¿No es el lujo tranquilo otra forma de hablar de minimalismo?

Según publica vogue.mx El lujo silencioso es la tendencia más común y replicada del año. Me atrevería a decir que también es una forma falsa (o copiada) de referirse al estilo minimalista, que se ha extendido como un maremoto ante la reciente nostalgia por los 90 y que (con la vista puesta en el inminente regreso de Phoebe Philo) se ha reavivado también el interés por lo que los conocedores de moda denominan ‘Old Céline’, así con la tilde en la primera ‘é’.

Así lo demuestran las numerosas citas de expertos en las redes sociales y es que mucha gente está ansiosa por interpretar todas las colecciones, pero ante la aparente sencillez del enfoque de diseño ‘menos es más’ (que a veces roza lo aburrido) los críticos se encuentran con que es más difícil analizar prendas sin logotipos chillones o que no responden a la moda experimental.


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La serie de TV Succession se convirtió en una puerta de entrada a este mundo lleno de tonos beige, super editado, aunque esta referencia no sea especialmente representativa de la tendencia, al menos en mi opinión. Los trajes de la serie de HBO nos hablaban más de vestirse para el éxito, que en crear una verdadera declaración de moda.

Es cierto, sin embargo, que el vestir minimalista (punto y aparte) se asocia en gran medida a la sastrería y, por extensión, a una especie de pulcritud y sumo control, a veces una especie de puritanismo sartorial. Puede que un traje de pantalón blanco no sea la prenda más práctica, pero es muy chic. Como ocurre con la idea de llevar ‘zapatos de limusina’, el vestir de sastre puede suponer una cierta prosperidad. Esta estética está muy vinculada al estilo de vida de lujo y al mundo del diseño interior, lo cual tiene sentido porque la idea del lujo tranquilo tiene mucho que ver con el tacto y la historia que cuenta la ropa.

Los materiales suelen ser lo primero a la hora de diseñar este tipo de prendas. Se trata de llevar cachemira en innumerables capas, de llevar lana lavada a mano en un arroyo y el tejido confeccionado en un antiguo telar italiano o japonés, como punto de partida. También de la venta de prendas que a menudo tienen siluetas más bien sencillas. Son esos materiales especiales los que sitúan estas prendas en una categoría aspiracional. Una estética que puede copiarse; aunque no sean los mismos textiles, y hay quienes así lo intentan.

Aunque se ha hablado mucho de la tendencia del lujo silencioso, la realidad es que no es un fenómeno tan común en las pasarelas. Caballeros medievales desfilaron en las colecciones masculinas; mientras que en las femeninas vimos sirenas en Louis Vuitton, mientras Chanel mostraba looks de Barbie en Los Ángeles y Christian Dior evocaba a Frida Kahlo en Ciudad de México.

En la moda se ha demostrado una y otra vez que ‘el ojo tiene que viajar’, como diría Diane Vreeland. Esa es una de las razones por las que existen las tendencias. El lujo tranquilo, con su disciplina y su visión inquebrantablemente estricta, es un extraño placer para el mundo digital, o tal vez, sólo nos parece interesante porque es difícil de precisar.

No se habla lo suficiente del minimalismo de los 90 como reacción a la exageración y lo extravagante que fue la moda de los 80, pero el contraste entre lo hecho y lo deshecho contribuye en gran medida a resaltar lo nuevo y fresco que era y es un slip dress de Calvin Klein sin adornos, o un traje de líneas puras de Helmut Lang.

Al mismo tiempo, Martin Margiela ofrecía prendas sencillas, pero de gran lujo para Hermès. La caída de las faldas globo coincidió aproximadamente con un periodo de recesión, lo que hizo que esta tendencia no sólo pareciera acertada, sino también acorde con los tiempos.

En esta ocasión, la tendencia parece una reacción a la cultura digital, en particular al momento que se vive actualmente en Instagram, uno que valora el factor sorpresa, el teatro y los límites adecuados. Sin olvidar la influencia de TikTok. La publicación de looks recién salidos de las pasarelas (generalmente por parte de celebridades) convierte las nuevas prendas en una especie de círculo de ‘fast fashion’, cuyo resultado es que estas prendas solo viven como un meme, más que como ropa real.

El minimalismo 3.0 nos devuelve, si no a la realidad, a algo cercano a ella, en el sentido de que el énfasis se pone en prendas bellamente confeccionadas con tejidos de calidad, en siluetas sencillas y sin pretensiones.

La idea es que se trate de ropa que se pueda usar para siempre y, como tal, que contribuya a la sostenibilidad. También es importante señalar que la estética del lujo tranquilo es un antídoto contra el look hiperjuvenil de los 2000 que vivimos desde hace un año. Lo silencioso es una alternativa adulta que se puede llevar a la oficina (donde parece que ya nadie sabe cómo vestirse tras la pandemia).

El minimalismo 3.0 habla de que hemos llegado a un cierto estilo de vida e implica un cierto nivel de éxito, si se mide con estándares bastante tradicionales. En un mundo alienado y desordenado, donde no siempre se puede confiar en lo que se ve, es fácil entender que el tacto, la estructura y la sencillez se conviertan en lo que debemos buscar.

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