Las joyas de Chanel que adoraría Coco porque se inspiran en el Tweed

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Coco Chanel aseguraba poder diferenciar el tweed (tejido confeccionado con lana) lavado en las aguas del río escocés que lleva su nombre del resto. Su extenso conocimiento acerca de la cultura y la moda escocesa, en especial de este tejido, comenzó gracias a su idilio amoroso con el duque de Westminster, que duró alrededor de una década y transcurrió en la mansión de 22 habitaciones que la modista poseía en aquel territorio.

Desde las verdes praderas de Escocia y el armario del duque de Westminster, el tweed viajó hasta el cuartel general de la casa Chanel en París, situado en la plaza Vendôme, para convertirse en un icono en sí mismo. La diseñadora lo trasladó a la moda femenina y, sin imaginarlo, fundó las bases de una estética que hoy reconocemos como marca Chanel sin ningún tipo de esfuerzo.


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En 2020, Patrice Leguéreau, director creativo del estudio de joyería de Chanel, decidió reinterpretar el tejido y convertirlo en joya, con la colección Tweed de Chanel. Este año, el diseñador ha ideado la segunda muestra en honor al tejido, compuesta de 63 nuevas piezas.

Mientras que las primeras joyas de Tweed de Chanel fueron «un homenaje al tejido en sí mismo», según nos cuenta personalmente Leguéreau, en la segunda ha querido ir un poco más lejos. Esta vez se divide en cinco capítulos, que rinden tributo a cinco iconos de la centenaria casa de moda –pues están irremediablemente ligados a su historia– y que representan, además, cinco tipos de feminidad. «Es una colección mucho más rica», determina Leguéreau. Los cinco iconos son: los lazos, la camelia, el sol, las estrellas y el león.

Este último, además de ser un emblema personal de la mismísima Gabrielle Chanel, también es el símbolo que representa la joyería de la casa parisina. Cada capítulo se diferencia entre sí por sus singularidades cromáticas: «Fue muy obvio elegir los colores para cada icono. El lazo debía ser blanco por completo, por su delicadeza, y lo hicimos con oro blanco, diamantes y perlas. La camelia, rosa, con zafiros y oro a juego, como en un jardín.

El sol, que representa la fuerza, con amarillo en zafiros y diamantes. Las estrellas son los sueños, por eso debían estar representadas en tonos azules y negros con lapislázuli, además de incluir detalles amarillos gracias al zafiro. Para el león, que es el icono más poderoso de los cinco, escogimos el color rojo, por su pasión, y lo complementamos con tonos cálidos de amarillo y naranja».

No hay una pieza igual a la anterior, además de por la diferenciación en la paleta de colores, por los detalles a nivel de precisión técnica: «Para mí era muy importante crear estructuras y texturas diferentes para cada icono», explica. La dureza del oro adopta, gracias a Leguéreau y todo su equipo técnico y creativo, la forma dúctil y maleable del tejido suave y esponjoso que Gabrielle Chanel siempre veneró, para conseguir esos juegos de texturas. Si sus chaquetas siempre han sido dignas de admiración, el trabajo que han conseguido los artesanos de la casa supera sus altísimos estándares.

La forma de trabajar de Patrice Leguéreau es la de un verdadero artista que siente devoción por la pintura. Siempre lleva consigo un cuaderno de bocetos al que se lanza a dibujar, para dar rienda suelta a su creatividad cuando acude la inspiración. Entre sus referencias artísticas se encuentran el arte moderno y el impresionismo, y en sus momentos de ocio adora viajar desde París –donde reside– hasta Nueva York, y allí pasear por las inspiradoras galerías del MoMA.

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Su amplísima gama de referentes se aprecia en la grandiosidad de sus bocetos para la colección –de estética modernista con trazos en los que se aprecia la estructura del tweed en versión ampliada–, que se pueden presentar en sí mismos como obras de arte. De hecho, así estaban expuestos en Lindley Hall (Londres), el espacio escogido por Chanel para presentar la colección de forma oficial.

Se trata de un edificio que mandó construir Eduardo VII en 1904, consagrado a las exposiciones y la horticultura. Para la maison se antojó como perfecto para dar a conocer al mundo las piezas de Tweed de Chanel: su techo de cristal resaltaba el brillo de cada joya, haciéndola si cabe más espectacular. Fue en el pasillo del espacio, donde los lienzos de grandes dimensiones de Leguéreau descansaban separando diferentes salas.

Además de esta muestra, la presentación de Tweed de Chanel contó con célebres invitados a la altura de un evento de estas características. Casi todas las miradas, recayeron sin embargo en una sola mujer: Keira Knightley. La actriz británica es sinónimo de elegancia y buen gusto, cualidades que casan a la perfección con la firma de lujo.

La intérprete de filmes como Orgullo y prejuicio o Expiación llegó despampanante luciendo joyas de la colección al Museo Británico, el cual Chanel había cerrado por una noche para reunir a un reducido público en una cena que puso el colofón final con la actuación de Kylie Minogue. Knightley deslumbraba con el collar Mademoiselle con anillo a juego, la pulsera Pastel y los pendientes Dentelle. Como el resto de piezas de la colección, los luce con su característica sofisticación junto a prendas de la firma en la campaña de otoño que protagoniza.

Detrás de toda esta creatividad y desafíos técnicos, Leguéreau asegura que Gabrielle Chanel siempre ha estado en el centro de todo, como fuente de inspiración y objeto de veneración: «Puedes verla detrás del león. En ella se encuentran los cinco tipos diferentes de feminidad, porque vivió muchas etapas a lo largo de su vida en las que conoció a personas muy diferentes, que fueron formando su rica personalidad. Puedes reconocerla en cada capítulo de esta colección».

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