Especialista en inteligencia artificial predice aumento del desempleo global

De acuerdo al portal de noticias Cronista, El mayor especialista en inteligencia artificial predice aumento del desempleo global: qué vio antes que nadie

El jefe de Gobernanza Global, Regulación, Innovación y Economía Digital del Centro Europeo de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), Andrea Renda, pasó por la Argentina y habló de la inteligencia artificial, la regulación de la innovación tecnológica y el futuro del trabajo.


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Hace pocas semanas, la Cancillería argentina organizó un curso sobre inteligencia artificial (IA) y su impacto en el desarrollo económico y en la vida cotidiana de las sociedades modernas, en alianza con la Unión Europea.

Entre los visitantes a dicha reunión se hizo presente el italiano Andrea Renda, investigador senior y jefe de la Unidad de Gobernanza Global, Regulación, Innovación y Economía Digital (GRID) del Centro Europeo de Estudios Políticos y Sociales de Bruselas.

Anteriormente, Renda pasó por la Argentina hace dos años. Como suele ocurrir en todo lo que es tecnología, 24 meses parecen un siglo. En aquel momento, habló de los efectos de la pandemia de coronavirus en el proceso de digitalización, la importancia de resguardar nuestros datos personales, el Metaverso, y el futuro del trabajo y la educación.

Ahora, todo está dominado por la inteligencia artificial (IA) y sus implicaciones a largo plazo -las éticas, las políticas- así como aquellas que preocupan al gran público, lo que atañe al trabajo material (o la perdida de este).

«Todo ha cambiado en un año y medio, estábamos en medio de la pandemia. El país ha cambiado también», apunta Renda a modo de apertura durante su diálogo con El Cronista, que no es tímido para dar su mirada política. «Se acercan las elecciones, un 100% de inflación, un país un poco en dificultad, mucha incertidumbre y se percibe, no totalmente, pero se percibe en la ciudad».

En relación a los temas que le interesan, apunta que los temas de 2021 eran otros: inversión en IA y moderación de contenidos en plataformas, por citar dos. Y, con la mirada puesta al futuro, ya en aquel momento Renda hizo mención a los grandes modelos generativos de lenguaje, la IA encarnada en la actualidad por plataformas como ChatGPT o Dalle-2, y los principios éticos que la rodean.

«Pensé que esto que tenemos hoy iba a llegar en 2025, pero llegó antes: la IA es uno de los temas de la actualidad porque tiene que ver con nuestra capacidad de entender la diferencia entre la realidad y la ficción y dónde poner nuestra confianza. El flujo de datos que recibimos, ¿de dónde viene?, ¿viene de Cambridge Analytica, de Google o de un amigo? La comunicación mediada o generada por IA tiene este gran desafío, el de entender que estamos en crecimiento, en movimiento y, quizás, los datos que uno recibe de la IA no son necesariamente veraces», cuestiona.

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Las innovaciones, plantea, llegan en ocasiones a destiempo y, sin difusión, no tienen impacto en la sociedad. «En la academia distinguimos normalmente entre la innovación como acto de innovación y la difusión de la innovación», dice Renda, y luego menciona como ejemplo al software de código abierto que, a pesar de ser super amigable, no llegó al gran público hasta que la sociedad estuvo lista. Otro ejemplo podría ser el del fax, que comenzó a existir a mediados del siglo XIX (sí, XIX), pero se volvió masivo a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado.

Estos ejemplos tienen algo en común con el ChatGPT, resume el investigador europeo: «Cuando tomas algo que ya existe y lo haces más accesible ya sea porque es más barato, porque la interfaz para el usuario es mejor, eso tiene un impacto que puede ser aún más grande que la invención en sí misma. En ese caso el GPT 3.5, el GPT Instruct, todo eso que existía antes ya tenía toda esa potencialidad, pero no era en formato de chatbot, de conversational bot, como se llama. Y eso cambió todo porque cuando llega al gran público, la escala, la difusión también dan una posibilidad a la IA de seguir mejorando, de seguir aprendiendo, aunque ChatGPT no va a capturar nueva información, pero va a seguir afinando su manera de interactuar y eso le da otra dimensión», desarrolla. (Una aclaración: ChatGPT capturó datos hasta 2021 y a partir de ellos genera sus respuestas, pero la interacción con los usuarios le ayuda a «refinar» sus respuestas.)

Hay que regular la innovación para evitar excesos con apoyo de la sociedad civil
Estas plataformas, tarde o temprano, tendrán que ser reguladas en todo el mundo (de hecho, ya empezó a suceder en países como Italia y la India). Renda dice que tal como el motor de búsqueda de Google fue regulado en Europa -en lo que al derecho a la competencia se refiere-, esto también va a suceder con las distintas instancias de IA generativa. Por empezar, apunta, los datos de ChatGPT, Dalle-E o Vana Portrait están protegidos por derechos de autor, algo que ya comenzaron a marcar los expertos en el asunto, así como los afectados.

«Los artistas, la prensa mediática ya se está quejando, porque si yo le doy todas las publicaciones de un banco de imágenes a un sistema y le digo: ‘Hazme algo parecido’, él está utilizando algo que tiene propiedad intelectual. Lo generado por estas herramientas se trata de una innovación de tipo transformativo, la propiedad intelectual tiene un marco legislativo distinto en diferentes países, pero está protegida como innovación y tiene también que pagar el derecho de autor a las innovaciones precedentes», señala.

Y luego enumera: «La regulación a nivel europeo de las plataformas tiene muchos desafíos: uno es identificar maneras de regular las plataformas que sean eficaces, efectivas, porque hasta ahora no lo hemos logrado. Casi siempre la tecnología ha logrado escapar y evitar la regulación, un buen ejemplo es el derecho de autor, la piratería digital continua en alza aún, hemos buscado veinte distintas formas de proteger el derecho de autor online y no lo logramos, tampoco con el streaming. Entonces, ¿cómo se hace? La regulación, su primer desafío es cambiar un principio absolutamente fundamental, el principio de la total neutralidad de la red, de la red que se autorregula y no tiene una inteligencia central. Claro que hoy ya no es así porque hoy tenemos intermediarios que acumulan mucho poder».

Esta regulación, en cuanto a los motores de búsqueda se refiere -Google, pero también Amazon-, se llama Ley de Servicios Digitales y postula que, los intermediarios, que ganan mucho dinero con la intermediación, son responsables de lo que venden (Amazon) o las fuentes que utilizan (Google).

«Como tienen competencia y la posibilidad de moderar este contenido, de ordenarlo y seleccionarlo, tienen la responsabilidad editorial de cómo lo hacen y también tienen que evaluar el riesgo de lo que hacen, y no solo ellos: tienen que pedir a una tercera parte que audite su sistema de IA», dice sobre la citada ley.

Reconoce Renda que hay problemas con la aplicación de esta ley porque, por un lado, no es muy querida dentro de la comunidad de internet, dado que hay que reconocer que la naturaleza anárquica de un principio ya no existe. Y, por el otro, los reguladores no siempre tienen las capacidades técnicas para aplicarla. «Hace unos meses descubrimos que las grandes empresas, los gigantes de la tecnología, utilizan el GDPR como excusa para no compartir datos con las empresas entrantes, las más pequeñas. Y eso dificulta la competencia. Es por ello que en este momento estamos comenzando a rever a estar normativa», puntualiza.

Y esto es Europa, a la que abarca -en gran parte- la Unión Europea, que funciona de manera bastante integrada. Otro cantar, más complicado, puede escucharse en estas latitudes, dado que la integración legislativa regional es menor.

En cualquier caso, para que la regulación pueda funcionar, hacen falta una serie de pilares: buenos ciudadanos, buenos reguladores, buenas empresas responsables y una sociedad civil muy activa, comenta Renda. «En los lugares donde hay bastante confianza en el Gobierno y en su papel regulador, este se encarga de buscar soluciones empoderando a la sociedad civil para que ejerza una suerte de liderazgo intelectual, y eso es algo que hoy sucede en la UE. Hace algunos años era impensable que pudiéramos sacar la Ley de Inteligencia Artificial o la Ley de Servicios Digitales. Hay un nivel de emergencia pero también sabiduría jurídica, competencia y regulación interesante. En un país como la Argentina, creo que la confianza en el Gobierno es mucho más baja. Entonces, aquí el verdadero motor, la única oportunidad para innovar de verdad con la legislación y las reglas para la tecnología es movilizar a la sociedad civil, que me parece bastante activa, y coordinarla para que pueda interactuar con el sector productivo y el Gobierno que va a ir siguiendo esa dinámica».

Y pone un ejemplo: «hace un año y medio recuerdo que me encontré con Redes Chaco y toda esa movilización de actores en la sociedad civil que querían hacer identidad digital soberana en el Gran Chaco. La Argentina tiene esta capacidad que no creo que muchos países tengan: una sociedad civil en sectores muy remotos, rurales, con capacidad de dialogar, ordenarse e innovar. La revolución digital en la Argentina se hace desde abajo y no se hace desde arriba», resalta, entusiasmado.

Los (temidos) efectos de la IA sobre el trabajo de todos nosotros
La pregunta, tal como sugiere el subtítulo, es inevitable: ¿la IA nos va a dejar a todos sin trabajo?

La respuesta de Andrea Renda es larga y contracultural: «Los trabajos manuales ya estaban en peligro con la automatización, y ahora se agrega la IA generativa que puede sustituirnos en lo que es la producción creativa. Y, si bien nos suelen hablar de Schumpeter y la ‘destrucción creativa’ de los ciclos de empleo, la verdad es he visto un estudio del Trade and Technology Council entre Estados Unidos y la Unión Europea, que reconoce que los nuevos empleos de los que tanto hablan no van a aparecer inmediatamente. Y la decisión, la pelota, está del lado de los Gobiernos, que pueden decidir, en lugar de cobrarle impuestos al trabajo, cobrárselo al carbón. Las políticas fiscales tienen que incentivar el componente humano del trabajo, un enfoque en la transformación industrial que sea compatible, centrado en el ser humano y no en las plantas industriales sin seres humanos. Y eso no se puede hacer solo a nivel nacional porque si no, la competencia te come».

Y hay una segunda cuestión a tener en cuenta, según Renda, y que plantea a modo de cierre: «tenemos que tomarnos en serio la posibilidad de trabajar menos y, así, trabajar todos. Trabajar es importante porque, desde el punto de vista empírico, sabemos que es un componente del bienestar subjetivo estar empleado, participar activamente en la sociedad, solo quedarse con el ingreso universal es una receta en muchos casos para pérdida de estabilidad social. Esto requiere un rediseño total del sistema de bienestar», sentenció.

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