¿Puede la ciencia conservar nuestras mentes cuando morimos?

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Según publica el portal El Confidencial Lo hemos visto decenas de veces en el cine y en la televisión: un cerebro flotando dentro de un bote en la repisa del laboratorio de algún científico chiflado. Sin embargo, la imagen no es tan ficticia como parece, y en el fondo lo sabemos, por eso nos preguntamos si verdaderamente puede estar ocurriendo.

Por supuesto que hay órganos guardados en procesos específicos para su conservación, ¿pero un cerebro¿Es posible conservar un cerebro? Conservar, en el sentido rotundo de la palabra. Es decir, que este órgano mantenga sus peculiares y complejas funciones fuera del cráneo. ¿Puede la ciencia mantener vivo un cerebro en una cubeta?


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Las experiencias de una persona se caracterizan por una red de interacciones entre el cerebro humano, el cuerpo y el entorno, así que durante mucho tiempo, la filosofía ha reflexionado sobre este supuesto escenario o escena protagonizada por un cerebro dentro de una cubeta. Pensadores y pensadoras se han preguntado así si los cerebros aislados podrían mantener la conciencia cuando están separados de sus cuerpos y sentidos. Tal vez ahora lo sepamos…

Cerebros de laboratorio

En un estudio publicado en 2020 en la revista ‘Trends in Neuroscience’, el filósofo Tim Bayne, de la Universidad de Monash en Melbourne, y los neurocientíficos Anil Seth, de la Universidad de Sussex en Inglaterra, y Marcello Massimini, de la Universidad de Milán en Italia, describieron contextos en los que, efectivamente, podrían existir tales «islas de conciencia«, como lo llaman.

No obstante, no era algo nuevo. En otra investigación previa que parece sacada de una película de terror, los investigadores pudieron restaurar con éxito el flujo sanguíneo a las células cerebrales, las funciones celulares de las neuronas y la actividad sináptica espontánea en cerebros de cerdos que se extrajeron después de su muerte y se conectaron a un sistema llamado BrainEx. El sistema, que está diseñado para retardar la degeneración del tejido cerebral después de la muerte, se puede conectar a la base de un cerebro post mortem, suministrando sangre oxigenada artificial caliente.

Trasladado al caso humano, los científicos ya han creado mini-cerebros en laboratorio. Se trata de estructuras 3D desarrolladas a partir de células madre que muestran varias características de nuestro cerebro en desarrollo. Sobre un plato, los investigadores los observan detenidamente para comprobar cualquier detalle, y de esa forma han encontrado que tienen ondas cerebrales similares a las que se observan en los bebés prematuros.

Medir el grado de conciencia

La ciencia aún no ha podido deducir la conciencia del comportamiento en estos pequeños cerebros «inventados», ni ha podido preguntarles de algún modo si están experimentando eso que entendemos por conciencia. Este enigma ha llevado a los neurocientíficos a idear una posible medida «objetiva» en torno a la gran cuestión.

Así lo están averiguando, por ejemplo, en personas que sufren de epilepsia refractaria grave, para quienes han creado un tratamiento llamado hemisferotomía, que consiste en desconectar por completo la mitad dañada del cerebro del otro hemisferio, el tronco encefálico y el tálamo.

En estos casos, la mitad dañada permanece dentro del cráneo y conectada al sistema vascular. Mientras que el hemisferio desconectado continúa recibiendo los nutrientes y el oxígeno necesarios para funcionar, algunos se han preguntado si este hemisferio aislado sustenta una conciencia adyacente al hemisferio conectado opuesto, según explica Conor Feely en ‘Live Science’.

Llevado a cabo ese primer paso, los científicos podrían entonces emplear el llamado índice de complejidad perturbacional (PCI), que se basa en el nivel de interacciones entre las neuronas dentro de estos cerebros. «Con ello estimularían eléctricamente una parte del cerebro y luego medirían los patrones resultantes de la actividad neuronal para medir la complejidad de las interacciones entre las células del cerebro. Si la medición resultante de estas interacciones contiene mucha información, entonces se puede decir que el sistema es más consciente», dice Feely.

Todo es incógnita tras incógnita, y es posible que estas técnicas no puedan responder definitivamente a la pregunta que todos nos hacemos, Pero incluso si la conciencia no resulta ser reducible a ninguna señal neuronal en el cerebro, Bayne cree que la tarea de desarrollar una medida «objetiva» de la conciencia sigue siendo necesaria para seguir avanzando en este y otros nuevos conocimientos.

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