencias inmobiliarias han detectado una oportunidad de negocio en la adquisición de estos centros comerciales zombis.

Los centros comerciales comenzaron a expandirse en EEUU en la década de los sesenta y los setenta, cuando los suburbios de las grandes ciudades empezaron a crecer. Desde entonces el ‘shopping mall’ se erigió en el lugar de reunión de muchos barrios del extrarradio, sitios en los que era posible hacer la compra, ir al cine o tomar un helado en alguna franquicia. Sin embargo, esa época dorada se está esfumando. Los centros comerciales de gama baja han perdido entre el 50% y el 70% de su valor desde su apogeo en 2016, según datos de Green Street citados por The Wall Street Journal.


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Aun así, estos añejos y polvorientos centros comerciales representan un vehículo de negocio para firmas como Namdar Realty Group y Mason Asset Managment. Estas compañías se dedican a la compra de estas instalaciones, las cuales suelen localizarse en parcelas de terreno muy cotizadas, e incluyen numerosos establecimientos y aparcamientos. Posteriormente, reducen el gasto de la gestión del centro comercial, disminuyendo la plantilla y el coste de mantenimiento -el cual ya es bajo de por sí al haber caído su valor en los últimos años-, y ponen a la venta los establecimientos y aparcamientos mencionados. En este último caso, las zonas de ‘parking’ pueden subdividirse y ser vendidas en partes por un precio superior al de la adquisición de todo el centro comercial.

Para mantener con vida a estos zombis, las inmobiliarias alquilan los espacios vacíos dejados por los negocios salientes a empresas cuyas actividades van desde los servicios de ‘call center’ hasta pequeños gimnasios. El resultado es un negocio muy lucrativo, similar a la venta de las partes que componen el centro comercial, ahora convertido en Frankenstein.

Así, Namdar Realty Group adquirió en 2020 el centro comercial Berkshire, ubicado en Wyomissing, un municipio (borough, en inglés) de Pensilvania. El precio de la operación no se hizo público, sin embargo, las propietarias pagan actualmente 95.000 dólares anuales en impuestos, un 86% menos que los 600.000 dólares al año que pagaba el dueño anterior del centro comercial. Mientras tanto en 2021, las firmas propietarias vendieron tres espacios ocupados antiguamente por restaurantes por un valor de 6,46 millones de dólares.

Paralelamente, Namdar Realty y Mason Asset adquirieron en Connecticut el centro comercial Crystal por 9,5 millones de dólares, instalación que en 2012 estaba valorada en 153 millones. Se trata de una estrategia provechosa para estas empresas. En este sentido, Namdar Realty comunicó el pasado mes de junio un aumento del 8% del beneficio, hasta los 86,7 millones de dólares. Sin embargo, la administración pública considera que es una actividad que afecta doblemente al municipio, al ingresar menos dinero por impuestos y al impedir la reutilización de esos espacios con fines más beneficiosos para la comunidad.

Tal es la posición de Michele Bare, alcaldesa de Wyomissing. En declaraciones a The Wall Street Journal, Bare señaló que Namdar Realty y Mason «compran grandes parcelas y la reparten en pedacitos, sin prestar atención a lo que está en el centro de esta propiedad», añadiendo que «la dejan desangrarse, pudrirse y morir«.

En el fondo, se trata de un modelo de negocio propio de un contexto histórico en el que los hábitos de consumo están cambiando gracias al impulso del e-commerce. Es una transformación más, como el teletrabajo, el cual ha vaciado numerosas oficinas en las principales ciudades del mundo y que también se enfrentan a un dilema sobre su uso en el presente y en el futuro.

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