Sostenibilidad: La geometría de la sostenibilidad en tiempos de crisis

 

El debate sobre la gestión global de los recursos se intensifica en una situación sin precedentes, como la actual, que exige el máximo aprovechamiento de los mismos. La crisis sanitaria ha aflorado realidades que ponen en tensión los modelos tradicionales de producción y consumo a la vez que plantea cuestiones relevantes en relación al tratamiento de los residuos que se derivan de la administración de la pandemia.

Aterrizando un poco más en la naturaleza de estos dilemas, la escasez del material sanitario nos ha brindado la oportunidad de contrastar algunas de las soluciones ejecutadas. Por un lado, la capacidad de contagio de este virus y la necesidad de combatirlo mediante el uso intensivo de material, en muchas ocasiones, desechable, parece que somete la gestión de los recursos a la disciplina de un modelo productivo lineal de producción, consumo y desecho.


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Por otro lado, hemos descubierto que existen comunidades de individuos, como la comunidad coronavirusmaker, que ante la crisis de abastecimiento de equipos de protección han sido capaces de transformar las ideas colectivas en soluciones reales y tangibles basadas en un conocimiento y una tecnología, en este caso la impresión 3D, que circula y se comparte de manera descentralizada.

En este escenario, conceptos como la sostenibilidad y la economía circular han ganado protagonismo para la academia, la industria, la política y por supuesto, la economía. Pero, ¿son conceptos análogos? Si bien el discurso de ambas proposiciones gira alrededor de aspectos como el compromiso intergeneracional, la corresponsabilidad global o el desarrollo sostenible, los dos preceptos responden a liderazgos, motivaciones y objetivos distintos, si bien complementarios.

La sostenibilidad se fundamenta en el principio básico de la silvicultura aplicada al cuidado de los bosques que establece que no se puede talar por encima de la capacidad de regeneración. Este axioma se sustenta sobre tres (p)ilares: people, profit and planet, que delimitan el triple eje (TBL Triple bottom line) donde se desarrollan los procesos de generación de valor de las organizaciones. A su vez, el impacto medioambiental también se puede expresar como una función de tres factores: población, consumo y tecnologías que interactúan a modo de triangulo de fuerzas donde se afianzan las políticas de inclusión social o resiliencia medioambiental.

La economía circular, que va ganando relevancia a pasos agigantados, en su concepción sustituye el proceso lineal de «comprar-producir-usar-tirar» por una estructura circular donde la racionalidad económica aplicada al ciclo de vida de un producto demanda cerrar un círculo que abarca desde el diseño y fabricación del producto hasta la reintroducción en la economía de los recursos contenidos en los residuos generados.

Esta concepción circular, que no lineal, de la cadena de valor, modifica la fórmula de obtención de beneficios de las empresas tradicionalmente basada en variables como el precio, los costes y el volumen de ventas, hacia una nueva concepción de la rentabilidad que pone el foco en el valor de los recursos y su capacidad de generar mayor retorno a las empresas que precisamente más se ajustan a las necesidades de sus clientes.

Un mayor y mejor aprovechamiento de los recursos utilizados en cada fase del proceso productivo, una minimización de los residuos generados a partir de un diseño que prevé esta circularidad de los inputs y un mayor conocimiento de las preferencias del cliente, logran invertir la lógica clásica del beneficio empresarial. Se trata de un nuevo contexto donde en lugar de producir en masa para el mercado, se produce en conexión con el mercado y sus demandas específicas.

La situación vivida con la gestión del COVID-19 nos ha permitido comprobar como modelos organizativos redárquicos, basados en redes abiertas de colaboración, han sido capaces de reaccionar de manera mucho más rápida y ágil que otros actores del sistema, produciendo y distribuyendo, en este caso, viseras, gafas o mascarillas de protección. La capacidad de estas comunidades maker para combinar la tecnología con la innovación, la vocación social, la autonomía y la búsqueda de alianzas con otras empresas o administraciones públicas, ha evidenciado las ventajas de nuevas formas de organización y colaboración que en muchas ocasiones se acogen a las dinámicas de la economía circular.

A su vez, la lógica de la sostenibilidad ambiental, es la que, ante el reto de disminuir la contaminación medioambiental derivada de la incineración del material sanitario desechable, ha desencadenado numerosos procesos de innovación. Procesos donde entidades públicas y privadas han aunado saberes científicos y empresariales que han permitido encontrar soluciones de descontaminación de estos materiales mucho menos nocivas para el medioambiente.

En definitiva, del estrés provocado por esta crisis sanitaria, económica y por lo tanto social, hemos extraído nuevas evidencias esperanzadoras de cómo la existencia de ecosistemas innovadores con dinámicas simbióticas pueden ser la clave para abordar retos sociales. Estos sistemas de innovación colectivos cuya unidad de medida no es otra que la dimensión y dinamismo de la red, hoy, nos han permitido combatir una emergencia sanitaria, y, mañana, pueden contribuir definitivamente a hacer frente a otros retos que comprometen el futuro planeta.

Por último, destacar que en muchos de estos procesos innovadores la economía circular se impone como nueva fuente de sostenibilidad mediante una fórmula que supera la concepción lineal de la rentabilidad para dar cabida a una concepción circular de la economía que apoya al equilibrio medioambiental de base triangular.

De ahí lo de la geometría.

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