Cómo evitar que nuestra ropa usada contamine el planeta

Según publica smoda.elpais.com En cuanto una prenda sale a la venta, se convierte inmediatamente en un posible residuo. A esta conclusión llegaron Mariana y Carlota Gramunt, fundadoras de T_Neutral, una plataforma nacida para impulsar la transformación circular de la industria y enfrentar uno de sus grandes retos: el desperdicio textil. Tras años dirigiendo su propia firma sostenible, Sidikai, se percataron de que la magnitud del problema escapaba a su modelo de negocio y reclamaba cambios estructurales. “A pesar de los esfuerzos por acercarse a la circularidad, la realidad de la industria refleja un sistema aún lineal, que sigue promoviendo el consumo y la rápida desechabilidad de las prendas”, apuntan.

Se apoyan en los últimos datos de la Unión Europea, que responsabiliza al fast fashion de la generación de 92 millones de toneladas anuales de residuos —solo por detrás del plástico, con 140 millones de toneladas—, de los cuales, solo se consigue reciclar el 13 %. Para que nos hagamos una idea: cada segundo, en el mundo, se tira al vertedero o se incinera un camión de textiles. “La circularidad de una prenda depende tanto del productor como del sistema en el que opera. Aunque esté confeccionada con un alto nivel de diseño circular, para que al final de su vida útil pueda ser reciclada necesita de un sistema que garantice esa segunda vida, así como un consumidor concienciado para alargar su uso y, en última instancia, despojarse de ella correctamente”, matizan las hermanas Gramunt, adelantando la gran apuesta de la industria: el diseño circular, todos esos productos altamente reutilizables y reciclables, confeccionados para volver a la cadena de consumo como una nueva materia prima, tras agotar su primera vida. 


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Según la Unión Europea, cada segundo, en el mundo, se tira al vertedero o se incinera un camión de textiles.

Por primera vez, la Comisión Europea ha empezado a trabajar en un marco legislativo para propiciar esta transformación de cara a 2030. En la hoja de ruta, Estrategia para Textiles Sostenibles y Circulares, exige el compromiso de los productores para fabricar prendas reutilizables, duraderas y de mayor calidad, con un mínimo de fibras recicladas y libres de contaminantes. Y para garantizar la trazabilidad y cerrar el círculo, contempla además la creación de un pasaporte digital de producto, con toda la información sobre su composición e indicaciones para el consumidor sobre cómo repararlo o reciclarlo.

El reto de mitigar la huella textil

Reducir, reutilizar y reciclar. Apoyándose en las tres ‘R’, la moda circular propone analizar cada paso de la cadena de producción para optimizar sus recursos. No hay que olvidar que la industria textil supone el cuarto mercado con mayor impacto en el cambio climático —tan solo por debajo de la alimentación, el sector inmobiliario o los transportes— y, según el informe europeo, el quinto en el uso de materias primas primarias y emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Cuál sería el primer paso? Claudia Hosta, responsable de circularidad de Mango, pone el foco sobre la fase de diseño. “En los próximos años, aumentará el diseño de productos con criterios de circularidad, ya sea generando prendas que sean más fácilmente reciclables, con un único tipo de fibra y menos accesorios; apostando por la durabilidad o utilizando patrones que den lugar a un menor volumen de residuos”, enumera. En enero la firma lanzó su primera colección de vaqueros confeccionada bajo estos preceptos: con un único tipo de fibra, detalles reducidos a la mínima expresión y bocetos realizados con tecnología 3D, para reducir el número de muestras. 

Desde T_Neutral coinciden en que el impacto de una prenda puede reducirse hasta un 80% en esta primera etapa. Para ello, han desarrollado la Huella Textil, un estándar de medición y trazabilidad, similar al de la huella de carbono, que ayuda a las empresas a calcular, reducir y compensar la cantidad de textiles generados tanto en el proceso productivo como comercial. “Existe un alto porcentaje de desperdicio asociado a las devoluciones o la sobreproducción, que en muchos casos termina siendo quemado o intencionadamente ajironado para evitar su reventa en mercados secundarios”, señalan las hermanas Gramunt. Una práctica muy interiorizada en el sector del lujo —Burberry protagonizó uno de los casos más mediáticos en 2018, al admitir que había enviado al crematorio prendas y accesorios sin estrenar, valorados en 30 millones de euros, para garantizar la exclusividad—, que podría evitarse fácilmente con tiradas de ropa más limitadas o producciones bajo demanda.

Diseños más reciclables

Tampoco todos los residuos son iguales. Desde Moda re-, el proyecto social de Cáritas dedicado a la gestión circular de la ropa usada, señalan que el 95% de los textiles que se reciclan a nivel nacional son pre-consumo, es decir, los retales y fibras generadas en el proceso de fabricación y corte. “España es el mayor productor europeo de hilo reciclado pre-consumo”, señala Albert Alberich, director de Moda re-, que cuantifica la producción de unas 61.000 toneladas anuales, procedente en su mayoría de excedentes. La razón es sencilla: son fáciles de separar por color y composición. 

El verdadero reto está en el post-consumo: toda esa ropa, accesorios y tejidos que los consumidores tiran al contenedor. Alberich reconoce que a pesar de contar con los sistemas más avanzados de identificación de fibras, la compleja composición de las prendas, en las que además suele haber una gran presencia de lycra, dificulta el proceso. Lo ideal es que las prendas sean monofibra, o sea, que todos los tejidos tengan la misma composición”, puntualiza. La realidad es un poco distinta: según recogen en su último Análisis de la ropa usada en España, menos del 37% de nuestra ropa diaria cumple el requisito. “Esta complejidad se puede llegar a entender en una prenda técnica, pero a veces la encontramos, innecesariamente, en prendas más simples como camisetas con diferentes apliques, estampados o bordados”, reconoce.

Una reclamación a la que se suma la empresa alicantina Recover, con más de 75 años de experiencia en la creación fibras recicladas sostenibles. “En el caso de las materias primas post-consumo, disponemos de un equipo automático para eliminar botones y cremalleras, pero es importante que haya una clasificación previa por material. Lamentablemente, en la actualidad existe un gran vacío tecnológico y de capacidad en el mercado para satisfacer esas necesidades”, advierte su director de Desarrollo Empresarial, Alejandro Raña, destacando el gran avance que supondrían en este aspecto los diseños circulares. En especial, para el reciclaje mecánico.

Raña asegura que en este proceso todos los tejidos son potencialmente reciclables pero, para garantizar la calidad de la fibra resultante, la materia prima también se somete a unos estándares muy estrictos: composición, tintes, tratamientos… «Las fibras cortas que no son aptas para ser hiladas son consideradas residuo de proceso, aunque actualmente estamos explorando opciones para el uso de esta fibra como materia prima para otras industrias”, explica. Para ambos, el reciclaje químico permitiría romper con las limitaciones del mecánico, pero todavía está en una fase de desarrollo y requiere nuevas tecnologías e instalaciones que resuelvan su impacto medioambiental.

Segundas vidas

Si la industria carece de las infraestructuras para reciclar nuestra ropa, ¿por qué debería entonces preocuparnos dónde la tiramos? Uno de los principales errores que cometen los consumidores es desecharla en el contenedor gris”, destaca la responsable de circularidad de Mango, Claudia Hosta. “Lo idóneo sería reutilizar la prenda, ya sea, a través de familiares, amigos o haciendo trapos; o bien, llevarla a un punto de reciclaje habilitado o a los contenedores que tienen muchas grandes marcas en sus tiendas, para asegurarnos de que esos textiles van a ser gestionados”.

Porque no toda la ropa de la que nos desprendemos se puede considerar residuo. El fast fashion ha cambiado también nuestra relación con ella: según la UE, un europeo medio tira 11 kilos de productos textiles al año. “El bajo precio que tienen hoy las prendas ha hecho que el valor percibido por el comprador también haya bajado, al nivel de convertir la actividad de comprar ropa en una de usar y tirar”, apuntan desde T_Neutral. “Independientemente de su origen, noble o democrático, sostenible o convencional, su creación ha supuesto un consumo de recursos y, por lo tanto, hay que darle el valor que se merece”, reclaman. 

En España, cooperativas como Moda re-, Humana, Roba Amiga, AERESS, ASIRTEX o Madre Coraje han logrado despojar la ropa de segunda mano de prejuicios, convirtiéndola en una herramienta para hacer frente a la exclusión social y mejorar la empleabilidad entre personas en riesgo de exclusión. Con contenedores repartidos por todo el país, Alberich explica que recogen y gestionan cada prenda, respetando la jerarquía de residuos. Las prendas en buen estado se donan o vuelven al mercado a través de sus tiendas solidarias. Los textiles desgastados, rotos o con manchas, se reciclan. Por último, encontraríamos los rechazos, textiles problemáticos, que no sirven ni para reciclar, y se preparan para valoración energética.

“El error más habitual es el depósito de juguetes, pañales, libros… y el más grave, la ropa ‘contaminante’. Una prenda mojada, grasienta o con manchas de sangre debe ser depositada en la fracción rechazo por el alto poder de contaminación que tendría sobre el resto“, advierte Alberich, que propone depositar la ropa limpia y, siempre que sea posible, separar la útil de la reciclable. «Habrá que pensar en soluciones más fáciles, como el depósito en bolsas de diferentes colores. Es un reto… Tenemos que conseguir que este producto con capacidad de ser reciclado no muera en el vertedero y que al mismo tiempo su tratamiento sea sostenible económicamente», apunta el responsable de Moda re-. “Hasta hace poco, la inmensa mayoría de las prendas reciclables acababan convertidas en aislamientos acústicos, térmicos, bases de moqueta… En los últimos tiempos, se ha iniciado un cambio de tendencia, que va a acelerar la generación de nuevas hilaturas a partir de estos desechos”.

Para reforzar este compromiso colectivo, las firmas Mango, Decathlon, H&M, IKEA, Inditex, Kiabi y Tendam han puesto en marcha la Asociación para la Gestión del Residuo Textil. Juntos buscan gestionar adecuadamente los residuos textiles y de calzado generados en España mediante un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada (SCRAP) con el que dar un impulso al modelo circular al que se dirige el sector. A partir de 2025, con la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, encontraremos también en la calle un contenedor para los textiles. Pequeños pasos hacia la circularidad. 

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