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La realidad del plástico en la cadena alimentaria

El pasado mes de abril se publicó la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular. En paralelo a la tramitación de esta norma se ha elaborado un proyecto de real decreto de envases y residuos de envases. El objetivo de esta norma es prevenir y reducir el impacto de los envases de la gestión de sus residuos en el medio ambiente. Detrás hay una directiva comunitaria, aprobada en 2018, que establece la obligatoriedad de reciclar, en 2025, el 65% de todos los envases y el 70% en 2030.

Para acelerar el proceso del reciclaje los Estados Miembros tienen la obligación de implantar regímenes de responsabilidad ampliada del productor a todos los envases. Es un mecanismo novedoso en España, por el que se grava a quien pone en el mercado productos cuyos envases generan residuos. La idea es imponer una tasa, especialmente importante en aquellos envases que no son reutilizables. En el caso del plástico, la Unión Europea decidió que la tasa debe utilizarse para sufragar los gastos asociadas a la gestión de los residuos, incluyendo las infraestructuras de recogida y tratamiento, la limpieza de la basura derivada, así como las medidas de concienciación.

El plástico es un material con múltiples aplicaciones en nuestra sociedad. Su escaso peso y su poder aislante ha promovido su utilización en muchos ámbitos de la industria y el consumo, de la salud, del transporte, la electrónica o la construcción. A medida que hemos ampliado su uso han incrementado las cantidades acumuladas en vertederos o incineradas. Pero, sobre todo, destacan los residuos de plásticos que acaban en el entorno, tanto en la tierra como en el mar, generando daños económicos y medioambientales, e incluso en la salud humana. Por estos motivos todos creemos que hay que tomas medidas para mitigar este problema y el sector empresarial, especialmente el agroalimentario, ya lleva muchos años encontrando soluciones innovadoras y aumentando su esfuerzo para ser parte de la solución.


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En el sector alimentario el desarrollo de los plásticos ha permitido ampliar el abanico de productos puestos a disposición del consumidor, tanto en formatos, como preparaciones o presentaciones. La capacidad aislante de estos materiales garantiza la seguridad alimentaria del contenido, ya sea un líquido, una ensalada, un fruto seco o un derivado cárnico. Además, le confiere una mayor vida útil, evitando el desperdicio alimentario.

Las empresas del Cercle vienen trabajando desde hace años con el objetivo de disminuir la utilización de materiales plásticos. Lo hacen en las tres líneas en las que es posible avanzar en la sostenibilidad en el uso de los plásticos: la eliminación cuando es posible o reducción, la reutilización y el reciclaje. La estrategia de reducción de la cantidad de material incorporado en cada envase se traduce en una disminución de los volúmenes totales utilizados. La incorporación de un porcentaje de plástico reciclado, o el diseño de envases multicapa, para facilitar su inclusión es otra vía. La tercera es innovar en envases que sean compostables, biodegradables o incorporando papel.

Estos desarrollos innovadores se enfrentan a limitaciones. En unos casos los materiales consigan suficiente efecto barrera, para aislarse del exterior; en otros casos, no hay suficiente cantidad de material reciclado para atender la demanda de mercado; finalmente, la agencia de seguridad alimentaria de la UE, la EFSA, como no podría ser de otra manera, no autoriza nuevos productos hasta que la garantía para la salud de los consumidores es absoluta. La consecuencia es clara: para seguir poniendo a disposición de los consumidores los productos que solicitan, en las condiciones a las que están acostumbrados de máxima calidad y garantía total de seguridad alimentaria, es necesario seguir utilizando plásticos, aunque toda la cadena esté remando para que cada vez se usen en menor cantidad.

En este contexto, la industria alimentaria va a seguir utilizando plásticos. La entrada en vigor del Real Decreto de envases y residuos de envases supondrá el pago de una tasa de 0,45 €/kg de plástico no reutilizable utilizado en los envases. Desde el Cercle entendemos el principio de la tasa, pero pedimos encarecidamente a la administración que valore la suspensión de su inmediata entrada en vigor, ya que actualmente es imprescindible priorizar por la contención de precios hacia el consumidor, y esta medida va en dirección contraria. Sucede lo mismo cuando asociamos plástico y desperdicio, no podemos eliminar todo el plástico a costa de aumentar la cantidad de comida desperdiciada.

El precio de los alimentos ha subido desde principios de 2021 un 14%. En ese tiempo, todos los eslabones de la cadena alimentaria, desde los agricultores y ganaderos, hasta la industria de transformación y las empresas de comercialización y distribución, han sufrido un incremento de sus costes de producción que se acerca al 50%. Ese incremento de coste no se ha repercutido en los alimentos, siendo asumido por agricultores, ganaderos, industriales y distribución con cargo a sus márgenes, o a sus reservas, o incluso entrando y asumiendo pérdidas.

Desde el Cercle necesitamos con urgencia a las administraciones, para estudiar, en este momento que estamos atravesando, la rebaja de los tipos aplicados en los impuestos indirectos que graban la producción y comercialización de alimentos. Igualmente, solicitamos suspender, temporalmente, la aplicación de todas aquellas normas que están en proceso de elaboración y que puedan suponer un incremento todavía mayor de nuestros costes de producción, como es el caso de la tasa de los plásticos. También que el alimentario no sea un sector que debe reducir su consumo de gas, en caso de que fuese necesario.

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