Tecnologías emergentes: Una ética para la inteligencia artificial

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La ética supone la ejecución libre de conductas morales que persiguen el bien común y la felicidad de la persona. Se sustenta en la voluntad, la libre elección y el desarrollo de las virtudes humanas. Una conducta ética conlleva un obrar responsable del ser humano que utiliza la razón para tomar decisiones, asume las consecuencias de sus propios actos y es coherente entre lo que dice y lo que hace.

La ética ha sido estudiada por distintos autores a lo largo de la historia, desde Aristóteles hasta Leonardo Polo, pero una particular consideración ha resurgido con las ideas del transhumanismo, que, como movimiento cultural e intelectual, pregona la utilización de las tecnologías para transformar la condición humana de la mano, entre otras cosas, de la utilización de los sistemas de inteligencia artificial.


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Recordemos que la inteligencia artificial (IA) es la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables con las que realiza la mente humana.

La IA se nutre de técnicas de “minería de datos, machine learning y deep learning”, que permiten definir patrones de conducta y la toma de decisiones. Se integra con algoritmos con capacidad de aprendizaje automático, esto es, la capacidad de aprender por sí mismos de la información a la que acceden de manera que pueden considerar experiencias propias pasadas para generar una nueva respuesta adaptada a una misma situación.

Los mecanismos de IA se aplican actualmente a todas las actividades humanas relevantes, desde la salud (genética “a medida”), la robótica, el comercio electrónico, la industria de armamentos, las infraestructuras críticas, la seguridad nacional, la prevención de acciones terroristas y otras tantas, de mayor o menor relevancia.

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