Tecnologías emergentes: El fantasma de la Inteligencia Artificial y el futuro del trabajo

Emular capacidades cognitivas de seres humanos a través de tecnologías es un desafío científico desde mediados del Siglo 20. Si aspectos de la inteligencia podían describirse con precisión, sistemas y artefactos combinados serían capaces de emularlos con eficacia. El Siglo 21 lo hizo realidad y la Inteligencia artificial esta entre nosotros, con creciente amplitud y profundidad.

Cuando buscamos información o compramos en la Web, realizamos gestiones de servicios, recibimos contenidos personalizados o los traducimos, nos ayudan asistentes virtuales o nos beneficiamos con diagnósticos de salud más precisos. Aplicaciones de IA aportan valor todo el tiempo. Los datos que generamos pueden ser recolectados, procesados y relacionados a través de modelos matemáticos que configuran máquinas de predecir comportamientos o fenómenos humanos.


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Apropiarse del océano de datos que generamos para entender mejor el mundo, resolver nuevos problemas, recortar desperdicios, personalizar soluciones y tomar mejores decisiones, llevan a considerar a la IA como la electricidad del Siglo 21. Hasta dónde puede llegar esta capacidad de las máquinas para emularnos es la gran cuestión. La IA general, capaz de competir con el ser humano en toda su dimensión parece lejana, aunque no imposible.

El sesgo hacia lo negativo de nuestra psicología (Pinker), nos inclina a esperar lo peor. Los malos pronósticos tienen respaldo. Hay impactos asimétricos en la transición (como en toda innovación tecnológica), malas implementaciones de IA que descuidan su esencia complementaria a la labor humana y atracción cultural por las distopías futuristas (Bradbury, Orwell, Huxley y otros). Esta vez en serio, el fantasma del fin del trabajo humano a causa de la IA, recorre el mundo.

Aún en este difícil tiempo de Pandemia, podemos elevar la mirada y advertir que la larga marcha de la Humanidad por mejorar la calidad y dignidad del trabajo humano podría encontrar en la IA una nueva oportunidad. El trabajo humano no responde a una esencia estática, se recrea constantemente. Las innovaciones tecnológicas, superadas las turbulencias iniciales, siempre han generado progreso. Esta vez el desafío es mayor, pero de ninguna manera es inevitable un oscuro destino. Darle forma a nuestra virtuosa y eterna complementariedad con las tecnologías sigue siendo la gran apuesta.

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