La tecnología para promover la ciberseguridad se ha convertido en una de las prioridades, evitar incumplimientos y ataques maliciosos, no sólo para reducir el riesgo para los clientes sino que también pérdidas millonarias que afecten negocios e industrias enteras.
En una encuesta reciente de CIO, se identificó la ciberseguridad como una de los principales proyectos para el 2020, y el 68% de los que respondieron planean aumentar el gasto en ciberseguridad en los próximos 12 meses. Además, en su estudio del 2019, el Instituto Ponem reportó USD $3,92 millones de pérdidas globales por violaciones a los datos. Razones suficientes por las cuales no sorprende que este tema esté de primero en la lista de prioridades para empresas.
Al mismo tiempo, el aumento en la sofisticación de los intentos de fraude o ataques a través de la red no es menor. Casos cercanos y de gran envergadura lo confirman, a juzgar por los recientes hackeos ocurridos a instituciones como BancoEstado, en septiembre, y a Gobierno Digital la semana recién pasada. Acciones como éstas, derivan en la ansiedad de saber que nunca se puede parar en la búsqueda de herramientas que permitan frenar a tiempo el actuar de personas maliciosas, evolucionado con distintas estrategias e intentando lograr violaciones más creativas.
“La continuidad operacional y los escenarios riesgosos de los que las empresas se deben proteger se han vuelto cada vez más importantes. Uno de estos escenarios involucra la ciberseguridad, que es una de las principales preocupaciones para la mayoría de las organizaciones, pero especialmente para aquellas con aplicaciones tecnológicas antiguas”, afirma Rubén Belluomo, gerente comercial Cono Sur de Infor.
Mientras las empresas continúan con mejores prácticas, se requiere tecnología de vanguardia, vigilancia, recursos, talento y educación continua para evitar problemas. De acuerdo al ejecutivo, “una empresa en la nube sabe que esta tecnología será la responsable de la mayoría de la carga de datos. Las empresas en la nube confiables, siguen las normas de seguridad de vanguardia y las prácticas privadas”. Es decir, la cantidad y variedad de expertos que emplean para proteger a sus clientes es mucho mayor que cualquier empresa dedicaría o invertiría.
En cambio, las empresas con aplicaciones tecnológicas antiguas ya están, de hecho, luchando con el mantenimiento diario y gestión de la solución bajo presión continua, para innovar y expandir su ecosistema empresarial. Si se agrega la carga adicional del monitoreo continuo de amenazas constantes a la seguridad, parece una guerra perdida. “Pasarse a la nube puede ser un cambio fundamental en la asignación de los recursos y del presupuesto, aplicando iniciativas estratégicas y dejando el peso de la gestión de las aplicaciones empresariales, el mantenimiento y, sobre todo, la seguridad a un socio confiable”, apunta Belluomo.
Y las personas ¿cómo pueden evitar estos fraudes?
Hay herramientas que permiten mantener a buen resguardo los datos, la información y hasta el dinero. Claudio Torres, regional manager de D-Link, destaca que “dependiendo de lo que se quiere asegurar, es posible utilizar una mayor cantidad de factores de autenticación, normalmente asociados a biometría, como la huella dactilar, reconocimiento de voz, retina, entre otros”.
Un ejemplo común son los bancos, los cuales no sólo se basan en la clave que crea el cliente para el uso de sus productos, sino que además exigen instrumentos adicionales para realizar las operaciones. Normalmente, se trata de un generador de claves para uso del cliente, conocido como token, que bien puede ser una aplicación del celular o un llavero electrónico.
Si bien en Chile existen políticas de privacidad, la ejecución de esas políticas no ha sido efectiva. “Conocer las leyes que nos respaldan como usuarios de la red y salvaguardan la información que ponemos en manos de otros, es necesario para conocer qué tan vulnerables somos en este sentido”, agrega Claudio Torres.
