Dinero en la nube

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La delincuencia digital internacional ha podido desviar a sus bolsillos y cuentas hasta 163.000 millones de dólares destinados a la protección de los trabajadores desempleados y precarios de los Estados Unidos. Un extenso reportaje del Washington Post revela un cúmulo de errores, desaciertos y fallos del sistema que debería obligar a tomar nota a los devotos de la transformación digital, que se está haciendo sin los conocimientos necesarios por parte de los administradores y sin la adecuada capacitación previa de los administrados.

Gracias a múltiples brechas de datos y debilidades de los sistemas de información, obsoletos y mal gestionados, los delincuentes se han hecho con centenares de miles de credenciales -en los Estados Unidos a menudo basta con el número de la Seguridad Social-, con las que han suplantado identidades reales y presentado solicitudes falsas. El desastroso sistema ha impedido, además, los cruces de datos de la gigantesca administración federal con la de los diferentes Estados.

El método era tan fácil que se crearon exitosos canales de Telegram para compartir trucos y poner en común las principales debilidades de cada administración estatal. Los auditores sospechan que en sitios como Maryland se han repartido más fondos a los delincuentes y defraudadores que a las personas con derechos que realmente lo necesitaban. Las redes llegan hasta Nigeria, Rusia y países del Este de Europa. La ausencia de mecanismos de verificación y la automatización de la concesión de las ayudas, para hacerlo todo más rápido, han devenido en una pesadilla de la que ahora nadie se hace responsable. Las personas suplantadas han tenido que batallar para demostrar que son ellos mismos, además de recibir sanciones o notificaciones de la administración tributaria para declarar unas ayudas que no han recibido.


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El festival defraudador alcanza lo grotesco. Casi ningún Estado ha salido indemne. Las masivas políticas de ayuda -durante la pandemia se llegó a destruir un millón de empleos al día- se han convertido así en un «imán para los estafadores» de todo el mundo.

Con este precedente, llama la atención el libro que acaba de publicar Brett Scott, titulado Cloud Money, algo así como «dinero en la nube». La sociedad camina hacia una economía sin efectivo, donde todas las transacciones y los fondos que la sustentan son digitales. Todo estará en la nube, pero la fragilidad es brutal. Se pregunta Scott: Qui prodest? Deberíamos hacernos la misma pregunta.

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