¿Qué le sucede a tu cerebro cuando tienes un crush?

Mujer observando pantalla digital neuromarketing

Casi todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido uno de esos “amores platónicos” idealizados e inalcanzables que no han llegado a concretarse. Tener un crush con alguien nos hace sentir ilusionados, emocionados y motivados, incluso cuando no hay reciprocidad aparente en ese vínculo. Pero, ¿por qué nos sucede?, ¿qué ocurre en el cerebro cuando tienes un crush?

Ante todo, has de saber que se trata de un fenómeno muy común. Es más probable durante la adolescencia, debido a una cierta inmadurez cognitiva y emocional, pero a ninguna edad estamos exentos de experimentarlo. Esto no significa que seas un iluso o que tengas problemas para relacionarte románticamente; en realidad, hay varias explicaciones que dan cuenta de este fenómeno.


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El papel del efecto halo

Uno de los aspectos más curiosos y llamativos de este fenómeno es el grado de interés e ilusión que el crush genera en la persona “enamorada” aún cuando no la conoce o tiene alguna señal de que este interés sea recíproco. Sí, podría ser comprensible que hubiese una gran atracción física desde el primer momento, pero, ¿en base a qué se crea tal emoción y tal deseo por estar con ese desconocido?

La respuesta puede encontrarse en el efecto halo. Según este principio, tendemos a atribuir una serie de características a las personas en función de la valoración inicial de un único aspecto. Cuando no poseemos suficiente información para juzgar a alguien, tomamos uno de sus rasgos e inferimos otros a partir de este.

Así, es poco lo que sabemos de nuestro crush: tal vez simplemente nos parece físicamente atractivo o encaja en nuestro prototipo por su forma de vestir o hablar. Pero, a partir de esta cualidad positiva, inferimos que es también simpático, inteligente y divertido, y de este modo nuestro interés en él aumenta exponencialmente.

La idealización del crush

Un componente fundamental en este tipo de dinámicas es la falta de reciprocidad. Muchas veces el crush es una persona famosa que ni siquiera sospecha nuestra existencia, o incluso alguien del entorno cercano con quien apenas tenemos comunicación. El hecho es que esa persona normalmente ni siquiera sabe de nuestro interés y las oportunidades en las que interactuamos son escasas o nulas.

Esto hace que no tengamos la oportunidad de comprobar si esos atributos que le hemos asignado son realmente ciertos. Puede que conozcamos a la persona, pero no lo suficiente como para derribar esa imagen idealizada que hemos creado de ella, ni para que deje de encajar en eso que nos estamos imaginando que es.

Si se tratase de una relación convencional, con el paso del tiempo y las interacciones iríamos descubriendo más al otro y esa idealización perdería fuerza. En este caso, seguimos viviendo en esa fantasía mental que hemos creado y que continúa alimentando la ilusión.

El efecto de la liberación de dopamina

Ahora bien, ¿qué pasa en el cerebro cuando tienes un crush? Se sabe que este tipo de “amores platónicos” generan liberación de dopamina, un neurotransmisor que causa placer y que nos mueve a continuar con esa dinámica.

En este estado sentimos que flotamos, nos deshacemos de toda lógica u objetividad y nos entregamos a esas intensas sensaciones placenteras. Y es que la dopamina es la que nos “enciende” y nos emociona, se relaciona con el deseo y hace que nos “enganchemos” a esa otra persona y a lo que sentimos al pensar en ella.

Cuando hablamos de una relación recíproca entra en juego la oxitocina, una hormona que nos permite vincularnos y conectarnos a nivel romántico. Pero, en este caso, como ese enamoramiento es “unilateral”, nos quedamos en el deseo y en la esperanza de que en algún momento lograremos captar la atención del otro; aunque esto generalmente nunca suceda.

Cuando tienes un crush, aprendes valiosas lecciones

No obstante, este proceso no es eterno. De hecho, no suele durar más de un año. Ante esa falta de reciprocidad y avance, el deseo y el interés tienden a desaparecer; y, como resultado, adquirimos algunas duras aunque valiosas lecciones.

El cerebro, cuando tienes un crush y no logras concretar la relación, aprende de lo ocurrido. Activado por las sensaciones desagradables de dolor, frustración o vergüenza, analiza lo ocurrido para evitar esas consecuencias negativas en el futuro. Además, estos primeros “amores platónicos” suelen tener lugar durante la adolescencia, momento en que todo se vive con mayor fuerza e intensidad, por lo que el aprendizaje es significativo.

A medida que maduramos cognitiva y emocionalmente y aprendemos de la experiencia, es menos probable que nos involucremos en este tipo de dinámicas. Ahora bien, si tienes un crush y deseas llegar a concretar un vínculo, presta atención a la idealización y trata de que la relación sea recíproca; de lo contrario, es probable que termines sufriendo.

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