El mundo está mareado y nos queda un largo camino por recorrer

internacionalización

Por: Roberto Busel

Con más y más personas arremetiendo contra los mercados, la globalización y el crecimiento económico, vale la pena hacer una pausa para considerar el mundo que podemos estar perdiendo. Tanto los desafíos actuales como los fracasos pasados de la planificación económica sugieren que necesitamos más precios de mercado, más globalización y más crecimiento, y no menos.


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Nuestro mundo se ha vuelto muy confuso. La economía internacional funciona con altos y bajos y se va regulando en el tiempo, pero la economía política está sumida en la hostilidad hacia los mercados, la frustración por la globalización y el escepticismo sobre el crecimiento. Cada una de estas creencias interactúa con las demás y las refuerza. Incluso grandes segmentos de la élite global se retuercen las manos por los fracasos percibidos de los mercados, la globalización y el crecimiento.

Los mercados del año pasado lo pasaron terrible. Hasta ahora 2023 se ve diferente. Muchos índices, como el Euro Stoxx 600, el Hang Seng de Hong Kong y cantidad importante de precios de las acciones de los mercados emergentes, han visto su mejor comienzo de año en décadas. Los bonos del Tesoro americano subieron alrededor de un 3%, el índice S&P 500 ha subido un 6%, el Dow Jones subió un 2,5%, el Nasdaq subió un 11%, el Russell 2000 subió un 8,5% y el valor del dólar ponderado por el comercio ha caído un 7%, una señal de que el temor sobre la economía mundial está disminuyendo.

La disminución de la inflación y el enfriamiento del mercado laboral americano están generando esperanzas en Wall Street de que una Reserva Federal tenga una trayectoria más suave durante el 2023.

Vemos que ahora el optimismo está resurgiendo.

Los especialistas están respondiendo a los datos económicos en tiempo real. A pesar de que se habla de una recesión mundial desde febrero del 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, estos se han mantenido mejor de lo esperado. Los números oficiales siguen siendo mixtos con cifras sobre el comercio minorista y la industria norteamericana que estuvieron por debajo de las expectativas. En Japón, los pedidos de maquinaria fueron mucho más débiles de lo previsto.

Sin embargo, después de alcanzar un mínimo histórico, la confianza de los consumidores en los países de la OCDE ha aumentado.

Los mercados laborales también parecen estar resistiendo. En algunos países como Austria y Dinamarca, el desempleo está aumentando, una señal reveladora de que se avecina una recesión. Debemos estar alertas cuando vemos que cada día las grandes empresas de tecnología anuncian despidos masivos. Sin embargo, la tecnología representa una pequeña parte de los puestos de trabajo en general, y en la mayoría de los países el desempleo sigue siendo bajo. Afortunadamente, en lugares donde la demanda de mano de obra está cayendo, los empleadores están retirando los anuncios de trabajo, en lugar de despedir a la gente.

Los inversionistas prestan atención a los mercados laborales, pero lo que realmente les importa en este momento es la inflación. Es demasiado pronto para saber si esta amenaza ha pasado. En el mundo desarrollado, la inflación «básica», una medida de la presión subyacente, sigue siendo del 5% al 6% anual, mucho más alta de lo que los bancos centrales encuentran cómodos. El problema, sin embargo, ya no empeora. En Estados Unidos, la inflación subyacente está bajando, al igual que la proporción de pequeñas empresas que planean subir los precios.

Dos factores explican por qué la economía mundial se ha mantenido mejor de lo esperado: los precios de la energía y las finanzas del sector privado. El año pasado, el costo del combustible en el mundo desarrollado aumentó más de un 50 % y los economistas esperaban que los precios se mantuvieran altos en 2023, aplastando a los sectores que consumen mucha energía, como la industria pesada. Esta vez, se equivocaron. Con la ayuda de un clima inusualmente cálido, las empresas han demostrado ser inesperadamente flexibles cuando se trata de hacer frente a los altos costos. En noviembre, el consumo de gas industrial alemán fue un 27% más bajo de lo normal, pero la producción industrial fue solo un 0,5% inferior a la del año anterior

La solidez de las finanzas del sector privado también ha marcado la diferencia. Las familias de los países del G7 – Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Inglaterra y Estados Unidos – tienen demasiados ahorros y mucho más de lo que se hubiese esperado que acumularan en tiempos normales debido a la combinación de los estímulos pandémicos y menores desembolsos en el período 2020 y 2021. Como resultado, aunque las ganancias trimestrales de las empresas en Estados Unidos sugieren que el gasto está cayendo, no se está cayendo por un precipicio. Los consumidores pueden soportar precios más altos y un mayor costo del crédito. Las empresas todavía están sentadas sobre grandes montones de efectivo y pocas enfrentan grandes pagos de deuda en este momento: 600 mil millones de dólares de deuda corporativa vencerán este año, en comparación con 900 mil millones de dólares con vencimiento en el 2025.

La economía pronto podría tener una base más segura, incluso cuando las tasas más altas carcomen la inflación. China es otro motivo de alegría. Aunque la eliminación de las restricciones internas del Covid-19 desaceleró la economía en diciembre, ya que las personas se escondieron del virus, al eliminar el Covid Cero, la demanda mundial de bienes y servicios aumentará. Pero al mirar hacia su interior, vemos en su sector inmobiliario con un problema que debe ser resuelto donde la oferta deba coincidir con la demanda, entonces la construcción deberá disminuir drásticamente, especialmente a medida que la población de China se reduzca. El rescate actual puede estar reviviendo la propiedad china, pero sin reformas reales, el sector estará condenado a momentos de auge y de quiebras continuas.

El caso pesimista, sin embargo, sigue siendo fuerte. Los bancos centrales tienen un largo camino por recorrer antes de que puedan estar seguros de que la inflación está bajo control, especialmente con la reapertura de China elevando los precios de las materias primas. Los indicadores de Estados Unidos son cada vez más sombríos. Además, una economía al borde de la recesión es impredecible. Una vez que las personas comienzan a perder sus trabajos y reducen sus gastos, predecir la profundidad de una recesión resulta difícil. Y una lección que hemos aprendido en los últimos años es qué si algo puede salir mal, a menudo sale mal.

En los mercados emergentes y las economías en desarrollo, la inseguridad alimentaria sigue siendo una preocupación grave, impulsada por las restricciones comerciales, los eventos relacionados con el clima y los conflictos, incluida la invasión rusa de Ucrania.

Podremos esperar que la alta inflación mundial, la política monetaria restrictiva de los bancos centrales y el sobreendeudamiento restrinjan los consumos internos y la inversión en este grupo de países. La crisis del costo de vida ha empujado a muchas más personas a la inseguridad alimentaria, especialmente en los países de bajos ingresos, donde la fragilidad está un lugar más alto que antes de la invasión rusa de Ucrania.

Para la los países de Latinoamérica, la posibilidad de una desaceleración mundial más pronunciada que la proyectada por los organismos especialistas, o una recesión mundial total, representa un riesgo significativo a la baja para la región, en particular para los exportadores de materias primas. Los términos de intercambio están estrechamente relacionados con el crecimiento de la inversión, que podría volverse profundamente negativo debido a la reducción de la inversión en la producción de materias primas y a menores ganancias producto de las exportaciones que desalentarían la demanda interna en general pudiendo parecerse al período de mediados de la década de 2010, con un resultado de un período prolongado de crecimiento débil, potencialmente reforzado por una tendencia hacia la prociclicidad fiscal aumentando impuestos o disminuyendo gastos en épocas recesivas, y disminuyendo impuestos o aumentando gastos en épocas expansivas.

El mecanismo del mercado deriva su poder de la forma en que genera una multitud de respuestas dinámicas que interactúan, un fenómeno emergente que ningún agente planificador puede replicar en una economía de escasez.. Transformar la economía mundial para mejorar lo que tenemos requiere audacia e imaginación, pero también requiere el tipo de conocimiento concreto que solo pensar en que el mecanismo de precios pueda generar. El crecimiento de la economía proporciona los recursos que necesitamos para abordar los grandes problemas. Pero para lograrlo, también necesitamos mercados abiertos e interconectados y una acción política inmediata para impulsar el crecimiento y la inversión, incluida la reorientación del gasto existente, como los subsidios agrícolas y de combustibles.

A pesar de todo lo que hemos visto este primer mes del 2023, resulta esencial tener un rayo de esperanza.

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