La cárcel oculta de la perfección

Síndrome de la impostora

«La cárcel oculta de la perfección», es el tema que que nos propone la escritora y periodista Ivette Estrada en esta nueva columna.

Por Ivette Estrada, escritora y periodista


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Asumimos que el auto sabotaje en el desarrollo laboral se limita a incumplimiento, postergaciones y una proactividad limitada o inexistente. Sin embargo, el obstáculo actual a la realización de metas profesionales es el perfeccionismo. Bajo él se esconde el miedo a no ser suficiente e, incluso, presentar el síndrome del impostor.

La cárcel oculta de la perfección

Aunque al inicio de una carrera conviene prepararse exhaustivamente, en carreras intermedias y maduras el perfeccionismo suele representar un obstáculo al crecimiento profesional y ascensos. De hecho, la entrega excesiva puede impedir avances o invisibilizar oportunidades. También se asume como una de las principales causas del agotamiento laboral.

Más aún: el perfeccionamiento interfiere directamente en encontrar nuevas oportunidades o promociones laborales y puede limitar la perspectiva de éxito al concentrarse excesivamente en tareas insustanciales e irrelevantes en la misión central corporativa. 

De forma simultánea, las mujeres y otros grupos minoritarios son más proclives a adoptar conductas de perfeccionamiento por inseguridad o para adoptar las características que se imponen socialmente en distintos ámbitos. 

Ahora, esta compulsión se agudiza en ambientes laborales hostiles o con malas prácticas de inclusión e intolerancia a las equivocaciones. Hablamos de empresas con organigramas verticales y poco flexibles que ostentan liderazgos coercitivos.

Hay quien relaciona el perfeccionamiento con el síndrome del impostor o la paralizante creencia de no ser suficiente. También es una imposición de papeles míticos como la Supermujer. Es un ancla en el avance profesional que limita a sólo ejecutar  los planes de otros e incrementa la percepción de no ser apto para la planeación estratégica, dirección y liderazgo. Se trata de una conducta altamente limitante. Es, en suma, el autosabotaje de nuestra era.

¿Cómo detectarlo?

El perfeccionamiento tiene muchos “disfraces”. Algunos de ellos son prepararse para que otros brillen en el centro de atención y sin darse cuenta esconderse cuando se presenta el resultado del trabajo. También aparece ante las cargas laborales abrumadoras, en las que se busca tiempo extra para prepararnos, y de manera simultánea, las oportunidades para crecer se asignan a otra persona. 

Muchas veces la excesiva preparación es un mecanismo de afrontamiento. Cuando se carece de tiempo para hacer la preparación habitual, la ansiedad puede activarse e impide aprovechar oportunidades.

El perfeccionismo es peligroso. Aunque la preparación genera un impulso y hace sentir y parecer competentes, de forma simultánea  es “adictiva”: cada vez se necesitará más tiempo para realizar el trabajo rutinario. Hay quienes se sorprenden de que su desempeño disminuye por carecer de tiempo “para prepararse”.

Cuando se depende de horas de preparación, no se aprende cómo avanzar con información parcial. Asimismo, un profesional demasiado preparado puede ser fácilmente etiquetado como idóneo para participar en el equipo, pero no para liderarlo. Incluso los altos estándares pueden volverse demasiado críticos con aquellos a quienes se lidera y desarrolla. En lugar de entrenar a otros para sobresalir, podemos caer presa de la microgestión y crear una reputación reprobable.

Las luchas internas

Un perfeccionista enfrenta la paradoja de sus expectativas internas y su creencia de lo que la sociedad, el trabajo y la familia esperan. A través de entrevistas en profundidad de trabajadores diversos, un estudio mostró que el perfeccionismo se experimenta de manera única y se acota a limitantes normas culturales. 

Si bien no hay soluciones para salir de estas pautas de comportamiento, son recomendables estas acciones:

Reflexionar sobre el éxito. Años de preparación a la perfección pueden convertirse en una sensación de que ya es suficiente. Al reflexionar sobre la búsqueda de la perfección y contrastarlo con el propósito y metas, es probable detectar que algo tiene que terminar y que no sea la carrera, bienestar o contribución al  trabajo y la familia. 

Una forma de recuperarse del perfeccionismo es adoptar una mentalidad de crecimiento en lugar de una fija. La reflexión es la clave para llegar allí. Ayuda a ver objetivamente el propio progreso y aprendizaje. Al pensar demasiado en algo, se disecciona y reflexiona sobre los hechos, la interpretación y sobre qué más podría suceder. Permite dejar de lado el giro improductivo.

Tomar el tiempo de manera proactiva para reflexionar sobre los éxitos a lo largo del tiempo, fortalecimiento y progreso, permite detectar las oportunidades que se tomaron, todo aquello que se aprendió, cómo nos recuperamos cuando algo no salió según lo planeado y qué haríamos de manera diferente la próxima vez. 

En esta reflexión generalmente resulta sorpresivo el propio crecimiento. Es una de las mejores maneras de evaluar, ignorar al antagonista Interno y las demandas cotidianas. Al mismo tiempo, permite celebrar victorias, derrotas y perspectivas. Conviene realizar esta práctica semanal. Al agregar gratitud a esta reflexión se puede formar una mentalidad más positiva.

Replantear los roles. Estar preparado a la perfección es más probable que se vuelva peligroso cuando nuestros roles se expanden y crecen. Podemos asumir más responsabilidad en nuestra empresa o en casa y abordarla con el mismo nivel de esfuerzo que funcionó antes. Con tanta frecuencia, se agrega más y no se quita nada.

La paradoja es que no se puede aplicar el mismo nivel de esfuerzo hacia la perfección que siempre, pero asumimos que no tendremos éxito a menos que seamos perfectos. Entonces debe repensarse la perfección.

A medida que obtenemos más responsabilidad para las personas en el trabajo, es posible que tengamos que obligarnos a delegar y establecer controles individuales sobre el progreso y los resultados. En casa, nuestra estrategia puede reflejar nuestra visión de lo que se hace y quién lo hace.

Es importante reconsiderar los estándares a los que nos aferramos. A medida que avanzamos en nuestras carreras, tenemos que dejar de lado parte de la preparación que nos aseguró la perfección en el pasado. Necesitamos replantear nuestros roles y los estándares a los que cumplimos, equilibrar nuestros propios valores y necesidades con lo que es más importante en cada rol que desempeñamos.

Planificar la acción y pedir ayuda. Nos resistimos a decidir porque no queremos arriesgarnos a un mal resultado. Entonces es recomendable crear un marco para los criterios de decisión que permitan actuar. Esto podría ser tan simple como determinar, por ejemplo, que puede avanzar si se prueban tres de las cinco suposiciones. 

Buscar la opinión y el entrenamiento de un gerente permite avanzar con información más rica. Trabajar con los jefes permite identificar el trabajo de alto riesgo y dónde se puede entregar de manera más eficiente o delegar. 

En la planificación conviene clasificar tareas y determinar cuáles de ellas se pueden manejar de manera realista con la excelencia requerida, junto con el nivel de finalización de los Bs y Cs. Este tipo de conversación puede ayudarte a crear expectativas compartidas del trabajo necesario. 

 Es hora de enfocar el esfuerzo donde más se necesita y hacer coincidir los proyectos restantes con el nivel adecuado de rigor. Es fundamental prepararse para el éxito a través de conversaciones que contribuyan a una vida laboral sostenible. 

Ser realista. Conviene percatarse que tan duros somos con nosotros mismos y tratarnos con mayor compasión. Es importante dejar de exagerar la preparación y comenzar a practicar. Esta es una acción crucial de luchar contra nuestros miedos y la pobre y mítica imagen que tenemos de nosotros mismos y nuestras capacidades.

La reflexión, replanteamiento de roles, planificación, pedir ayuda y ser realistas nos permitirá salir de la cárcel que representa el perfeccionamiento que nos ata a labores simples y poco significativas por la sombra inconsciente del no merecimiento.

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