Al fabricante de moda le sale más barato crear que reciclar

sostenibilidad

El difícil camino hacia la moda sostenible

  • Según un estudio reciente, el 63% de los españoles reconoce que consume productos low-cost 
  • La Comisión Europea quiere garantizar que los productos comercializados en Europa sean reciclables y duraderos para 2030

Según publica rtve.es En los últimos años, la industria de la moda ha buscado mostrar una nueva cara en su convivencia con el planeta. No solo los pequeños negocios, incluso las grandes empresas etiquetadas como fast-fashion, buscan hacerse un hueco dentro del concepto de moda sostenible. Durante mucho tiempo, este negocio ha funcionado como un sistema lineal basado en la obsolescencia programada y, junto a él, toda una cultura de consumo que ponía el foco en el chollo, la compra impulsiva, así como el usar y tirar.

El punto de inflexión llegó el 24 de abril de 2013, cuando un edificio de 9 plantas se vino abajo en Bangladesh muriendo más de 1.134 personas y quedando heridas otras 2.200. ¿El motivo? Las condiciones insalubres en las que trabajaban las víctimas para marcas muy conocidas de ropa europea. «A raíz de este desastre surgen asociaciones, movimientos como el fashion revolution […] Nace como un catalizador a la situación que se estaba viviendo en países que son la fábrica textil del mundo«, comenta a RTVE. es Isabel Antón, profesora titular de Derecho internacional privado en la UC3M y miembro de la asociación española Expertos en Derecho de la Moda.


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Nace como un catalizador a la situación que se estaba viviendo en países que son la fábrica textil del mundo

No obstante, los expertos también recalcan que el camino es arduo y las contradicciones en el consumo, debido a una economía lineal profundamente arraigada, no lo están poniendo fácil.

La generación Z continúa consumiendo fast-fashion 

Actualmente, el impacto medioambiental y social de una marca es un factor relevante en la mentalidad de los Zeta (grupo de personas nacidas a finales de la década de 1990 e inicio de los 2000), pero no un factor que determine la compra de forma generalizada. Así lo ha confirmado un reciente informe, el cual destaca cómo, si bien esta generación considera las condiciones laborales como la problemática más importante, seguido de las sobreproducción de ropa y la contaminación, el ranking de marcas favoritas lo protagonizan aquellas que continúan con prácticas de fast-fashion. «Les estamos contando cuentos. Por un lado les decimos que tienen que hacer las cosas bien y, por otro, pueden comprar, sin ningún tipo de vergüenza, productos muy baratos, traídos de otra parte del mundo y que no cumplen mínimos criterios medioambientales», afirma Gema Gómez, directora ejecutiva y fundadora en Slow Fashion Next.

Por otro lado, Internet, y su gran desarrollo en los últimos años, ha podido fomentar esta cultura del consumo impulsivo, especialmente en las generaciones más jóvenes, sin embargo, Isabel Antón considera que no es el único factor. «Puede ser un poco por el tipo de sociedad, tan conectada, global, consumista. También está relacionado con el tema de las redes sociales, de veo algo, lo quiero y lo tengo que tener ya», explica esta experta. Las compras en línea han crecido cada vez más con la pandemia de Covid-19. Desde entonces, plataformas como TikTok, Twitter, Instagram e incluso YouTube han ido multiplicando funciones y eventos para potenciar las compras online. 

Si nos centramos en la población española en general, el low-cost sigue atrayendo a la mayoría de los consumidores. Según un reciente estudio, ‘Consumo Europa del Observatorio Cetelem’, el 63% reconoce que consume este tipo de productos, aunque un 55% lo hace por elección. Si observamos los datos por sectores, la industria de la moda es un de las más favorecidas, siendo Primark (18%) una de las empresas más reconocidas por los encuestados. Al mismo tiempo, solo el 16% ha afirmado que estos productos son desvalorizantes.

La huella ambiental de la moda en España 

Según datos de INTERTEXTER el volumen de residuos textiles posconsumo en España es de 900.000 toneladas anuales, de las cuales solo son recogidas de manera selectiva el 12%. Gran parte de estos residuos, nombre con el que se conocen a las prendas que terminan con su vida útil, acaban en vertederos y lo restante en incineradoras. «El vertedero emite gases muy potentes cuando se están descomponiendo los productos y eso incide directamente en el cambio climático. Los vertederos no pueden ser infinitos en un mundo que es finito», comenta Gema.

Los vertederos no pueden ser infinitos en un mundo que es finito

Estos impactos negativos tienen su origen en un modelo lineal caracterizado por bajos índices de uso, reutilización, reparación y reciclaje de tejidos, y que a menudo no prioriza la calidad, la durabilidad y la reciclabilidad en el diseño. El desprendimiento de microplásticos de los tejidos sintéticos y el calzado durante todas las fases de su ciclo de vida aumenta aún más el impacto. Esta experta en moda sostenible apunta como uno de los principales desafíos sigue estando en la composición de las prendas y el reciclaje de las mismas. «El elastómero es muy difícil de volver a reciclarlo y volver a crear hilo con ello», pone como ejemplo.  Al mismo tiempo, parte de estas prendas están compuestas por «sustancias químicas preocupantes«. Durante el pasado año, Greenpeace analizó decenas de prendas de vestir de la marca Shein llegando al resultado de que el 15% contenían sustancias químicas peligrosas que superan los límites de la UE.

Frente a esta situación, un estudio de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC), reveló que cada kilo de ropa reutilizada evita la emisión de 25 kg de CO2 a la atmósfera, y ahorra el consumo de casi 20.000 litros de agua. Unos beneficios que, según apunta Gema Gómez, traería la creación de empleo verde, así como una mayor durabilidad de las prendas que terminaría con la obsolescencia programada.

La moda de autor como alternativa «de toda la vida» 

Empezar con una marca de moda sostenible en un mundo donde lo que prima es el bajo coste parece una tarea difícil. Sin embargo, el negocio de la moda de autor defiende que esto es posible. Esta industria no busca seguir los estereotipos y las nuevas tendencias en el mercado. Es decir, este modelo de negocio apela por la originalidad, identidad conceptual y un uso intensivo de mano de obra. «Es un orgullo como marca tener clientas que, no solo siguen comprando prendas de alta gama, si no que siguen comprando prendas que adquieron hace 5 o 6 años. Para mí es el mejor ejemplo de sostenibilidad al no generar residuos«, explica a RTVE.es Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME).

Modesto explica cómo el ADN de la moda de autor siempre ha sido sostenible desde el momento en que se diseñan las prendas para que duren, incluso, por encima de la vida del autor. «Ellos hacen productos para que duren dos meses. O recomponen toda su filosofía de negocio y del propio consumidor, algo muy complicado, o todo lo que van a contar es mentira», afirma. Cada vez más grandes empresas están optando por llevar a cabo políticas centradas en la segunda mano y el reciclaje, algo que, según este experto en moda, es una solución a corto plazo, ya que ese reciclaje va a seguir contaminando, aunque menos.

O recomponen toda su filosofía de negocio y del propio consumidor, algo muy complicado, o todo lo que van a contar es mentira

«Pienso que la clave está en primero repensar la obsolescencia programada. Vivimos en una sociedad en la que la industria ha adoptado esta con una facilidad tremenda», comenta este diseñador. Desde los años 90, estos creadores llevan haciendo colecciones que parecían contradictorias según las estaciones. ¿Por qué? Quitaron la denominación por temporadas primavera-verano, otoño-invierno y optaron por hacer prendas atemporales, ya que es algo «que puede condicionar a los clientes».

La tecnología como otra aliada más   

La tecnología está permitiendo grandes avances para un futuro cada vez más sostenible. Dos de los grandes retos, como hemos visto anteriormente, son las nuevas fibras y los tintes. «Hay pequeñas empresas que han podido hacer ropa con las hojas de piña, pero también con posos del café y también con los residuos de la elaboración de vino. Con ello crean una especie de piel que imita al cuero», explica Isabel Antón.

Otro problema de la industria textil tiene que ver con los tintes. «De nada sirve tener un tejido muy eco si luego el tintado es con productos tóxicos que no se pueden biodegradar», añade esta experta. La preocupación no surge solo por el tema de la contaminación de estas sustancias, también se necesita agua caliente para tintar y eso supone un importante coste de energía e hídrico. «Existe una empresa española que ha conseguido teñir ropa con poco impacto en el medioambiente […] a base de un procedimiento fotoquímico que hace que se exciten los pigmentos a través de infrarrojos», ejemplifica.  Antón recalca que la tecnología se puede utilizar, además, para hacer más transparente la industria textil.

Mientras, algunas empresas ya empiezan a plantear futuros donde el metaverso sirva para poder reducir la huella de carbono por medio de eventos online, vestidores virtuales, etc. Pese a esto, esta experta destaca que se trata de una tecnología aun incipiente y cuya huella tecnológica habría que tener en cuenta.

La UE lo tiene claro: el futuro de la moda será sostenible 

Sin embargo, todos estos cambios no podrían darse sin una legislación precisa. Fue el 30 de marzo del pasado año cuando la Comisión Europea presentó un paquete de propuestas vinculadas a la economía circular, dentro de su estrategia del Pacto Verde. Nuestro modelo económico, de hecho, es actualmente ‘lineal’, es decir, basado en la extracción, producción, consumo y eliminación, por medio de muchos productos no duraderos o incluso desechables.

En lo referido al sector textil, esta nueva normativa busca garantizar que los productos comercializados en Europa consigan ser reciclables y duraderos de aquí a 2030. Esto explica por qué se está animando, cada vez, a más empresas a reducir el número de colecciones por año y fomentar las prendas atemporales. «Lo que ahora sucede es que al fabricante le sale más barato crear que reciclar, debido al estado de la técnica, al consumidor le apetece más comprar de nuevo que reutilizar prendas a las que le dan escaso valor por el bajo precio», explica Isabel, quien se muestra positiva sobre ese cambio de modelo en el futuro gracias a esta nueva normativa.

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