Si hace unos días nos hubiesen dicho que Lidl iba a arrasar con una marca propia de ropa, nos habría parecido imposible. Llevar camisetas con el logo de la cadena de supermercados, chanclas con el nombre estampado de sus tiendas o zapatillas con sus colores corporativos no suena, precisamente, a éxito comercial. Pero la fiebre por estos productos es imparable. Lidl se ha convertido en una marca de culto para muchos de sus compradores, en algo de lo que presumir, y la cadena de supermercados está encantada de utilizar estos artículos como gancho vendiéndolos a precio de coste –o puede, incluso, que por debajo– para que después sus clientes se lleven también otros productos de las estanterías.
La revolución que provoca la compañía cada vez que pone a la venta su robot de cocina Monsieur Cuisine se queda corta en comparación con la locura desproporcionada que se ha desatado en los países europeos donde Lidl ha lanzado esta línea de ropa con diseño corporativo. Una colección que se ha comercializado tanto en tienda ‘online’ como en establecimientos físicos de Países Bajos, Finlandia, Bélgica o Alemania, creando tal fiebre entre los consumidores que los productos se han convertido en una especie de objeto de culto y ya se revenden en portales como Wallapop y eBay a precios desorbitados.
