Transformación Digital: Las firmas jurídicas tienen una prioridad estratégica

A largo plazo, la cuestión está en vislumbrar cómo será la mejor firma de abogados de los años 30 del siglo XXI y plantear las políticas para llegar a este modelo

En la era de la transformación digital en relación con los despachos, me surgen tres reflexiones.

La primera

Innovar va mucho más allá de aprovechar los avances tecnológicos y digitales. Hay una cierta tendencia a vincular la innovación y la transformación digital. Sin embargo, la tecnología, siendo una prioridad estratégica de las firmas de abogados, y, en general, de todas las compañías (como se pone de manifiesto en el estudio de KPMG Perspectivas 2019), no lo es todo. Esta, debe conjugarse conjuntamente con la gestión de los riesgos, la atracción y retención del talento o la cultura empresarial. Nadie duda que los despachos hemos sabido innovar y por ello somos radicalmente diferentes de los despachos del siglo pasado, sencillamente porque los servicios que debemos ser capaces de prestar, y más allá, la tipología de los clientes, ha cambiado. Es igualmente cierto que las mejores firmas suelen ser las más innovadoras a la hora de buscar soluciones que satisfagan las necesidades de sus clientes y superar sus expectativas.


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La segunda

cualquier avance en digitalización no debe calificarse per se como algo intrínsecamente bueno y positivo. Las tecnologías digitales nos traen nuevas formas de hacer las cosas que benefician a los despachos y a nuestros clientes, y las recibimos con entusiasmo, pero también pueden venir con sesgos que desvíen a un despacho de su estrategia y le separen de su tradición y su pasado, de aquello por lo que sus clientes lo reconocen. No debemos olvidar que las firmas de abogados fundamentalmente prestan servicios jurídicos.

La tercera

No todas las firmas de abogados necesitan una revolución digital total, entendida como un replanteamiento global necesario de todos sus procesos tradicionales para poder subsistir frente a sus competidores. Cierto es que en bastantes sectores económicos esto es así, y quien no se adapte a esa revolución dejará de existir. Pero no es el caso de una gran parte de los despachos de abogados, donde los procesos de digitalización han de ser vistos más como una apasionante oportunidad para hacer cosas nuevas o las cosas de siempre de un modo distinto, mejor y más eficaz, que como una amenaza o un tsunami que arrasará sin remedio a quien no se adapte totalmente.

En mi opinión, la situación de las nuevas tecnologías digitales aplicables a los despachos hay que verla como una enorme ventana que se nos abre y que nos permite mejorar tanto los procesos internos como la forma de prestar servicios a nuestros clientes, así como alcanzar nuevas tipologías de soluciones y entregables que aporten mayor valor para satisfacer sus necesidades. Para ello es preciso una cuidadosa y acertada planificación, a corto, medio y largo plazo.

A corto plazo

Debe plantearse la utilización de las nuevas tecnologías digitales para hacer mejor lo que se hacía antes de otra forma, es decir, de modo más rápido, más exacto, a menores costes, y liberando a los profesionales de tareas que aportan menor valor añadido. Algunos ejemplos los encontramos en parte de los trabajos de cumplimiento normativo, en sentido amplio, que pueden ser facilitados gracias a técnicas de RPA, o la utilización de incipientes sistemas de machine learning o IA para hacer ciertos análisis y clasificaciones de contratos.

A medio plazo ha de avanzarse en la prestación de nuevos servicios gracias a las tecnologías digitales. En ellos el data management va a ser protagonista junto a la gestión del conocimiento, para integrar el conocimiento jurídico que debe atesorar un buen despacho con la información sectorial, comercial, financiera y estratégica que debe acompañar la toma de decisiones. El reto estriba en responder a las necesidades de los clientes, por ejemplo, acompañándoles en la transformación digital de sus negocios o en la digitalización de sus áreas legales y fiscales. Pero también en estar preparados e identificar posibles nuevos competidores que pueden irrumpir en la oferta de servicios jurídicos y fiscales, fenómeno que ya se está produciendo en algunos países.

Finalmente, a largo plazo la cuestión está en vislumbrar cómo será la mejor firma de abogados de los años 30 del siglo XXI y plantear las políticas para llegar a este modelo, que además permitirá integrar a los mejores profesionales, que solo estarán interesados en colaborar en firmas innovadoras y líderes.

Es un viaje apasionante para los despachos, que se hará a diferentes velocidades y con diferentes intensidades. La clave es la de siempre: acertar en el tempo para adoptar y ejecutar las decisiones así como destinar inteligentemente los recursos que por definición suelen ser escasos.

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