Sostenibilidad: Un momento decisivo para la sostenibilidad digital

 

Reconocer con exactitud y transparencia la verdadera dimensión, local y mundial, de la huella de carbono de la industria digital, y descarbonizar nuestra infraestructura tecnológica, son dos complejos desafíos que la humanidad debe resolver, contra reloj, en los próximos años, porque la aceleración tecnológica que se ha activado está construida sobre infraestructuras energérticamente sucias, pertenencientes al “capitalismo fósil”.

Las últimas tres décadas han sido decisivas en la consolidación de las arterias físicas que hacen posible el funcionamiento inninterrumpido de la inmensa rueda llamada Internet, la mayor de las infraestructuras creada por el ser humano.  Pero a lo largo de treinta años, y prácticamente sin ninguna fiscalización en términos de gasto energético, el andamiaje físico que hace posible el funcionamiento de la totalidad del aparato digital ha crecido de manera exponencial en todo el planeta, respondiendo a una lógica de intereses corporativos de expansionismo y control de los principales mecanismos que definen el capitalismo digital, el cual sigue dependiendo de energía fósil. En términos generales, la Transformación Digital responde de forma directa a este círculo vicioso.


Banner_frasco-suscripcion-800x250

Desde 2015, distintos informes producidos por organizaciones no gubernamentales, universidades, instituciones, científicos independientes, ingenieros y técnicos, exponen el impacto que tiene la economía e industria digital en el medio ambiente. Todos estos informes, si bien ofrecen lecturas discímiles y un complejo baile de cifras sobre la cantidad de gases de efecto invernadero que se desprenden de las estructuras digitales, nos ayudan a entender que no existe una metodología definida y universalmente aceptada para medir el costo energértico del orden digital que hemos creado, y del cual dependemos. Por otra parte, todos estos informes reconocen que Internet no se alimenta de bambú.

La Gran Digitalización

A las puertas de lo que podríamos llamar la Gran Digitalización, visualizar la verdadera dimensión de la huella de carbono digital resulta en un conocimiento necesario, y urgente, porque hemos ingresado a la tercer década del Siglo XXI de la mano de una pandemia que aceleró nuestra virtualización, tanto individual como colectiva, como respuesta a la nueva Gran Depresión económica, social, política y económica que enfrentamos a raíz de la COVID-19.  El cisma pandémico se ha traducido, de igual forma, en un cisma digital: un nuevo romanticismo tecnológico nos impulsa a actuar, convencidos de que los artilugios digitales e innovaciones disruptivas de la industria nos protegerán de todo mal que pueda poner en jaque a la humanidad. De esta forma, la COVID-19 es un ensayo general a lo que cabe esperar conforme se vaya consumando el Cambio Global y se acumulen distintas crisis de envergadura a nivel planetario. ¿Cuál es el precio energético de habernos convertido en ermitaños digitales?

Para entender la huella de carbono de la industria digital, es fundamental analizar la huella de carbono por consumo energértico de la totalidad de la infraestructura digital; la huella de carbono asociada a la fase de circulación de los productos tecnológicos; la huella de carbono derivada de la economía de la atención y de la distracción; la huella de carbono generada por el E-waste; y la huella de carbono producto de la extracción de los metales y minerales indispensables para nuestros dispositivos tecnológicos. No olvidemos, en todo caso, que la industria digital se erige sobre la industria de la minería a cielo abierto, una de las actividades fósiles de mayor impacto ambiental.

Una de las investigaciones más polémicas señala que la fabricación de un ordenador aproximadamente necesita 240 kilogramos de combustibles fósiles, 22 kilos de productos químicos y 1,500 litros de agua. Fabricar un microchip de memoria RAM supone 1.2 kilos de combustibles fósiles, 72 gramos de productos químicos y 20 litros de agua.

Los informes elaborados por Greenpeace advierten que el 21% de la energía que necesitan las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) corresponde a los servidores de datos. Pero no concebimos que la nube es una inmensa estructura de cables, antenas, routers y centros de datos –también llamados granjas– repletos de computadoras. Por lo tanto, la nube no es es algo inmaterial ni etéreo.

Cerrando las primeras dos décadas del Siglo XXI, tenemos ante nosotros una industria digital omnipresente, y a una deidad digital que devora crecientes cantidades de energía.

El ‘Contrato para la Web’

Propuesto por Tim Berners-Lee, se trata de un acuerdo de nueve principios morales para reconstruir la Internet. Considerado el padre de la Web, Berners-Lee reconoce que su creación es un cuerpo sin control ni regulación “común”. ¿Es posible crear ahora un mejor entorno en el Internet?  Berners-Lee responde ofreciendo esta ‘Constitución’ para estandarizar una serie de principios urgentes. ¿Pero, y si no lo hacemos?

“Si no nos dedicamos a defender la web libre y abierta, corremos el riesgo de una distopía digital de desigualdad arraigada y abuso de derechos. El Contrato permite evitar que la web sea mal utilizada por aquellos que quieren explotarla, dividirla y destruirla,” dice Berners Lee.

El hecho es que treinta años después de su nacimiento, existe una necesidad global de reformar la Internet. El problema es que esta necesidad se inscribe, ahora, en la Gran Digitalización que viene de la mano de la COVID-19, lo cual hace prácticamente imposible cambiar el control de grandes empresas tecnológicas, las cuales han visto aumentar su poder económico e  influencia producto de la pandemia.

Amnistía Internacional (AI) considera que la vigilancia omnipresente de miles de millones de personas por parte de Facebook, Appel y Google es una amenaza sistemática para los derechos humanos. Documenta que su modelo de negocio es incompatible con el derecho a la privacidad y perjudica la libertad de opinión y expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la igualdad y no discriminación.

Citando a Kumi Naidoo, secretario general de AI, “Google y Facebook dominan nuestras vidas modernas, acumulando un poder sin igual sobre el mundo digital”.

Lo que propone Berners-Lee no es distinto de lo que advierte AI: para proteger nuestros valores humanos en la era digital (dignidad, autonomía, privacidad), urge una revisión radical de la forma en que opera la industria digital y pasar a una Internet que tenga los derechos humanos en su núcleo.

Parte esencial de nuestro derecho es exigir y conocer la dimensión real de la huella de carbono que genera la industria digital, resumida en todas las partes que componen y que permiten configurar la Internet.

Banner_azules
Reciba las últimas noticias de la industria en su casilla:

Suscribirse ✉