Competencias para un liderazgo sostenible

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Es el momento de evoucionar hacia un nuevo modelo de liderazgo sostenible

La crisis de la covid-19 ha supuesto un reto sin precedentes para el liderazgo de las organizaciones, ya que el impacto y la dimensión de la pandemia han creado un entorno de crisis sobrepuestas e interrelacionadas –sanitaria, social, económica, medioambiental, de gobernanza y de confianza– muy complejas de gestionar. En este nuevo contexto de alta volatilidad, los retos urgentes se han intensificado, el tiempo para resolverlos se ha reducido y las herramientas de planificación y gestión tradicionales han quedado obsoletas.

Ante esta fuerte sacudida, las personas que lideran las organizaciones se han visto obligadas a tomar decisiones con pocas certezas, mucha incertidumbre y con la presión añadida de mantener la templanza personal e infundir confianza, no sólo en sus equipos y organizaciones, sino también en el conjunto de la sociedad.


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Al igual que cada vez se espera más del rol de las empresas como actor social, también existe un mayor escrutinio para que el liderazgo sea capaz de generar entornos más humanos, comprometidos, resilientes, sostenibles y con capacidad de generar valor compartido e impacto positivo para todos los grupos de relación, la sociedad y el medioambiente.

La crisis como oportunidad para definir el rol y los atributos del liderazgo

Las crisis también son oportunidades de repensar el liderazgo de las organizaciones y evaluar cómo éstas pueden incrementar su adaptabilidad y proactividad ante cambios disruptivos, la constante de nuestra era. Durante este periodo, las personas que lideran han desarrollado o potenciado competencias socio-emocionales que les han permitido trabajar el músculo de la resiliencia personal y organizacional. Se trata de atributos y principios que son imprescindibles también en época post-pandémica. Entre ellos destacaríamos, la empatía y la capacidad de escucha, el poner en el centro a las personas, la transparencia, la humildad, la colaboración, la coherencia, pero sin duda también la capacidad de aprender y desaprende, el coraje, la visión estratégica y la perseverancia para tomar decisiones que gestionen con eficacia el corto plazo pero que también creen impacto positivo a lo largo del tiempo.

Mientras que, durante las crisis, a menudo predomina un comportamiento más inmediato y ágil, asumir las riendas de las organizaciones en un entorno post crisis implica un equilibrio muy delicado entre reflexión y acción. Frente a las crisis actuales, en ciernes o venideras, como pueden ser la emergencia climática, el incremento de las desigualdades, la pérdida de biodiversidad o la disrupción tecnológica, el liderazgo deberá procesar grandes cantidades de información, asegurándose de implementar cambios rápidos que no comprometan la viabilidad del negocio y responder a escenarios que pueden modificarse constantemente. Evidentemente, no es fácil dirimir con la gestión de la visión estratégica, la tensión entre el corto y el largo plazo, la motivación para dirigir equipos y el cambio que se precisa para hacer frente a desafíos sin precedentes, cuando el mismo líder está sometido a una situación de presión continua.

Por ello es imprescindible que el liderazgo cultive su resiliencia, tome distancia para ganar perspectiva y tenga espacios para recargar su energía y motivación. Las personas líderes han de fomentar su templanza y calma interior sin reaccionar con inmediatez ni precipitarse en la toma de decisiones. Han de mirar a la adversidad desde el positivismo, y no desde la amenaza; tener una actitud constructiva hacia el error y el aprendizaje –el propio y el de sus equipos, creando espacios donde se pueda experimentar, ya que la innovación no surge sin errores– y, ante todo, trabajar el autoconocimiento, el sentido de propósito y el cuidado personal. El liderazgo debe guiar y sostener a sus equipos, a las empresas y al conjunto de la sociedad. Pero para hacerlo debe también priorizar su salud física y mental.

Liderazgo sostenible

Al igual que el contexto, el contrato social ha cambiado y las expectativas sobre el rol de las empresas y organizaciones en el entorno post crisis serán –y de hecho, ya están siendo– mayores que antes. Se espera que las empresas sean agentes de cambio ante los grandes desafíos sociales y medioambientales de la humanidad, tendencia que se ha observado con claridad en la COP26 sobre Cambio Climático, recientemente celebrada en Glasgow. Para que las empresas y organizaciones respondan con integridad, coherencia y capacidad de compromiso, precisamos liderazgos audaces –que no arrogantes–, con visión de generación de impacto a largo plazo, que integren la perspectiva de los grupos de interés en su toma de decisiones y que refuercen el compromiso con la sostenibilidad a través de un propósito que integre criterios ESG (Ambiental, Social y de Gobierno, por sus siglas en inglés) y que sirva de brújula en la toma de decisiones. La agenda del liderazgo ha de incluir una mirada muy amplia a todas las amenazas al bienestar de las personas, la sociedad y el entorno para mantener la legitimidad social y la confianza. Sin confianza no hay liderazgo.

A los atributos ya enunciados (empatía, sensibilidad ante el entorno, capacidad de escucha y conexión interpersonal, humildad…), las personas que lideren la transformación sostenible de sus organizaciones –condición imprescindible para prosperar en este cambio de era– deben tener un enfoque sistémico, colaborativo, sostenible y circular. Han de tener coraje y valor –sin temeridad– para iniciar procesos de descarbonización sin precedentes, tanto en sus organizaciones como a lo largo de su cadena de valor (alcance 3); para crear ecosistemas de innovación sostenible que no siempre tendrán un retorno inmediato; para abrir el espectro de colaboraciones y definirlas en torno a retos compartidos, incluso si se trata de empresas competidoras o del mismo sector –muchas iniciativas de economía circular se basan en este tipo de alianzas– y, sobre todo, tener conocimiento, sentido crítico y gran capacidad comunicativa para motivar e involucrar a sus equipos en este proceso de cambio –organizativo, de modelo de negocio, pero sobretodo, cultural–.

El liderazgo sostenible hace más resiliente a las organizaciones frente a crisis futuras debido a una mejor comprensión del entorno externo y una mayor capacidad de anticipación ante los desafíos.

Al mismo tiempo, la sostenibilidad y el propósito corporativo potencian la atracción de talento, el compromiso de las personas empleadas y de sus grupos de interés. El liderazgo sostenible dispone de mejores plataformas y redes para innovar con éxito y, por ello, tiene más posibilidades de adquirir ventajas competitivas que aseguren su viabilidad a largo plazo. Pero, ante todo, el liderazgo sostenible tiene visión y voluntad de generar impacto positivo y compartido a largo plazo y no toma decisiones teniendo en consideración únicamente valoraciones cortoplacistas.

En definitiva, el liderazgo sostenible, para ser eficaz, auténtico y creíble, debe preguntarse, tal y como nos sugiere Paul Polman en su último libro ‘Net Positive’: “¿Es este un mejor planeta porque la empresa que lidero está en él?”. Esperemos que cada vez tengamos más personas en posiciones de liderazgo que contesten de forma afirmativa a esta pregunta.

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