Tras años de cierres de tiendas, el resultado no es que el retail haya muerto, sino que se ha transformado. Menos uniformidad, oportunidades para los operadores más pequeños y cambios en las condiciones marcan el nuevo escenario de las calles.
Después de un año en casa, cuando los españoles volvieron a salir, la calle había cambiado. Algunas ciudades aprovecharon el confinamiento para cambiar de sentido algunas vías, avanzar la peatonalización de otras o renovar el mobiliario urbano. Y en las tiendas, los de siempre ya no están, los locales vacíos se han renovado con firmas nuevas y el mix entre restauración (que tanto espacio había ganado en el prime en los últimos años) y la moda comienza, poco a poco, a reequilibrarse.
Al final, ha resultado que los años de cierres, acelerados a toda velocidad por la pandemia, no han matado al retail, sino al reinado de la uniformidad. Las calles españolas han comenzado a dejar de ser una concatenación de flagships de Zara, H&M, Mango o Desigual.
Su reinado ha sido largo: desde la aparición de las grandes cadenas verticales, sus rótulos habían inundado las grandes ciudades, donde no era raro ver dos tiendas de la misma cadena a apenas unas calles de distancia. Los grandes grupos necesitaban abrir para crecer, y eso supuso la salida de pequeños operadores de los ejes prime.
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