Historia de una familia bumanguesa, como otras tantas en estos 400 años.

Juan Manuel Álvarez Cruz

Juan Manuel Álvarez Cruz

Producto del auge económico vivido en el siglo XIX en tierras santandereanas que erigieron a Bucaramanga como centro comercial del oriente colombiano siendo el eje articulador del comercio entre Venezuela, el centro y el occidente del país; venido de la costa atlántica, arribó un comerciante barranquillero junto con cientos de extranjeros y nacionales provenientes de otras partes del país a una tierra emprendedora, próspera y con un clima entrañable, con el claro objetivo de afincarse y aportar al desarrollo de la región y la nación, haciendo parte del grupo fundadores del Banco de Santander en 1857, entre otros emprendimientos junto con su hijo, quien formó familia en la ciudad y con quien compartía el mismo nombre y apellido, mi bisabuelo, Demetrio Cruz.


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Eran principios de siglo XX, las peleas internas en la región terminaron en una cruel guerra interpartidista que trajo funestas consecuencias para el proyecto económico y político de Santander, su capital y miles de familias que vieron como cientos de sus padres, hermanos e hijos murieron o fueron heridos en combate en batallas como la de Palonegro, tal como le sucedió al segundo de los Cruz en la tierra bonita. Si bien se vivían duros momentos en la región, la Concesión de Mares y el proyecto de conectividad pensado desde el ferrocarril encandilaban a comerciantes bumangueses; mi bisabuelo a pesar de no contar con grandes dotes físicos según cuentan en la familia y ratifican las fotos de la época, era reconocido como una persona alegre, gran conversadora y hombre de letras, lo cual le valió para conquistar a la más bella de las piedecuestanas, Doña Evangelina Arenas Moreno; quien hacía parte de una gran familia a quien la desgracia acompañó por la muerte trágica de sus hermanos, lo que despertó una gran solidaridad en la sociedad bumanguesa, tal como lo narra Don Bartolomé Rugeles en el libro, recomendado para estudiar la historia de la ciudad, “Diarios de un comerciante bumangués, 1899 – 1938”.

Producto de dicha unión, nacieron cuatro hombres y cuatro mujeres, siendo uno de los menores, el tercer Demetrio Cruz de la familia, mi abuelo. Experto en el arte de la conversación, como quiera que era dueño de la Heladería la 36, también denominado “Café Demetrio”, junto con el “Inglés” y el “Centenario”, eran los tertuliaderos preferidos en una época de diferencias políticas marcadas entre liberales y conservadores. A pesar de su bohemia y vida de amigos, tuvo la gran fortuna de encontrar como madre de sus hijos a una charaleña, que encarnaba el típico estereotipo de una mujer santanderena: excelente mamá, trabajadora, abnegada a su familia, brava y como todas las señoras de mi tierra, una abuela cariñosa y entrañable.

Esta mujer, a pesar de su escaso estudio pero con visión a futuro en tiempos de discursos de Jaime Arenas, música yeye y revolución cultural posteriores a la segunda guerra mundial, formó hijos e hijas, como Esperanza Cruz Solano, estudiante empedernida, profesora universitaria de la UIS, quien presidiera durante años el comité de ética de la misma universidad y al día de hoy, flamante editora de este espacio cada semana, de quien aprendí los valores del estudio, trabajo, pensamiento libre, respeto por el proyecto individual de cada quien y feminismo, por fuera de los estereotipos de moda que actualmente imperan, una mezcla entre Simone de Beavoir y Antonia Santos, sacando adelante tres hijos a punta de esfuerzo y pundonor.

Mi historia y la de mi pequeña familia resumida en 700 caracteres, puede ser la de cualquier bumangués y la de sus abuelos que recorrieron el Cañón del Chicamocha y con esfuerzo trasegaron durante años esta árida y cálida tierra, de gente que habla duro y de frente; con momentos buenos y no tan buenos, venidos de diferentes lugares del país y del mundo buscando un mejor futuro, donde el trabajo y la transparencia imperan como valores. Hoy, Bucaramanga es el centro del desarrollo del oriente colombiano, cuyo crecimiento sin parar ha generado múltiples retos que mi generación, la de mis hermanos Cesar y Laura, amigos y la de mi hijo Juan José, bumangueses orgullosos de su tierra, afrontaremos preparándonos como profesionales en diferentes partes de globo terráqueo con el firme objetivo de devolver todo lo que nos ha dado esta linda tierra, convirtiendo a “La Ciudad Bonita”, la tierra de mis antepasados, en una urbe competitiva, sostenible, resiliente, libre, inteligente, segura, para todos, prospera, igualitaria y un referente para el país. Feliz cumpleaños Bucaramanga y espero de corazón que los próximos 100 años sean igual o mejores que los que acaban de transcurrir.

 

 

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