¿Qué implica el regreso de la complicada tendencia que ya triunfaba antes del New Look?

Marcar cintura: ¿qué implica el regreso de la complicada tendencia que ya triunfaba antes del New Look?

De acuero al portal de noticias vogue.es

Marcar cintura: ¿qué implica el regreso de la complicada tendencia que ya triunfaba antes del New Look?

Cuando históricamente la moda ha propuesto una línea determinada, siempre ha venido acompañada por un canon de belleza particular. Sucedió con los diseños rectos y los cuerpos andróginos de los años 20 y 60, los tejidos fluidos y las esbeltas siluetas de los 70 o con las prendas mínimas y el ideal extremo de finales de los 90.


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Debates aparte sobre el momento de inclusividad que parece no asentarse en la pasarela, la tendencia ha sido centrar la atención en una parte específica del cuerpo. Si la temporada pasada hablábamos sobre el foco en el pecho, esta primavera 2023 se pone el acento en la cintura.

La tónica deriva, por un lado, del progresivo auge del corsé. Como una de las tendencias propias del momento, esta prenda ha pasado a acaparar un buen grueso de las propuestas. Aunque en firmas como Balmain tratan de dejar claro que no se trata de una cuestión de talla, en otros casos el leitmotiv es el mismo de siempre: curvas realzadas en figuras normativas.

Además de piezas apretadas, el diseño pasa por un truco que históricamente le ha servido a todos los modistos para marcar todavía más el talle. Hablamos de añadir volúmenes estratégicos por encima o por debajo de la cintura, ayudando a enfatizar esa parte que, por contraposición, hace que se vea especialmente estrecha.

Lo hemos visto en las colecciones de Tory Burch, de Collina Strada o de Schiaparelli: una silueta de reloj de arena como la de mediados de s. XIX. Esa idea de sumarle volumen no es nueva: la afamada historiadora Valerie Steele cuenta que cuando se puso de moda la crinolina durante la década de 1860, las enormes faldas hacían que “la cintura de cualquiera se viese relativamente pequeña”.

En ese mismo sentido, la tendencia de un torso marcado también se aprecia en el retorno de las chaquetas entalladísimas con volumen a la cadera. La próxima temporada Proenza Schouler, Ganni o Christian Siriano toman el relevo de una propuesta incluida en las colecciones de primavera verano 2023 de Balmain, Moschino, Erdem o A.W.A.K.E. Al look bicolor en blanco y negro que Schiaparelli sumó a su última colección de Alta Costura no han dejado de compararlo con el New Look de Dior, y con aparente razón.

En febrero de 1947 el modisto francés puso el diseño patas arriba al idear una chaqueta (Bar) que marcaba cintura y añadía acolchados a ambos lados de la cadera para exagerar el efecto todavía más. “Salíamos de una época de guerra, de uniformes, de mujeres soldados con complexión de boxeador. Yo dibujaba mujeres-flores, de hombros suaves, busto dilatado, talles finos como juncos y faldas largas como corolas”; recordaba en sus memorias.

El canon que se instauró en los años 50 tras la propuesta de Dior puso a la mujer en un rol pasivo, como de musa, y supuso el regreso a un ideal de feminidad tradicional. Resulta curioso leer cómo el couturier lo describió en uno de los apartados relativos al New Look como el “retorno al arte de agradar”, en la misma línea de un reportaje de Vogue de marzo de 1940 en el que se recogían las colecciones de primavera de París “diseñadas para agradar a los hombres”. Entre ellas, se hablaba de cómo las siluetas se iban haciendo más y más estrechas para el día, con trajes ceñidos y vestidos con efecto corsé como los de Piguet.

En realidad, antes de estallar la Segunda Guerra Mundial ya se estaba comentando esta idea. En el panorama de las propuestas historicistas que marcaron 1939, el talle ceñido fue una de las claves que se reseñaron. “Como ves, necesitarás una cintura lo más estrecha posible”, señalaba Vogue en septiembre de aquel año, mientras describía los tipos de corsés más adecuados para conseguir tales efectos. Se mencionaba, por ejemplo, “la cintura tamaño anillo” de Molyneux, el “torso moldeado” de Chanel y la “cintura cóncava” de Schiaparelli.

Tres años antes, el peplum añadía ese toque de volumen para limar visualmente la cintura: Mainbocher o Lelong fueron dos de las firmas que lo tradujeron en sastrería, en el “traje peplum”. También la propia Elsa había propuesto algo similar en 1935, a través de su silueta hard chic. “La regla general de peplums acampanados no se cumple para Schiaparelli”, explicaba Vogue en octubre de 1936, incluyendo el celebérrimo “traje bureau” que la diseñadora elaboró, inspirada por Salvador Dalí.

Aunque en los años de guerra las mujeres se incorporaron masivamente al mercado laboral y adoptaron vestimentas influidas por el uniforme utilitario masculino, la realidad es que la moda también se dirigía hacia otros derroteros. En septiembre de 1945 la cabecera hablaba de un New Look (un look novedoso, a fin de cuentas) que enfatizaba las caderas mediante peplums y formatos túnica.

Este rasgo pasaba por definir el talle, principalmente, a través de cinturones y corsés interiores. Tres años después, la tendencia en París apuntaba en dos direcciones, hacia una línea afilada y geométrica, y hacia otra una abultada, siempre con cinturón, de la que Dior era su máximo exponente.

La maison apostaba por combinar la cintura fina con faldas de metros y metros de tela. Pero la opción se realzaba todavía más si cabe mediante faldas lo más estrechas posibles. Es la dicotomía que encontramos en la primavera de 2023: por un lado, las faldas amplias y estructuradas de firmas como Dior o Loewe, que recuerdan aquellas indumentarias de épocas anteriores. Por el otro, nos referimos a faldas ceñidas que dramatizan ese efecto óptico, como las vistas en Cavalli.

Fausto Puglisi, su director creativo, quiso inspirarse en el Hollywood dorado de Gilbert Adrian y acudió a la Fundación Alaïa para empaparse de las chaquetas suyas que coleccionó el modisto: “Eran como una escultura”, señaló en el backstage. Como recogió Vogue.com, Puglisi reprodujo su silueta de reloj de arena en vestidos de cóctel. Una apuesta parecida al debut de Robert Wun en la Alta Costura que Florence Pugh lució hace unos días en los Critics Circle Awards.

Si algo demuestra la historia una y otra vez es que la idea de masculinidad (como la de feminidad) es un constructo en constante revisión: en 2018, Vogue.com vinculaba los corsés vistos en las colecciones masculinas con el impacto del drag, que se había vuelto mainstream gracias a programas como RuPaul’s Race Drag o Pose. Ahí tuvimos unos cuantos años antes a Mr Pearl, el afamado corsetero de John Galliano o Thierry Mugler, desfilando en chaqueta con cintura entalladísima para la primavera de Alexander McQueen, en 1995.

“Creo que debido a la forma en que manipula la postura del esqueleto, crea una sensación de empoderamiento” reconoció en una entrevista con Dazed al respecto del corsé que nunca se quita. “Es una especie de caparazón, una protección para ayudarte a enfrentar el mundo. O así lo siento yo”.

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