Hace dos semanas el Programa de Alta Dedicación Operativa (PADO) de Aceguá -una localidad fronteriza que tiene un «lado» brasileño y otro uruguayo-, con apoyo del Grupo de Reserva Táctica, incautó una carga valuada en más de 400.000 pesos. El contrabandista, un hombre de 60 años, cargaba en un auto decenas de cajas de zapatos, lentes de aumento, gorros, buzos, camperas y pantalones, según informó La Voz de Melo. Un tiempo antes, a principios de junio, siete personas fueron detenidas cerca de la localidad de Arachania, a 22 kilómetros de Melo, por cargar carne porcina, comida para perros, bebidas y comestibles —presuntamente de contrabando— en dos camionetas.
Los procedimientos recibieron fuertes críticas de políticos locales y del senador y exintendente de Cerro Largo Sergio Botana, quien consideró “un exceso” la actuación de las autoridades.
Cuando se dan estos hechos, el resto del país mira a los departamentos fronterizos —puntualmente los que limitan con Brasil— con suspicacia y descreimiento. ¿Cómo puede estar tan legitimado el contrabando?
Nuevas formas
“El contrabando existe desde que nace la frontera”, dice el edil nacionalista Fabián Magallanes. Y Botana afirma: “Mientras exista diferencia de precios entre Brasil y Uruguay, va a existir el contrabando”.
La diferencia, hoy, no es de unos pocos pesos. Una pasta de dientes de 180 gramos se puede encontrar en un supermercado de Aceguá a 4,8 reales; un poco menos de 40 pesos uruguayos. Ese producto, de la misma marca y gramaje, vale 269 pesos uruguayos en un supermercado nacional de gran superficie en el centro de Melo. Y, en el medio, el contrabando: en un almacén céntrico que vende productos nacionales y brasileños, esa misma pasta cuesta 69 pesos. A cuatro cuadras de ese comercio, se la encuentra por 55 pesos.
En definitiva, en un radio de menos de 10 cuadras, el mismo producto tiene tres precios distintos, con una diferencia de más de 200 pesos entre el mínimo y el máximo. ¿La razón? Dos de los comercios compraron la pasta de dientes en Aceguá; la otra, la del supermercado grande, vino desde Montevideo, pese a que el envase dice “industria brasilera” como las demás.
Sucede lo mismo con el resto de los productos de la canasta. La misma marca de café instantáneo de 200 gramos cuesta 113 pesos en Brasil y 337 en el supermercado nacional; el producto es de industria brasileña en ambos casos.
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