De acuerdo al portal de noticias es.fashionnetwork.com
El lujo sofisticado de Alaïa cruza el Sena
- Tras cinco noches en las que Francia se ha visto sumida en una ola de violencias y disturbios, la jornada de desfiles fuera de calendario oficial del domingo 2 de julio – y víspera de la celebración de la Alta Costura parisina, que dará comienzo este lunes 3- se acercaba con el marcado interrogante alrededor de su pertinencia ante un preocupante e imprevisible contexto social y, por su puesto, de la seguridad a la hora de organizar eventos masivos. Si bien las revueltas parecieron calmarse en cierta medida la pasada noche en la capital, festivales y conciertos han permanecido anulados durante todo el fin de semana.
Un contexto abrupto que, hace tan solo unas horas, justificó la anulación del desfile de Celine y su fiesta posterior. A través de un comunicado, su director creativo Hedi Slimane argumentó que la celebración de un desfile de moda en París sería «desconsiderado y totalmente inapropiado» en semejante situación. De haber tenido lugar, el show de la firma propiedad del grupo LVMH habría comenzado, en teoría, tan solo 30 minutos más tarde que el de Alaïa, complicando la asistencia a ambos desfiles por parte de los invitados habituales.
Finalmente, las otras dos maisons de la agenda dominical decidieron seguir a delante con el espectáculo. Citas que, por otro lado, es preciso no olvidar que representan meses de intenso trabajo por parte de los equipos de las marcas. Si bien Patou escogió la sala de conciertos Wagram para celebrar la puesta de largo de la última colección de Guillaume Henry, la maison Alaïa se guardaba un ambicioso plan bajo la manga: reunir a alrededor de 200 invitados en un marco exterior incomparable ante la puesta de sol. Así, la pasarela peatonal Léopold-Sédar-Senghor, que une el Quai Anatole France con el Jardín de las Tullerías, se convirtió en un podium efímero al servicio de las creaciones del belga Pieter Mulier.
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Siguiendo la estela del reciente desfile de Louis Vuitton sobre el Pont Neuf, el Sena se convirtió en el principal testigo de excepción del evento. Aunque, en esta ocasión, el ambiente estaba desafortunadamente bastante más enrarecido que la noche del debut de Pharrell Williams. Cerrada al público general, la pasarela fue el objeto de las miradas atónitas y de los flashes de turistas algo despistados, que se aglomeraban a ambas orillas del río o que lo navegaban a bordo de sus clásicos «bateaux mouches»; mientras que los muelles reflejaban un clima mucho más tranquilo que cualquier otro domingo de verano por la tarde, con pocos locales paseando y las terrazas de los péniches (embarcaciones típicas de los canales parisinos que, en muchos casos, se reconvierten en bares y cafeterías veraniegas, ndr) a medio gas.
Ante una ciudad teñida de gris, la respuesta de la maison Alaïa fue una exquisita sublimación de la belleza que logró sacudir con un efímero síndrome de Stendhal a un buen puñado de invitados, entre los que destacó la cantante Rita Ora o la mismísima Anna Wintour. Sentados en el centro de la pasarela sobre taburetes plegables de cuero que habían hecho las veces de invitación, los asistentes contemplaron un momento de fina elegancia, casi onírico, con el sonido del agua y una sinfonía firmada por Gustave Rudman de fondo y exclusivas vistas al Grand Palais.
La colección apeló de lleno a uno de los conceptos más de moda: el «quiet luxury», también conocido como «lujo silencioso». Un armario atemporal de altísima gama, caracterizado por la sobriedad de sus líneas y la sofisticación de sus detalles, celebrando los tejidos nobles y elevando a las modelos a una poderosa elegancia. Con el cuero como hilo conductor, la propuesta presumió de abrigos largos de solapas exageradas, chaquetas cortas de doble botonadura, sugerentes faldas lápiz combinadas con tops de estilo corsé en sus versiones en blanco y negro, vestidos de manga larga estructurados con mangas abullonadas o una extensa propuesta de accesorios, incluyendo desde guantes largos como complemento sofisticado o diferentes versiones y tamaños de bolsos discretos y minimalistas.
El regreso de Pieter Mulier a París, después de haber llevado el último desfile de Alaïa a su casa de Amberes, se saldó con una colección a la imagen de las líneas precisas y el estilo único del modisto franco-tunecino Azzedine Alaïa, fallecido en el año 2017. Una pureza al servicio de envolver y sublimar los cuerpos de las mujeres, afirmando la pureza de sus curvas con elegantes resultados en forma de sugerentes vestidos semitransparentes, largos y ajustados, únicamente decorados con volúmenes sobre los antebrazos o las caderas; así como de las clásicas siluetas reloj de arena de la marca, con vestidos de cuello halter, faldas de tubo entalladas o cinturones subrayando los volúmenes.
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Una apuesta por la sobriedad, con pinceladas de sensualidad relajada en las transparencias de los tejidos pegados al cuerpo, los vestidos de látex, los escotes corazón, el talle alto de los bodies que dejaban las nalgas al descubierto o los zapatos joya con detalles plateados y dorados. En la paleta neutral dominada por el blanco, el negro o diferentes tonos de marrón, también hubo espacio para toques de mostaza, naranja, azul celeste o incluso rojo, que tiñó un total look de cuero de falda sobre unos leggings «fuseau». Por su parte, los cuellos y las estolas de piel aportaron el punto clásico, al tiempo que los tocados de estilo «pillbox» recordaron a la elegancia de Jackie Kennedy y Audrey Hepburn.
Enfundado en la clásica blusa blanca de los equipos Alaïa, Pieter Mulier salió en una carrera a recoger los aplausos de un público cautivado. Una ovación que continuó bajo el puente, en uno de los muelles, con un entregado elenco de modelos encabezado por Irina Shayk, Mariacarla Boscono o Vittoria Ceretti
