Sebastián Wilson: La era de los consumidores informados

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Cada vez es más común escuchar la frase “la data es el petróleo del siglo XXI” y aceptar dicha analogía podría ser bastante tentador, pues se refiere a la información como nuevo motor de la economía, apetecido tanto por empresas como personas y que ubica en una posición privilegiada a quien la posee. Los consumidores informados.

Sin embargo, sabemos que ante cualquier generalización conviene detenerse a cuestionarla, pues a diferencia del petróleo, cada día se generan más datos y el valor de estos es relativo según los intereses, incluso temporales, de quien los consulta. Otra gran diferencia es la capacidad de la data de emerger de cualquier lugar, a diferencia del petróleo, por ejemplo, que conocemos dónde se acumula, fruto de diversos procesos geológicos.


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Consumidores informados

Llevando esto al ámbito de la toma de decisiones, cabe señalar otro aspecto aún más relevante: no existe un “antipetróleo” o un petróleo falso, pero sí podemos encontrar, y en abundancia, casi tanta información como “desinformación”, por lo que simplemente tener datos, sin un contexto y sin una correcta interpretación, podría traer más perjuicios que beneficios.

A pesar de esta paradoja, las nuevas preferencias de consumo han llevado a las personas a buscar cada vez más información sobre lo que están comprando (conocer sus componentes), cómo llegó a sus manos (lugar de origen, quién lo fabricó y a quiénes financia al preferir ese producto) y dónde terminarán los residuos que se generan como consecuencia de la compra (emisión de CO2 en la logística, destino del empaque donde viene el producto o del producto mismo cuando finalice su vida útil).

Una de cada tres personas lo exige

Lo anterior no es un mero capricho, pues para más de un tercio de la población del mundo esto representa una necesidad ya sea por razones médicas: alergias, intolerancias o enfermedades; por sus creencias religiosas como el islam, judaísmo, budismo, entre otros; o bien por su estilo de vida: veganismo, vegetarianismo y/o deportistas.

Lo más relevante es que el número de personas que pertenece a alguno de estos grupos está creciendo aceleradamente y se espera que para el 2030, la mitad de la población no solo quiera, sino que necesite saber en detalle qué es lo que está comprando y su impacto.

Esto es especialmente relevante en productos de consumo diario como alimentos o artículos de higiene personal y belleza, debido a que un error en la elección puede traer consecuencias que pueden llegar a ser fatales para quien lo compró o para un integrante de su familia.

Ante este escenario, algunos sitios web y apps de e-commerce han comenzado a establecer lo que pronto será un estándar: desplegar información detallada de los productos que venden para que sus consumidores puedan tomar decisiones de compra más informadas, en menos tiempo y con menor propensión a cometer errores.

Información revisada y validada por expertos

Aquí es donde cobra especial relevancia lo expuesto al comienzo de este artículo y es que no basta con desplegar datos, sino que estos deben estar completos, actualizados y provenir de una fuente confiable como una entidad certificadora o una autoridad sanitaria. Esto es crítico pues aproximadamente el 34% de las barreras de compra online se deben a que el usuario no encuentra lo que está buscando, y eso incluye aquella información que le es necesaria para determinar la aptitud de un producto.

Para los comercios, realizar esta labor correctamente puede ser muy demandante en recursos y se aleja del núcleo de su negocio. Es por eso que algunas de las grandes cadenas de retail de Latinoamérica han contratado servicios como OK to Shop para recolectar y analizar con su equipo de expertos la información de los productos que venden. Esto no solo mejora la calidad de los datos que se despliegan en las fichas de productos, sino que también permite optimizar los motores de búsqueda interna y las sugerencias de venta cruzada o productos sustitutos con base a las preferencias de sus consumidores.

La era de los consumidores informados en la que nos encontramos, y la oferta cada vez más amplia de tiendas online disponibles, ha obligado a elevar la experiencia de compra hacia una hiperpersonalización para poder mantenerse competitivos. No basta con convencer o persuadir a los clientes de comprar lo que tenemos para ofrecerles, sino que debemos escuchar permanentemente sus requerimientos y adaptar el surtido con el fin de ofrecerles alternativas aptas, las cuales deben estar debidamente informadas para generar confianza, facilitar la decisión de compra y generar vínculos duraderos.

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