Gonzalo Cruells: Sueldos y productividad, dos problemas urgentes de abordar

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En su primera cuenta pública, la Comisión Nacional de Productividad resaltó que la contribución de la productividad al crecimiento promedio anual ha sido de tan solo 0,1% en los últimos años, mientras que en la década de los noventa la cifra estuvo en torno a 2,3%. Al relacionar esos datos con bienestar y calidad de vida, la entidad destacó que «de haberse mantenido este ritmo, el país tendría un nivel de ingreso per cápita superior en un tercio al actual y, por ello, una calidad de vida mejor».

La CNP comparó a Chile con países que han alcanzado el desarrollo. Para el caso de Alemania, enfatizó que en dicha nación se produce por persona tres veces lo que producimos en Chile trabajando 550 horas menos al año, lo que significa muchas semanas menos efectivas de trabajo.


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En otra cifra relevante, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que durante 2020 el ingreso laboral promedio de la población ocupada en el país fue de $635.134 neto mensual (que corresponde al ingreso bruto menos los descuentos por previsión y salud) mientras que el ingreso mediano llegó a $420.000 al mes. Es decir, el 50% de quienes trabajan en el país percibieron ingresos menores o iguales a ese último monto. Con todo, la cifra supone un incremento respecto del ingreso mediano recogido en 2019, que llegaba a $401.000.

Chile produce hoy lo mismo con un millón menos de personas trabajando, a raíz de los puestos laborales destruidos por la crisis sanitaria. Y el mercado laboral sigue, en promedio, pagando sueldos que dificultan, a miles de familias, llegar a fin de mes, con nula capacidad de ahorro y de construir pensiones robustas hacia el final de los años de trabajo.

Si los datos enunciados podrían hacernos prever que estamos siendo “más productivos”, lo es por una razón equivocada, porque la gracia de ser más productivos es producir más con menos horas trabajadas, no con menos empleo.

¿Cómo avanzar en estas materias tan relevantes? En productividad, se debe generar una mixtura adecuada que permita aumentar la adopción de tecnologías no sólo pensando en sustituir trabajo, sino complementarlo para tener más personas ocupadas. Todo asociado al teletrabajo, una nueva realidad que llegó para quedarse, lo que representa nuevos retos para la capacitación.

En lo laboral, fortalecer el empleo femenino, revisión permanente de la regulación vigente -con participación del Estado y el sector privado- además de impulso efectivo para promover el escalamiento de empresas de menor tamaño.

Una buena razón para avanzar es volver a ser competitivos entre nosotros mismos, lo que dará un nuevo impulso a la competitividad de nuestras empresas en el mundo. Los incentivos al emprendimiento y la reasignación de recursos hacia empresas más eficientes pueden ser de gran ayuda. Chile debe volver a asumir riesgos como lo hizo en décadas pasadas.

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