Nuevo Audi R8, la última tentación

Según publica el portal excelsior.com.mx

Para despedir al auto que los llevó a la gloria, el Audi R8, la firma de los cuatro aros trajo a México una edición especial que integra la tracción trasera que tanto pedían los fans de la marca en este auto


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Mientras escri­bimos esto, en nuestra men­te suenan las nostálgicas golondrinas, pues sus notas son tan tristes y su­blimes como lo que nos ocu­rrió. Y es que dicen que nada, absolutamente nada dura para siempre, y al ver que por fin el mítico Audi R8, ese que llevó a la marca de los cuatro aros a las grandes ligas de la deportividad y que durante toda su vida había integrado tracción Quattro, como parte de la estirpe de la casa de In­golstadt, hoy desembarca en nuestro territorio con tracción trasera, y nos queda claro que el final se acerca.

Mientras caminamos con pasos largos y urgentes sobre la zona de los pits del Autó­dromo Hermanos Rodríguez, es imposible no tener senti­miento encontrados. Por un lado, la emoción de celebrar 25 años de Audi en México y ponernos al volante del R8 RWD y, por el otro, la nostal­gia de saber que, dentro de pocos años, el R8, tal y como lo conocemos hasta ahora, dejará de existir, pues la firma alemana ya ha confirmado que jubilará su motor V10 de combustión interna en favor de un tren motriz 100% eléc­trico.

De modo que, mien­tras eso sucede, no queremos  desaprovechar ni un minuto de la experiencia, pues sólo podremos realizar unos cuan­tos giros al trazado.

Con el R8 frente a nosotros confirmamos que su carroce­ría, la cual ahora está bañada en pintura blanca, siempre será impresionante y no ne­cesita recurrir a otros trucos, como enormes alerones o pinturas estridentes para cap­tar nuestra atención, sus tra­zos y las piezas que integran su carrocería acentúan por sí mismas el impacto visual de esta escultura con ruedas.

Si no sonríes con la mis­ma intensidad que lo hace un niño lleno de alegría al abrir la puerta del conductor, enton­ces quizá no mereces ni si­quiera acercarte a este coche. Si eres de talla grande, Ingre­sar en el habitáculo requie­re un poco de práctica y unas caderas bien engrasadas, pero es un impedimento con el que estamos dispuestos a vivir.

Una vez adentro te en­cuentras con uno de los me­jores puestos de manejo que puedas experimentar, senta­do muy cerca del suelo como lo haría un piloto de carre­ras al enfundarse en un mo­noplaza. Frente a nosotros aparece un parabrisas muy inclinado y un amplio tablero que parece que te empuja ha­cia atrás.

Al echar un vistazo por los espejos retrovisores, se precian las enormes cade­ras que permiten acomodar los anchos neumáticos trase­ros, montados en rines de 20 pulgadas. Ponemos el motor en marcha y los 10 cilindros se encienden en secuencia 1–6–5–10–2–7–3–8–4–9, con un giro inicial de revo­luciones que rápidamente se estabiliza.

El atractivo de este motor V10 atmosférico de 5.2 litros, de 570 caballos de fuer­za y 405 libras-pie de tor­que, comienza mucho antes del instante en el que cobra vida.

Si alguna vez has girado la llave o pulsado el botón de arranque, conocerás esa mez­cla de emoción que te recorre las entrañas, acompañada de la adrenalina que se apodera de tu sistema nervioso cuan­do pisas el acelerador hasta el fondo. Sin duda alguna, des­corchar un V10 es algo que nunca se olvida y de lo que nunca te cansas.

Con el cintu­rón de seguridad en su lugar, pisamos el pedal del freno, desplazamos la palanca de la transmisión a Drive, obvia­mente en modo manual, pre­sionamos el acelerador y nos ponemos en movimiento.

La primera vuelta es de re­conocimiento, para familia­rizarse con la dinámica del coche y para identificar los puntos de frenadas fuertes y aceleración.

Una vez ana­lizado el circuito, pisamos a fondo e inmediatamente la explosión de empuje apare­ce, es como ir sentado en la punta de una flecha, con la espalda pegada al asiento e insertando una a una las 7 ve­locidades de la caja S Tronic.

La manera en que el R8 devora el asfalto del Herma­nos Rodríguez es refinada, mientras que el motor exhi­be su potencia sin siquiera comenzar a sudar, a pesar de que el auto ya vuela sobre este sagrado asfalto, un vistazo al tacómetro nos muestra que con 3,000 revoluciones por minuto en el tacómetro, la máquina aún tiene mucho por dar.

Puedes llevar el frente del coche a cualquier vértice de una curva con una precisión milimétrica, con niveles de agarre soberbios que te dan confianza para incrementar el ritmo, a pesar de que no tenemos los beneficios de la tracción en las cuatro ruedas, tampoco se percibe la ausen­cia de equilibrio ante la fal­ta del peso que supone el no contar con el motor en la par­te delantera, ni las flechas de una transmisión frontal.

Al frenar, el R8 RWD baja ligeramente su afilado frente, gracias al extraordinario tra­bajo de los enormes cálipers que muerden sin miedo los tremendos discos ventilados, que lucen sensacionales de­trás de lo rines.

La mejor muestra de que lo disfrutamos a lo grande es ese odio que se siente al tener que seguir al líder al carril de pits, algo dentro de nosotros nos dice que deberíamos desobe­decer y huir de ahí.

Obviamente, el auto de Tony Stark es uno que exi­ge respeto y ofrece la expe­riencia de conducción de un superdeportivo, aunque a di­ferencia de otros su nobleza y precisión te hacen sentir en paz con tus instintos, pues sa­bes que si ellos te hacen co­meter decisiones equivocadas el R8 estará ahí para salvarte, gracias al tremendo paquete electrónico con el que cuen­ta y a la larga lista de asisten­cias electrónicas, que sólo es recomendable desconectar si tienes las manos entrenadas para hacerlo.

Aunque el R8 RWD mar­cará un momento especial en la historia del automóvil y de la propia Audi, este coche es una celebración de una raza de coches que nos ha erizado la piel por años y que hoy está alcanzando la cúspide de su propia historia.

El Audi R8 RWD está dis­ponible en nuestro merca­do por $3,094,900, un precio apenas razonable si conside­ramos el pedazo de historia que llevaremos a nuestro ga­rage y la cantidad de felicidad que es posible cargar en el, a pesar del pequeño tamaño de su cajuela.

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